17: Diferencia

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Estoy siendo apuntada por Hermes, mi condición de infiltrada y mi vida están en juego. Qué irónico, estoy bajo el subsuelo de un casino. Todo depende de mi respuesta o perderé mi oportunidad de vivir y conseguir mis objetivos.

—¿Tienes algo que decir en tu defensa? No repito por tercera vez la pregunta, responde —exige el hombre que no le importa la vida ajena.

—Yo... —digo nerviosa.

—Están equivocados. —Clow se pone delante de mí—. ¿Cómo podría ser una infiltrada? No tuvo tiempo de estudiar porque estuvo mucho tiempo en mi cama. —Sonríe—. Sería imposible, ¿no te parece?

El obsesionado conmigo, me acaba de salvar, acaba de dar un argumento que puede ser bastante creíble. A menos que Hermes sepa que me escapé durante dos años, estoy salvada.

Hermes se queda callado mirando a Clow. Parece que analiza lo que dice, detalladamente.

—Consígueme la información —ordena, agarra su celular del bolsillo y marca un número—. Zack, hay que hacer una limpieza —le dice al del otro lado de la línea, refriéndose al cuerpo del hombre que mató. Corta, luego mira a Demián—. Tú, acompáñame.

—¿Qué? ¿Por qué? —Se sorprende.

—Te mantengo vigilado, no me cuestiones. —Sale de la habitación y él lo sigue sin quejarse más.

—¿Qué? ¿Y yo qué? —Quedo desconcertada.

Me dejan aquí.

Siento unos brazos rodearme mientras estoy de espalda y trago saliva recordando quien faltaba en la habitación. Respiro profundo y espero lo peor.

—Gatita... —susurra en mi oído—. Parece que me quedé a tu cargo. —Me da vuelta para mirarlo y me empuja contra su cuerpo—. Te acabo de salvar, merezco un agradecimiento, señorita policía.

Mis ojos se abren en grande.

—Lo sabías.

—Por supuesto, sé más cosas sobre ti de las que crees. —Sonríe.

—Le mentiste a Hermes. ¿Desde cuándo sabes?

—¡Uf! Hace bastante, hasta sé quién es tu contacto anónimo.

—No puede ser.

Mientras hablo me acaricia el cabello.

—Sí, lo es. ¿Quieres que te cuente más? Sé que te llamas Mercedes Becker, tienes una hermana tres años menor que tú, tus padres fallecieron cuando eras muy chica y vivías con tu tía. ¡Ah! Y eres amante de la justicia mucho antes de que te secuestraran, por eso terminaste antes y eres una sexy policía. —Baja su mano a mi trasero y se muerde el labio inferior—. No sabes cuánto me calienta que seas policía, hasta te pondría una ropita para jugar.

—Me das asco. —Intento apartarme.

—A mí me haces sentir muchas cosas, menos asco. —Me empuja más a su cuerpo y noto su erección—. Deberías agradecerme, puse mi vida en peligro, ubicándome delante del arma de Hermes, todo por ti. —Se acerca a mis labios.

—No me importa tu vida, si te hubieras muerto, sería mejor —exclamo mi opinión, aunque me encantaría verlo tras las rejas, para que sufra todo lo que me ha hecho pasar.

—Huy, qué agresiva, no te comportaste así en la cama la otra vez.

—Me amenazaste con usar tus juguetes. —Frunzo el ceño.

—Cierto. —Mira para arriba, pensando, y vuelve a observarme—. Pero... ¿No vas a decir que no fui gentil, o no? Porque sí lo fui. Nunca había tenido un sexo tan normal, prefiero ser sádico. —Se ríe y me empuja contra la pared, levantando mi pierna—. El problema fue, que vi ese videíto y tu cara excitada me emocionó mucho. Eso sí, me da asco que sea mi hermanito quien te lo produzca.

—¿Sabes cuál es la diferencia entre él y tú? En que yo amo a Eiden y tú me das asco, asco puro. Odio es lo que siento por ti. Ojalá que te duela —digo lo que pienso.

Noto como actúo diferente, mis emociones salen sin guardarse, más delante de Clow. No es buena idea, puedo ver su enojo al escucharme y comienzo a respirar agitada.

Ahora entiendo cómo me comporto, es una mezcla entre mi antigua y la actual personalidad. Siento todo y expreso todo, es malo y a la vez bueno. Pero ya no puedo hacer nada, debo soportar cualquier cosa, si voy a lograr mi misión, debo conseguirlo.

—Eres una maldita zorra. —Me golpea y caigo al suelo—. Haces que me enoje, Gatita. —Se sube sobre mí y aprisiona mis manos—. Te voy a hacer gritar, pero de dolor.

—Haz lo que quieras, no me importa —digo sin expresión en mi rostro, pero mi respiración continúa agitada.

—¿No vas a negar que estás pensando en Eiden?

—Todo el día pienso en Eiden, ¿para qué negarlo? —Yo sola cavo mi propia tumba.

Me observa de punta a punta.

—Hasta llevas su ropa —exclama celoso y presionando sus dientes.

—Tu obsesión por mí me da más asco que tus celos. —Forcejeo.

Él sonríe.

—Bueno, eso es herencia de mi padre, salí igualito a él, aunque no me quiera. ¿Sabes por qué es su favorito, cierto?

Habla de la violación.

—¿Estaba obsesionado con su madre? —pregunto.

—¡Bingo! La violó muchas veces y luego ella se suicidó. Todo esto, mientras engañaba a la mía. Por eso tenemos la misma edad, pero él sigue teniendo favoritismo por su obsesión. Haga lo que haga Eiden, lo perdona y yo quedo como el chico malo de la película, pero ya no importa. ―Sonríe—. Ya acepté mi papel. —Besa mi cuello.

—¡Suéltame, imbécil!

—¿Sabes cuál es la verdadera diferencia entre él y yo? —susurra en mi cuello y luego lo lame—. En que yo soy el monstruo y él es el héroe. Sin embargo, esta es la realidad y en la realidad pocas veces hay finales felices. —Saca un cuchillo de su bolsillo, entonces corta la ropa de Eiden en pedazos. Muchas partes de mi cuerpo quedan expuestas y mis brazos cubren mi pecho sobre la camisa que está destrozada. Respiro nerviosa—. ¿Estás asustada? Qué lástima, debiste haberlo pensado antes de ponerme celoso —dice enojado.

—Lo hubieras hecho igual de todas formas, siempre haces lo que quieres, así que deja de hablar y termina de una vez —lo desafío, no me importa nada—. Ojalá mueras.

Se queda quieto, observándome, luego se sale de sobre mí, me agarra la mano, para levantarme junto a él. Se saca la chaqueta, entonces me cubre, acto seguido toma mi muñeca.

—Vámonos. —Caminamos fuera y se queda callado mientras nos vamos de allí.

—¿En qué piensas, Clow? Creí que ibas a violarme.

Al decir eso se detiene y me mira.

—Hay una diferencia entre mi padre y yo, que yo me arrepiento de las cosas que hago.

—Si te arrepientes, entrégate.

Me importa una mierda su culpa. Si se siente culpable, que vaya a la policía y se entregue, que a mí no me venga con sentimentalismos falsos.

—Lo olvidas, soy el monstruo y el monstruo no piensa, solo actúa. —Sonríe.

La mente retorcida de los mafiosos es muy extraña. 

Perversa Oscuridad: Infiltrada (y Encuéntrame)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora