22: Ataque

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Un segundo...

Un segundo bastó para destruirlo todo.

—¿Eres policía, verdad?

No me da tiempo a responderle porque giro la vista un momento y la puerta explota. Empujo a Eiden fuera de la cama, luego nos cubrimos detrás. Hay humo por todas partes, eso significa...

Explosivos.

Alguien tiró explosivos aquí y entonces me doy cuenta.

Demián.

Por eso no necesitaba vigilarme, iba a hacer otro ataque contra mi ángel. De paso aprovechó e iba a matarme a mí también.

—Maldición, no veo nada. —Miro a Eiden, preocupada—. Lo siento, ¿te duele mucho?

—E... estoy bien.

—No mientas. —Se ve adolorido—. Ahora vengo, voy a averiguar, así puedo sacarte de aquí. —Me detiene, agarrando mi mano, cuando intento levantarme y salir de lo que nos cubre.

—No vayas.

—Tranquilo, sé lo que hago —le indico, sonriendo.

—Entonces es cierto, eres policía. —Respira agitado mientras está tirado en el suelo.

—¿Podemos pensar primero en tu salud y luego en lo demás? —exclamo preocupada, viendo su estado.

Me suelta.

—Parece que no puedo contigo. —Sonríe.

—Gracias.

Me levanto despacio y voy sigilosa hacia el lugar de la explosión. Hay humo por todas partes, sigo sin ver. Me mantengo agachada mientras camino. Al llegar a lo que queda de la puerta, apoyo rápido mi espalda en la pared y espero algún movimiento. Un arma se asoma por la puerta y en un segundo hago una maniobra de manos, para golpear al atacante y quitársela. Lo pateo, este cae y lo apunto.

—Jaque mate —exclamo triunfante. Si pudiera arrestarlo lo haría, pero no estoy en posición de hacer eso—. ¿Viniste solo? —pregunto.

—Trabajo solo —responde enojado.

Analizo lo que dice, reviso el pasillo y no veo a nadie más, suspiro.

—Lárgate —le indico, ya que no veo que tenga ninguna otra arma.

El hombre se va y espero un poco por si vuelve. Aseguro el perímetro y cuando creo que todo está bajo control, escondo el arma y regreso con Eiden.

—¿Qué ocurrió?

—Ya se fue, pero no creo que sea muy seguro estar mucho tiempo aquí. ¿Puedes levantarte? —Pongo su brazo por mi cuello cuando asiente con la cabeza, aunque se nota cansado. Miro sus vendas, están manchadas, seguro la herida se abrió—. Vamos a buscar un médico.

Caminamos por el pasillo y una enfermera se acerca.

—¡Oh, cielos! —Ofrece su ayuda—. Llamaré al doctor.

Llevan a Eiden a otra habitación y lo atienden. Me alivio, tenía el corazón a mil y ahora que lo están auxiliando me tranquiliza un poco.

—¡¿Dónde están los guardias?! ¡Son todos incompetentes! —Reconozco esa voz. Me giro y lo veo. El señor R—. ¿Y tú no estabas en el prostíbulo? ¿Qué haces aquí? —se queja.

—Malya me envió —explico.

—Esa niña haciendo lo que quiere, ya me las va a pagar. —Se toca la mano la cual mi hermana lastimó y que ahora tiene una venda.

—Venganza. —Recuerdo lo que Malya dijo y frunzo el ceño—. ¿Qué le hizo para que quiera vengarse de usted?

Sonríe.

—¿Qué no hice? Sería la verdadera pregunta.

El odio emana de mí, ya quiero verlo tras las rejas. El médico sale del cuarto y me giro, ignorando al adefesio que tengo en frente.

—Está todo bien, no hay nada de qué preocuparse —explica el doctor y ahora si estoy realmente tranquila.

—Más le vale —murmura mientras el médico se retira.

—Su obsesión con Eiden me molesta mucho —opino, no me importa nada.

—Es mi niño, ¿no puedo preocuparme? —Vuelve a sonreír.

—Sabe que su niño lo odia, ¿verdad? —le aclaro, a ver si está tan loco que ni se dio cuenta.

—Por supuesto que lo sé. —Continúa sonriendo—. Es el vivo retrato de su madre, ¿cómo no iba a odiarme? Sería ilógico, ¿no crees?

Se ríe y me doy cuenta.

—A usted le gusta que lo odie.

—Me encanta ver todas sus facetas, hasta la de odio, pero pasemos a otro tema, ¿por qué el culpable del ataque se fue?

¡Maldita sea! Debo encontrar una excusa válida, o quizás...

—Demián me confesó que intenta matar a Eiden. —Cambiemos de tema.

Ojo por ojo, diente por diente. Sonrío. Él me delató antes, yo lo delato ahora.

—¡¿Qué?! —Se sorprende.

—Que estuvo aquí, ¿no le parece extraño?

—¿Estás intentando confundirme? —Analiza lo que digo.

Es cierto, estoy jugando con las palabras, pero mejor ser discreta porque puedo caer yo también.

—Piense lo que quiera —digo sin expresión y él se ríe.

—Buena táctica, pero solo hay una persona que puede ocultar lo que piensa. —Me agarra la muñeca—. Y esa no eres tú.

—¿Qué hace? —pregunto confundida.

—Vamos a dar un paseo.

No me gusta cómo suena eso.

Perversa Oscuridad: Infiltrada (y Encuéntrame)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora