Capítulo 28 [parte 1]

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POV. Sab

Emití un gruñido y me cubrí la cabeza con lo que parecía una sábana suave y calentita. Aunque debía de ser muy pequeña para taparme solo la...

- ¡May day, may day, Houston tenemos un maldito hurón en mi cara de nuevo!

De inmediato me arrepentí de gritar, la cabeza me daba vueltas como una peonza y, además, parecía como si sentados en aquella peonza dentro de mi cabeza hubiera duendecillos dando martillazos al interior de mi cráneo. Lo sé, divertido, aunque doloroso.

Me llevé ambas manos a la zona afectada y fue ahí cuando me fijé por primera vez en mi entorno. WiFi/Satanás se enroscó de nuevo en mi cintura mientras yo trataba de adivinar de quién era la habitación de paredes azules y cama gigante con sábanas negras.

En las paredes no había nada personal, sólo unos pósters de Kiss, Metallica, The Boss (Bruce Springsteen), Queen y ACDC. Además, en las mesillas de noche descansaban unas gafas anchas de montura negra y un par de libros de historia de la música o grandes compositores de los últimos mil años.

Con el ceño fruncido y ganas de hacer pis, salí de la habitación tropezando con mis propios pies y dándome de lleno contra el pecho duro de alguien. Alguien que evitó que mi culo acabara aplastado contra el suelo al agarrarme de la cintura. JÁ, OS lo creísteis. Esto no es un cliché, ni un cuento de hadas, y ese alguien no era un caballero, así que tras chocarme contra la persona me caí al suelo sobre mi culo, provocando que Satanás me clavara sus garras de demonio en las caderas y emitiera un chillido que por poco me reventó los tímpanos.

- ¡Lo siento, Sab, iba a ver cómo estabas!

Gruñí todas las palabrotas que se me ocurrieron en cinco idiomas distintos con los ojos cristalizados y miré hacia arriba, encontrándome con, como no, una zanahoria con patas. Lo fulminé con la mirada por tirarme al suelo y por gritar.

- Pues si antes tenía la sensación de estar dentro de una lavadora, ahora la lavadora se ha montado en una montaña rusa de cien metros de altura y cae en picado contra una piscina de caimanes hambrientos de pelirrojos.

Stevs palideció y, con las manos en alto, retrocedió por el pasillo mientras yo me levantaba con esfuerzo y lo seguía con ganas de asesinarlo.

- Vale, tranquila, encontraremos a tu gatito y...

Lo miré, confusa, y él hizo un puchero agobiado.

- ¡Lo vi en un programa de la tele de cómo un bombero ayudaba a una niña a encontrar a su gatito! ¡No se me ocurría nada mejor, ¿vale?!

Me llevé ambas manos a la cabeza por segunda vez en aquella mañana y avancé hacia él por el interminable pasillo todavía más rápido.

- ¡Deja de gritar, imbécil!

- ¡No me grites, mis sentimientos, idiota!

Gruñí, exasperada.

- ¡Tus sentimientos me los paso por donde no me da la luz, deja de gritar, ¿no escuchaste mi metáfora sobre cómo me siento?!

El pelirrojo del demonio chilló como niña, estresado, y con una pirueta se dio la vuelta y salió corriendo escaleras abajo. Porque sí, habíamos recorrido por fin todo el aséptico pasillo.

- ¡¡Tyler, Sab tiene la regla!!

- ¡¡Todos a cubierto!!- escuché que gritaban varias voces a la vez en el piso de abajo, así que me apresuré a bajar los escalones sin matarme para averiguar de una vez por todas de quién era aquella casa jodidamente enrevesada.

- ¡No tengo la regla, panda de orangutanes! ¡Y ya me estáis diciendo a quién le habéis invadido la casa y por qué tengo una resaca de los mil infiernos!

Cuando conseguí evitar mi muerte tras resbalar en uno de los escalones, llegué a un pequeño salón en el que se encontraban Smith, Richard, Hunter, Tyler y Evan sentados en distintos lugares, además de una chica pelirrosa que me miraba con una ceja alzada y los brazos cruzados y Stevs, quien se había tirado en plancha tras uno de los sofás y me observaba con temor. Imité el gesto de la teñida y la encaré a pesar de la resaca y el dolor en las caderas que el maldito hurón me estaba causando.

- ¿Y tú quién eres?

Soné más borde de lo esperado, pero bueno, así soy yo. ¿Qué le vamos a hacer? La chica apretó los labios hasta convertirlos en una fina línea.

- La dueña de la casa.

Vaya. Buen punto. Puse mi mejor cara de indiferencia y arqueé una ceja. Además, me aplaudí mentalmente por no empezar a disculparme de inmediato.

- Ya. ¿Y qué hago yo aquí?

Ella imitó mi gesto pero, para mi sorpresa, le añadió una mueca de asco. Sí, de esas que pones cuando te encuentras una cucaracha en los cereales. ¿No? ¿Sólo me pasó a mí? Bueno, pues imaginad vuestras caras si hubiera una cucaracha en vuestros cereales y tendréis la cantidad de asco con la que me miraba aquella estúpida teñida.

- Dormir la mona después de que te encontrara ayer por la noche bailando semidesnuda en la barra de un bar.

Buen punto. La cabeza me dolía, pero pequeños flashbacks comenzaron a acudir a mi mente como fogonazos dolorosos y avergonzantes. Aunque, pensándolo con profundidad, no era la cosa más vergonzosa que había hecho en vida, así que tampoco era la gran tragedia.

Me limité a mirarla con ambas cejas levantadas. De acuerdo, tal vez yo no estaba siendo muy coherente, pero aquello era una forma de medir nuestro nivel de estrógenos frente a los chicos. Sí, algunas chicas también hacíamos eso.

Algo en su actitud y su forma de ser me dijo que podíamos llegar a ser amigas, por lo que, arriesgándome a que me pegara una buena hostia si era tan temperamental como yo, la traté como trataba a la única amiga que tenía de verdad: mi tía Meredith.

- Gracias, perra teñida.

Pude escuchar cómo todos los tíos de la habitación contenían la respiración, mientras la pelirrosa arqueaba una ceja también teñida para después dejar paso a una amplia sonrisa de dientes blancos.

- De nada, zorra rubia.

Sonreí con alegría. Por primera vez en años, tenía la oportunidad de tener una amiga de mi mismo sexo.

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¡Hola! Siento volver a actualizar el mismo capítulo por segunda vez, es que se me olvidó una cosa xdd Aquí OS adjunto unas capturas de una conversación entre Sab y... Bueno, ya sabréis con quién :D

 Bueno, ya sabréis con quién :D

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