Capítulo 12

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POV. Sabbanah

Llegué a la mansión de mi tía Meredith agotada, con la cabeza llena de historias graciosas y algo patéticas que los gemelos me habían contado sobre su fraternidad y con una moto nueva algo averiada por culpa de cierto imbécil. Abrí la puerta del inmenso garaje tratando de no hacer ruido, aparqué la moto con cuidado en una de las multiples plazas libres e ingresé en la casa a través de la pesada puerta interior gris mate. En el enorme salón principal donde Meredith había tratado de denunciar a la compañía de taxis la noche anterior se encontraba una cajita envuelta en papel azul con un post-it amarillo encima con la apretada letra de mi tía. Mi nombre en cursiva fue lo que más llamó mi atención.

"Cielo, estoy en mi despacho para cualquier cosa que necesites. Esto es como premio por haber entrado en el equipo de baloncesto de la Universidad, ¡felicidades! (LAS NOTICIAS VUELAN).
P.D. : Pregúntale a Charles dónde está mi despacho, no queremos que abras todas las puertas menos la correcta ;)."

Sorprendida porque se hubiera enterado de todo, abrí la cajita con cuidado por si había algo frágil en el interior. Con la boca abierta de par en par, tomé asiento en el comodísimo sofá para observar el interior. Se trataba ni más ni menos que de un colgante sencillo, de cadena fina plateada, con un dije con la palabra Basketball y un corazón. El corazón se trataba en realidad de un guardapelo (lo que me recordó a Harry Potter, no preguntéis por qué) con una foto en el interior. Tras mirarla fijamente unos instantes sin entender, por fin identifiqué a las cinco personas de la imagen. Mis padres, mucho más jóvenes y con pura dicha en sus rostros, tenían entre sus cuerpos a una versión mini de mi hermano con el ceño fruncido y éste, con ojos temerosos, sostenía a un bebé regordete con cara de ratón que admito, con algo de vergüenza, era yo. Pero algo no encajaba. La otra persona de la fotografía estaba algo borrosa aunque pude distinguir unos ojos grandes y azulados y una complexión de hombre. Extrañada, me levanté de sofá igual de rápido que una tortuga correría una maratón (es decir, no mucho) y miré a mi alrededor a ver si encontraba a Charles. De acuerdo, era orgullosa, pero necesitaba encontrar a Meredith cuanto antes y mis dotes de ninja estaban anuladas por el cansancio. No me extrañó pensar que de un momento a otro podría caerme al suelo inconsciente. Dejando a un lado pensamientos algo suicidas con los bordes puntiagudos de cada mueble que veía, fui a pasos pequeños dirección cocina, a ver si tenía suerte y encontraba al hombre por allí. Al llegar, las luces estaban apagadas y no se escuchaba ni el batir de alas de una mosca, por lo que suspiré y me resigné a abrir cada una de las putas puertas de toda la casa hasta dar con la correcta. Sin muchas esperanzas, abrí la puerta que estaba enfrente de la cocina y me sorprendió inmensamente encontrarme con la cabellera rubia de mi tía cayendo por su cara mientras esta resoplaba con impaciencia y se la apartaba con soplidos poco efectivos. Al parecer estaba escribiendo algo en unos papeles muy apurada, y todo su enorme escritorio se encontraba lleno de documentos, al igual que gran parte del suelo. En cuanto abrí la puerta, ésta crujió ligeramente, alertando a la rubia de mi presencia, y antes de que la madera que estaba sujetando por el pomo pudiera tocar alguna de las hojas del suelo, su grito y su mirada de ira contenida me hicieron quedarme estática como una piedra.
- ¡¡QUIETA!!
Nos observamos fijamente la una a los ojos de la otra, ella tratando de calmar su furia de dragona malhumorada y yo intentando evitar un jodido ataque al corazón, antes de relajarnos ambas.
- Demonios, chica, la próxima vez llama antes de entrar, ¡casi me provocas un paro cardíaco!
- ¡Fue a hablar, doña Si grito haré que se muera y así no atropellará mis papeles!- exclamé, indignada, mientras alzaba ambos brazos en dirección al techo de la regia habitación y luego los dejaba caer a mis costados.- ¡No llamé porque no encontraba a Charles y pensé que esta puerta llevaría, no sé, a Narnia o algo por el estilo!
Le fruncí el ceño, aún con los nervios a flor de piel, y ella hizo lo mismo. Diablos, debemos trabajar eso de dejar de ser tan parecidas. Poco a poco, y sin que ninguna moviera un sólo músculo, la tensión que antes se palpaba en el ambiente desapareció lentamente, provocándonos unas risas de alivio. Bueno, por lo menos las mías lo eran, no quería hacer regresar a la dragona malhumorada al cuerpo de mi tía.
- ¿Qué querías, Sab? Como puedes observar el trabajo me absorbe por completo.
Sonreí con cansancio. De pronto la energía que había adquirido gracias a la adrenalina desapareció, dejándome de nuevo exhausta y algo tambaleante. Menos mal que estaba agarrada a la puerta como si fuera una garrapata.
- El collar...
- ¡Oh! ¡Felicidades por lo del equipo, bichito!
- Gracias pero...
- Amelia me contó que te diste una paliza para darle una lección a un musculitos.- movió sus cejas en un baile extraño, tal y como yo hacía con mis antiguas amigas cuando me hablaban de sus ligues, y fue siniestro.
- Traidora...- mascullé entre dientes. ¿No era que si le contaba a mamá dragona que me había medio lesionado el primer día, Amelia sería la cena de la dragona? ¿Dónde quedó la lealtad? La risa traviesa de mi tía me obligó a dejar de pensar en mis estupideces. La observé espantada, con los ojos como platos.
- Así que un musculitos, eh...- volvió a hacer el movimiento de cejas.
- ¡No! ¡De ninguna manera! ¡Allen es absurdamente insoportable! ¿Te puedes creer que me llamó Barbie rebelde? ¡Iugh! ¡Ni en mis peores pesadillas saldría con él!
Aunque soné como una niña malcriada de instituto, no pude evitar hacer aspavientos con las manos a lo largo de mis relatos sobre Allen. También le conté acerca de Ty, Evan, Steven, Richard, Smith y Aiden, pero recalqué el hecho de que Allen había atropellado salvajemente mi moto. Cuando me quise dar cuenta, ambas estábamos en una esquina de su despacho, comiendo nutella y hablando de chicos, como si fuéramos amigas de toda la vida. Vaya, mamá dragona tiene su lado adolescente hormonada. Cuando me dolió el estómago de tanto reír, gracias a las anécdotas de universidad de mi tía, decidí que ya era hora de dormir si al día siguiente quería despertar viva y entera. Cuando subía las escaleras dirección mi cuarto, me di cuenta de que Meredith había esquivado y evadido ágilmente todos mis intentos por preguntarle acerca del guardapelo. Y yo, como tenía una mente con gran capacidad de concentración *sarcasmo* ni siquiera me había dado cuenta.
- ¡Mierda!

*
*
*

- ¡Hasta luego, Charles! - grité apresuradamente mientras me metía un croisant entero en la boca y me subía en mi moto ya reparada a la vez que hacía equilibrios con mi mochila para poder arrancar y abrocharme los botones de la camisa que le había robado a mi padre antes de irme a la casa de Mer. Desistí en mis intentos por abrochármelos y aceleré la moto para salir a toda velocidad hacia la universidad, donde tenía que estar en quince minutos si quería poder entrar en el salón donde tenía mi primera hora de clases del día. En cuanto llegué al gran aparcamiento, el cual estaba abarrotado, apagué la moto y me bajé de un salto aún sin abrocharme la camisa, comiendo el croisant y sin quitarme el casco. Durante mi largo recorrido corriendo conseguí abrocharme el botón central, lo que llegaba para que la tela me cubriese los pechos, tragar la mitad del producto de bollería industrial y sacarme el casco. También saludé a Amelia con un 'Tenemos que hablar' que la dejó más estupefacta de lo que ya estaba por verme prácticamente en mi estado natural e ignoré a todos los estudiantes que me observaban como si hubiera salido recientemente de un manicomio. Entré en la clase, en la que afortunadamente aún no había entrado el profesor de turno, y me senté en el primer hueco libre al fondo de la clase que vi. Y, como digamos que el 99'999% de las veces la suerte no está de mi jodida parte, a mis lados estaban sentados Aiden y Allen. Jodidamente genial.

¡Playgirl a la vista!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora