Capítulo 36. Navidad.

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POV. Sab

El 24 de Diciembre abrí los ojos al notar cómo WiFi, Satanás para los amigos, volvía a utilizar mi cara como cama. Pero, no con aquello suficiente, mi idiota novio estaba usando mis tetas como almohada. Y yo me estaba meando, así que, con la delicadeza que me caracterizaba, empujé a Hunter al suelo y le lancé a Satanás a su pecho desnudo, y escuché las quejas de ambos mientras yo los saltaba y corría por el pasillo en dirección al baño. Con prisa, abrí la puerta rápidamente y me metí dentro sin fijarme en el interior. Mala idea.

Steven estaba sentado en la taza del váter, con los ojos cerrados y más dormido que despierto, por lo que al verme entrar tan precipitadamente abrió los ojos desmesuradamente y dejó escapar un gritito. Yo, por el contrario y acostumbrada a ver a mi hermano desnudo desde que nací y a compartir casa con él, me limité a dar pequeños saltitos en el sitio con las piernas cruzadas.

- Pelirrojo del demonio, si ya has acabado vete a dormir a tu cama y déjame mear, que no aguanto más, por favor.- supliqué, mirándolo con urgencia.

Mi pobre amigo, una vez que superó el shock, hizo lo pertinente con el papel y tiró de la cisterna, dejándome vía libre para evacuar. No pude reprimir una sonrisa cuando por fin dejé de sentir que mi vejiga iba a explotar. Miré a Steven, quien terminaba de subirse el pantalón del pijama, y amplié mi sonrisa.

- Tres meses y aún no te has acostumbrado a mí. Me parece muy mal, zanahoria.

Él puso los ojos en blanco con una sonrisa y abrió la puerta.

- Tú céntrate en mear, que hoy nos espera un largo día de preparativos.

Efectivamente. Mi mañana consistió en salir del baño, despertar a Hunter, sexo matutino ricolino, y ponernos a decorar toda la mansión. Sí, enterita, ya que a la loca de mi tía Mer le dio por invitar a todos mis amigos a cenar. Y, en fin, como ellos tampoco tenían vida, aceptaron.

- Charles, guapo, pásame la estrella.- le pedí al mayordomo de Meredith mientras hacía lo imposible por mantener el equilibrio sobre una escalera de madera.

El aludido me sonrió y, con cuidado de no desequilibrarme, fue a darme el último adorno del árbol gigante cuando mis idiotas amigos entraron por la puerta de golpe. Me di tal susto por los gritos y el escándalo que prosiguieron al portazo que me resbalé de la escalera, cayendo milagrosamente en los brazos de Hunter.

Nos quedamos así, mirándonos a los ojos y sonriendo, hasta que noté una mano y fruncí el ceño.

- Hunter, como no quites tu mano de mi pie en cero coma, juro por lo más sagrado de la Navidad que te quedas sin sexo lo que te queda de vida.- amenacé, cuando le vi las intenciones. Él esbozó una sonrisa ladeada y acercó sus labios a mi oído, sabiendo que hiciera lo que hiciese, si me susurraba con su hermosa voz ronca conseguiría cualquier cosa. Y odiaba que pudiera calentarme con tan poco.

- Eso no te lo crees ni tú, mi pequeña novia promiscua. Además, sufrirías tú más que yo con ese castigo.

Iba a replicarle, pero tan solo me dio tiempo a golpearlo ligeramente en el pecho cuando cumplió su cometido y comenzó a hacerme cosquillas en la planta de los pies, provocando que yo me retorciese como un gusano aún con la estrella en la mano y entre sus brazos. Viendo el panorama y sabiendo que acabaríamos como siempre en una persecución, Charles fue precavido y apartó las cajas vacías a un lado para dejar el suelo libre de obstáculos.

Con una sonrisa se situó estratégicamente lejos de nosotros, ya que cuando peleábamos de broma... Bueno, éramos peor que un huracán: lo que nos pillase por el medio se veía envuelto en nuestra trifulca. Precaución que, lógicamente, no tuvieron ninguno de mis idiotas amigos, quienes venían riéndose y charlando animadamente mientras Hunter me dejaba en el suelo y me torturaba con cosquillas por todo el maldito cuerpo.

¡Playgirl a la vista!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora