24: Persecución

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Viajando en el automóvil de Hermes, él se mantiene callado. Las calles no se ven, está oscuro y el polarizado no ayuda. Lo miro de refilón una y otra vez, no reacciona en ningún momento. Su mirada sin alma se mantiene en el camino, aunque siento como si estaría atento a todo. No debo demostrar miedo, no me va a acobardar, iré con sutileza, sin delatarme y averiguaré que tan peligroso es. Necesito cerciorarme de muchas cosas.

—Pareces un asesino profesional —sugiero, sin embargo, no responde a mi acotación y decido continuar hablando—. ¿Eres tan malo como ellos, cierto? —refiriéndome a su familia, no creo que haya que aclararlo.

—Intentas sacarme información —indica y me sorprendo.

Es demasiado rápido, no fui muy sutil o él calcula todo en un instante.

—No —aclaro—. Solo me preocupo por Malya.

—No deberías. —Sigue sin mirarme y continúa concentrado en el frente.

—¿Por qué no? —Me enojo y al ver que no responde vuelvo a hablar—. Eres uno de ellos, un mafioso, una persona turbia y hasta de seguro un violador. —Admito que me aleje un poco de las ramas con el tema policiaco y salte directo a la hermana protectora—. ¿Y? ¿Y qué respondes a eso?

—Las tres primeras cosas son ciertas, la última es incorrecta. Jamás he forzado a una mujer, ni mucho menos a Malya. Soy incapaz de hacerle daño a mi esposa. —Nos detenemos en el semáforo y me mira, lo que me resulta estremecedor—. Como ya dije, no deberías preocuparte. Yo que tú, me preocuparía por tu vida y no por la de ella, porque mi mayor pecado es asesinar y en eso, no me importa el género. Hombre o mujer, vas a morir igual.

—Soy su hermana, ¿no crees que le harás daño si me matas? —me atrevo a preguntar.

—No lo sé. ¿Quieres averiguar? —Pasa su mano bajo el volante y saca un arma de allí. Un escondite perfecto. Este auto debe estar lleno de ellos y mis nervios aumentan. Me quiere matar. Arranca y continúa camino cuando el semáforo cambia—. Agáchate —ordena.

—¿Qué? —digo confundida.

—¡Ahora! —indica y aumenta la velocidad.

Bajo la cabeza como me dice y oigo un disparo. Me sorprendo ¡Le acaba de disparar al de adelante! ¡¿Por qué?!

—¡¿Estás loco o qué te pasa?! —grito nerviosa.

—Nos rodearon. —Da la vuelta completa al volante y hace un giro impresionante cuando dobla. El automóvil que teníamos adelante retrocede y nos sigue. Otro auto se suma, más dos motos más—. Esto va a estar movido. —Gira otra vez el volante cuando disparan y esquiva los tiros a toda velocidad.

¡Esto es una persecución! ¡Estoy en una maldita persecución!

—¡¿Pero qué rayos?! —Vamos muy rápido y Hermes rompe todas las leyes de tránsito posibles. Obviamente, los que atacan también—. ¡¿Quiénes son esos?!

—Lo descubriré cuando los acabe.

Gira nuevamente y dispara su arma al motociclista que ahora ha terminado muerto en el suelo. Una maldita e impresionante puntería. ¡¿Quién hace eso a tanta velocidad?!

—¡¿Vas a matarlos a todos?! —cuestiono alterada.

Entretanto siento como el cinturón de seguridad me aprieta por la rapidez en que ha frenado y ha arrancado nuevamente para deshacerse de otro, aunque vienen más.

¡No sé de dónde salen! ¡¿Cuántos son?!

—Eso dije —indica.

Continúa moviendo los cambios, graduando el nivel en el que maneja el auto. Pasa su mano tras el asiento y me sorprendo al ver que saca. No es una pistola, es una granada.

—¿Qué vas a hacer? —pregunto, pero no responde.

Quita el seguro, de esa cosa que es tan peligrosa y la tira por la ventana. Entonces lo oigo, escucho el estruendo. No había civiles por ahí, ¿cierto? Espero que no. Continúa manejando y noto como mira por el espejo retrovisor. No puede ser, ¡el primer auto sigue persiguiéndonos! Parece que el conductor es bastante bueno en lo que hace. Son todos unos malditos delincuentes.

Veo como Hermes vuelve a girar el volante y sigue cambiando el camino una y otra vez. Se nota que está planeando algo, ¿pero el qué?

Nos acercamos a un puente corredizo, se está levantando. ¡No bromees! Lo calculó. Aumenta la velocidad.

—¡¿Estás loco?! ¡Vas a matarnos! —grito nerviosa.

Admito que esto me supera, nunca soy yo la perseguida, sino la que persigue. Ahora ya sé lo que se siente y maldita sea, no me gusta nada.

—El que no arriesga, no gana —dice sin expresión y sigue con el pie en el acelerador.

El corazón me va a mil por hora, el auto está en el aire, la adrenalina me supera y es hora de caer.

Siento el choque del piso con la chapa del auto, mi cuerpo se mueve todo cuando termina de pisar el suelo. Un suspiro sale de mí cuando detiene el coche y observa como el otro se choca con el puente, causando otra explosión que se oye en todo el lugar.

Hermes levanta su celular y marca un número. Apenas le contesta ordena algo.

—Necesito una limpieza y una profunda, son ocho. —Habla de borrar la evidencia. Espera, ¿ocho? Hasta los contó. Levanta la vista—. Espera, son once.

—¿Eh? —Observo para donde está mirando.

Tres hombres se acercan con armas caminando hasta nosotros.

La parca se prepara para hacer su trabajo otra vez, arranca el auto, le dispara al que reacciona primero con su arma y arrolla a los otros dos. Vuelve a detener el vehículo y levantar su teléfono.

—Sí, once. —Le corta al del otro lado de la línea, que esperó que incluso volviera a hablarle y solo indicarle eso, aceptando tal aberración.

—No eres humano —le digo respirando agitada y con miedo.

—O matas o te matan, una simple ecuación. —Me mira otra vez y me sobresalto al cruzarse nuestras miradas. Su vacío es tan grande como su alma llena de oscuridad—. Aunque, no creo que lo entiendas.

—Comprendo completamente la ecuación, pero no es la manera.

—Entonces, debí haber dejado que nos mataran. —Juega con mis palabras, bastante listo. ¿Qué más artimañas tiene escondidas?—. Si querías morir, me lo hubieras dicho.

—No es lo que dije.

—Las persecuciones siempre terminan en muerte. —Sale del coche.

—¿A dónde vas? —pregunto confundida.

—A averiguar cuál de mis enemigos quiere matarme.

Se acerca a uno de los cuerpos y lo revisa. Su rostro sigue sin expresión y mira cada bolsillo, hasta dar con una tarjeta. Luego regresa al auto.

—¿Y? —consulto—. ¿Descubriste qué enemigo quiere matarte?

—No, pero está persona me lo va a decir. —Se guarda el pequeño papel en la guantera.

—¿Quiere decir que vas a torturar a alguien? —Frunzo el ceño.

Me vuelve a mirar y nuevamente siento que mi vida pende de un hilo.

—Te estás tomando demasiada confianza, cuñada.

Deja de observarme directamente a los ojos y arranca el automóvil para volver al camino del principio. Como si no hubiera pasado nada, volvemos al silencio y no sé si obtuve algo de esto, pero lo que sí sé, es que mi posición de infiltrada ante él todavía sigue oculta, para mi buena suerte.

Perversa Oscuridad: Infiltrada (y Encuéntrame)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora