Capítulo 31

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POV. Sab

- Adiós, Timothy.

Terminé de ajustarme la camiseta ajustada y de atarme los zapatos justo a tiempo para salir de la habitación sin toparme con ninguno de los compañeros de piso de aquel veterano al que había conocido apenas unas horas atrás.

- Es James.

- Eso dije.

Cuando estaba a punto de salir del apartamento con ganas de irme a la casa de mi tía Mer, el chico llegó corriendo con la sábana enredada en la cintura y cara de susto.

- ¿Ya te vas?

Lo miré con una ceja alzada.

- Obviamente.

Él hizo un puchero y miró hacia abajo.

- Oh... Vaya... Yo pensé que...

Suspiré sonoramente, sintiéndome mal conmigo misma. Por eso quería encontrar a alguien que me quisiera sin saber de mi pasado, o por lo menos que lo aceptase sin volverse jodidamente loco de celos.

- A ver, Max...

- James.

- Eso... Mira, pareces un buen chico y estoy segura de que ahí fuera hay una chica igual de maravillosa dispuesta a darte su amor y a follarte las veces que quieras pero... Esa no soy yo. Lo siento, de verdad, por si no dejé claras mis intenciones desde el principio.

Él me miró con la cabeza ladeada y ojos brillosos, y los remordimientos comenzaron a hacer mella en mi.

- Joder, no me mires así. Ya me siento lo suficientemente mal como para que llegues y me lances una mirada de corderito degollado.- mis ojos se cristalizaron y un nudo se formó en mi garganta.- Mierda, ya lo has conseguido.

Salí de allí sin mirar atrás, en una de mis salidas épicas. Eran las siete y media de la mañana, y mi primera clase del día comenzaba a las nueve. Sí, por si OS lo preguntábais, aún iba a clase. Y tenía mucha materia atrasada por no estudiar al día. Caminé los doscientos metros que me separaban de la casa de Stan y el recinto de la facultad donde estudiaba.

- Vaya, vaya, ¿qué hace una Barbie Rebelde por aquí tan temprano? ¿Ken te ha echado?

Fulminé con la mirada al rubio egocéntrico que había aparecido ante mi, y sorbí por mi nariz a la vez que me envolvía con fuerza el cuerpo con los brazos. La noche anterior se me había olvidado coger una chaqueta, y hacía tanto tiempo que no salía tan temprano de casa que me estaba congelando.

- No es un buen momento para tus pullitas, playboy con complejo de zorro.

Allen se quedó con la boca abierta a medio camino de decir algo, y luego la cerró y me miró mal. Entonces se me escapó una lágrima y suspiró con fuerza.

- Voy a pasar por alto el hecho de que me has llamado zorro, y voy a pasar al tema importante: últimamente nunca es buen momento para mis pullitas contigo, playgirl.

Puse los ojos en blanco y le sonreí con ironía a pesar de haber comenzado a llorar.

- ¿Me echas de menos, playboy?

- Echo de menos a la playgirl con su muchedad. No quiero que cada vez que nos veamos en lugar de pegarme un puñetazo y amenazarme con cortarme los huevos, se seque los mocos con mi camiseta y se sienta mal consigo misma.

Lo miré con los ojos muy abiertos, incapaz de decir nada. Abrí la boca, pero volví a cerrarla de inmediato. ¿Era posible que...?

- Yo... Lo siento es que... Yo...

Bufó, levantó ambas manos al cielo y dió una vuelta sobre sí mismo, al parecer exasperado.

- Sí, exacto, tú, tú y tú. Playgirl, cuando me encuentre contigo quiero que te olvides de tus problemas y pases un buen rato. Sinceramente, eres la única tía que soporta mi mierda de personalidad más de dos minutos seguidos sin que haya gemidos de por medio. Y toma, a este paso los pezones se te van a covertir en piedras.

Lo miré, entre sorprendida por su minidiscurso motivador e indignada porque me hubiera mirado las tetas.

- ¡Gilipollas, vuelve a ponerte la sudadera porque si no se te van a congelar los huevos! ¡Y la tableta de chocolate también!

Comenzó a reírse, y antes de que pudiera darme cuenta ya se había quitado la sudadera de baloncesto y me la había pasado por la cabeza, dejando mis brazos aprisionados dentro. Gruñí ligeramente y, como si fuera una niña pequeña, me secó las lágrimas con los pulgares, me besó en la frente y me colocó bien su sudadera, la cual me llegaba un poco más abajo de las rodillas.

- Y ahora deja de llorar, Barbie redomada, y acompáñame a tomar un café.

Y dicho aquello se dio media vuelta y comenzó a andar con las manos en los bolsillos de sus vaqueros y silbando tranquilamente. Al cabo de unos segundos, al ver que no lo seguía, miró por encima de su hombro y me guiñó un ojo.

- Nunca había dejado a una chica tan impresionada sin haberme bajado los pantalones primero.

Indignada, corrí hasta él y salté sobre su espalda, insultándolo y metiéndome con su hombría.

POV. Richie

- ¿Qué haces tú aquí?

- Eeeeeeeh...

Me balanceé sobre mis pies de adelante hacia atrás, completamente consciente de que estaba haciendo el ridículo y completa y absolutamente muerto de inseguridad. Molly se cruzó de brazos después de ajustarse las gafas plateadas redondas sobre su nariz respingona.

- ¿Sabes hablar, acaso?

Fruncí el ceño.

- O-obviamente.

Alzó las cejas con sorpresa.

- Vaya. ¿Y qué vienes a hacerme hoy? ¿Tirarme un café encima, tal vez? ¿Pisar a mi gato? ¿Insultar a Harry Potter? Ah, no, eso ya lo hiciste el otro día. Anda, quítate del medio que tengo que atender las mesas.

Me aparté de su camino, dejándola pasar desde detrás de la barra para que pudiese continuar con su trabajo. Pero me sentí idiota parado en medio de la cafetería sin hacer nada, así que la seguí allí a donde ella iba.

- O-oye, si-siento mucho lo del o-otro día. No fue a propósito.

Terminó de anotar el pedido de la última mesa ocupada y volvió a toda prisa a la barra para encargarle los pedidos a la barista y el cocinero. Luego, al escuchar la campanilla que anunciaba la llegada de nuevos clientes, volvió a salir para atenderlos. Yo maldije internamente hasta que me fijé en quiénes entraban. Y no eran ni más ni menos que una Sab con los ojos rojos pero sonriente vestida con la sudadera de un Allen desbordante de felicidad. Fruncí el ceño y sonreí a la vez, poniendo una cara un tanto extraña justo en el instante en el que Molly se daba la vuelta y me miraba con una ligera confusión.

- A ver, no soy muy guapa, pero tampoco soy un orco de Mordor para que pongas esa cara.

- ¡No! O sea, no ponía esa cara por ti, eres preciosa, es decir, cualquiera que te vea puede darse cuenta de eso porque, joder, eres guapísima, pero los orcos de Mordor molan también porque, bueno, todos los personajes del Señor de los Anillos molan pero... Dios mío, mejor me callo.

Ella, con la boca abierta, ignoró la llamada de Allen para que los atendiese y me sonrió repentinamente con los ojos brillantes de la emoción.

- ¡Oh, Patch mío! ¿Has leído los libros?

Me puse completamente rojo. Pero no de ese rojo que parece rosa que practicamente ni se nota. No, yo lo hice a lo grande. Parecía un tomate con hojas azules eléctricas. Incluso me ardían las orejas.

- Si...- susurré, con vergüenza.

Entonces, para mi mala suerte, ella dio un salto de entusiasmo junto a un gritito que me pareció la cosa más adorable del universo. ¿El problema? Que en la bandeja llevaba dos tazas enormes de café caliente.

¡Playgirl a la vista!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora