1: Desconocido

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Merche

Se escucha un disparo.

Corro a toda velocidad por ese callejón persiguiendo al delincuente, maldito desgraciado, lo agarré con las manos encima de una pobre chica y se me escapó. De esta no se salva, juro que no se salva.

—¡Alto ahí, policía! —Lo visualizo, pero sigue corriendo. Lo mato, quiero matarlo, odio a los malditos violadores. Si hubiera una ley para cortarles el pene a estos desgraciados, yo sería la primera en firmar.

Lo sé, suena bastante sádico lo que digo, pero es la realidad, todos dicen que hay que matarlos y dejarlos en una cárcel para que se pudran. Yo no digo que no, pero deberían cortárselos, así saben lo que esas pobres mujeres perdieron, la dignidad, la humanidad y hasta algunas la cordura.

Mi nombre es Mercedes Becker y yo no he perdido eso, he perdido mucho más, hasta creo que ya no siento, no siento nada.

—¡He dicho que te detengas! —Lo estoy por alcanzar y una vez que lo haga, sufrirá las consecuencias. Nadie se mete conmigo, no, ya no más.

Cuando tenía diecinueve años fui secuestrada con mi hermana Malya. Ella tenía diecisiete en esa época, ahora debe tener veintidós y aún no sé nada sobre ella, ni de su paradero, ni si está viva. Tengo esperanzas de que no la hayan matado y recuperarla, salvarla. Rescatarla como me salvaron a mí hace dos años. Tarde un año en recuperarme y salir de la oscuridad en la que mi cerebro me dejó, sé que Malya también puede hacerlo, lo sé.

—¡Te tengo! —Detengo al malnacido que cae al suelo y le pongo las esposas.

—Tranquila, preciosa, no hice nada. —Sonríe en aquel piso frío. No le importa, son todos iguales, los violadores siempre son así.

—Eso díselo al juez, porque yo no te creo nada. —Frunzo el ceño y guardo el arma.

—¡Merche! —Escucho a mi compañero llegar, como siempre, tarde.

Lo fulmino con la mirada.

—No puedes llegar un poquito más temprano, William. ¿Crees que los delincuentes te van a esperar? —Lo miro fijo a los ojos, hace un año no podía ni cruzar la mirada con un hombre, creía que me harían daño, luego empecé a distinguir, a los hombres de los depravados. Aunque sin ninguna emoción.

¿Qué quiero decir? He tenido parejas luego de lo ocurrido, incluso sexo, pero jamás lo he disfrutado como cuando me sentía normal. Ni me da asco, ni me da placer, como dije, no siento nada.

William se ríe.

—Lo siento, no merezco tu perdón.

—Llévatelo y deja de hacer el tonto. —Señalo al violador y me giro para irme.

—Nunca una sonrisa. —Lo oigo quejarse de mi actitud fría frente a él. Aunque la verdad es con todos, porque me he convertido en esto y ya no puedo cambiarlo, pero no me lamento, solo lo acepto. Prefiero serlo, antes de volver a ser esa chica que rogaba, lloraba y pedía algo de afecto, humanidad o como quiera que se llame. Ya no soy una gatita, soy una tigresa y esta tigresa tiene sus garras.

Me dirijo a mi casa, mañana será "el gran día". Entraré en ese maldito lugar otra vez. El plan es simple, conseguir la información, lo que es difícil es infiltrarse en ese horrible sitio. La red de trata de personas, en este caso mujeres, mujeres que son obligadas a la prostitución. Se ha conseguido un contacto para entrar, un contacto anónimo, está dispuesto a solo dar la entrada del objetivo, nada más ni nada menos, lo demás va por nuestra cuenta. Debo descubrir la localización a la que soy enviada, los demás lugares a donde son llevadas aquellas pobres chicas y encontrar nombres que puedan servir para la investigación. Si los descubro podremos arrestar a unos cuantos asquerosos y lo más importante, lo que va por mi cuenta personal, recuperar a mi hermana.

Perversa Oscuridad: Infiltrada (y Encuéntrame)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora