30: Regreso

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Han pasado los días, esta tarde me darán el alta. Eiden hizo lo que me dijo y se entregó a las autoridades. Vuelvo a estar sola. Por otro lado, Danaya sigue en observación, aún su pequeño cuerpito está en riesgo y pensar que me tengo que ir del hospital me pone nerviosa. No quiero apartarme de ella.

Oigo golpecitos en la puerta y levanto la vista, al verlo, sonrío.

—Hola, jefe —lo provoco.

—Merche, no me digas jefe, me haces sentir viejo. —Se ríe William y se acerca a sentarse a mi lado.

—Estoy sin placa, pero para mí sigues siendo mi superior.

—No, ya no más. —Mete la mano en el bolsillo y la saca de allí—. Bienvenida nuevamente a la fuerza policiaca. —Me la devuelve.

Me acomodo para ponerme sentada en la cama y mi sonrisa aumenta.

—¿De verdad?

—Por supuesto. —Sonríe, pero luego suspira—. Lo siento, debí haber confiado en ti, quizás si yo no hubiera...

—No, no, no —repito—. No empecemos con las culpas. —Muevo la mano—. Lo pasado pisado. Además, no hubiera cambiado nada, Clow se metió a mi casa y yo me olvidé el arma ahí. No tiene nada que ver con la placa.

—No sé, por ahí ese día te acompañaba a tu casa, en vez de ser un amarrete —aclara.

—Olvídalo.

—De acuerdo. —Fuerza una sonrisa.

—Desde ahora soy la policía mala, así que deja de lloriquear —lo vuelvo a provocar y él se ríe.

—Vale, policía mala. Por cierto, ¿quién te acompaña en tu alta?

—Sola, yo puedo. —Muevo los hombros.

—No se hable más, yo te ayudo —aclara, determinado.

—No hace falta.

—No discutas con tu hermano mayor.

Frunzo el ceño.

—No eres mi hermano mayor.

Se cruza de brazos.

—Ay, qué mala, y yo qué pensé que era casi de tu familia. ¡Uf! De lo que me acabo de salvar, ¡qué bueno! —bromea y levanta los brazos.

—De acuerdo. —Ruedo los ojos—. Eres mi hermano del alma. Vale, pero no eres el mayor.

—Pero si te llevo tres años de diferencia.

—En cerebro no —exclamo con orgullo.

Se ríe.

—En eso te tengo que dar la razón, soy torpe.

—Para lo que quieres —le aclaro.

—Venga, dame un abrazo. —Me abraza.

—Sí, sí, basta de cariño que me ahogo.

Me suelta.

—Perdón —dice avergonzado—. Bueno, esta tarde te busco y... —Su celular suena—. Un segundo. —Lo mira y se queda tildado, observando el número. Le quito el celular, dándome cuenta de quién es—. ¡Hey! —Se sorprende.

—Adiós, Julia. —Le desvió la llamada a su ex—. Ya deja eso, te haces daño. —Le devuelvo el teléfono—. Bórrala de tus contactos.

Perversa Oscuridad: Infiltrada (y Encuéntrame)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora