16: Gatita

2.4K 230 19
                                    

Merche

Luego de mantenerme encerrada en la habitación, no sé por cuanto tiempo, escucho que habla por teléfono y no sé con quién. Rato después, me saca de allí, me obliga a ir a su auto y arranca a toda velocidad. Clow no habla conmigo en ninguno de esos momentos. Creo que lo arruiné, empeoré todo. Ni idea cómo, pero algo me dice que a dónde vamos no es un lugar bonito.

Frena de repente.

—¡Maldito loco! ¡¿Qué te pasa?!

Grito, aun así, me ignora y vuelve a arrancar. Está pensando, pensando demasiado creo yo. Esto va cada vez para peor. Toco mi vientre y solo puedo rezar para que no le pase nada a mi beba.

Al fin estaciona, pero ahí se acerca la maldad pura, a la ventanilla del automóvil.

—Hijo. ¿Qué te trae por aquí? —Sonríe L.

—Deja de bromear, si ya sabes, llévatela. —Me señala.

Ahora entiendo, con ella estuvo hablando por teléfono.

Estoy perdida.

—¿Y qué quieres que haga con ella? —juega, parece que se burla de mí, porque me mira con esa sonrisa socarrona.

Maldita bruja.

—Mátala, véndela, quémala, ¡no me importa! Quítamela de encima ¡Haz lo que quieras, pero no la quiero cerca!

Y Clow acaba de explotar en todos los sentidos. Vale, ya me asusté. ¡No puede estar hablando en serio! ¡¿Dónde quedó su obsesión?!

L hace una señal y un guardia me baja del auto.

—¡Clow, no puedes dejar que me mate! —Cielos, le estoy rogando a un imbécil.

—Pues lo hubieras pensado antes. —Arranca el coche y se va.

Su madre se ríe.

—Me facilitaste las cosas, Gatita. —Luego mira al guardia—. Llévala al cuarto de tiros, vamos a deshacernos de ella ahí —se burla y su siervo hace lo que le pide.

¡Maldita sea!

Me atan a una columna, estoy en el lugar de los blancos. Veo como L carga su arma, entonces el miedo se apodera de mí. Forcejeo con las cuerdas que tiran mis manos hacia atrás. Oigo mi corazón latir rápido y mis ojos se humedecen.

Mierda, voy a morir.

Perdóname, Danaya, no pude protegerte.

Siento la tensión y cierro los ojos, haciendo que mis lágrimas caigan enseguida. Las cuales ya no puedo detener. No soy de llorar, pero esto me supera.

Eiden.

Presiono mis ojos con fuerza cuando aparece su imagen en mi mente y pego un grito cuando escucho el tiro.

—¡Clow! —Oigo gritar a L y abro los ojos—. ¡¿Pero qué haces?! —La mano de ella está sangrando, aunque tiene una cara de furia en su rostro, que parece incontrolable.

Giro la vista y veo a su hijo, bajando el arma, respirando agitado. Al parecer se arrepintió y vino corriendo. ¿Acaso es temperamental? Bueno, no puedo descartar esa teoría, después de todo está loco. Por suerte para mí, su obsesión está de mi lado por esta vez.

—No toques a mi gatita.

—¡¡No puedes cambiar de opinión como si nada!! —grita L, aún con el dolor que parece que la está matando en su mano.

—¡¡Cállate!! —exclama furioso.

Clow entra a paso veloz al campo de tiro, desata mis manos y tan rápido como vino me saca de allí, ignorando todas las quejas que pronuncia su madre.

Me sube al coche, esta vez en el asiento del acompañante, aunque sigue callado como antes. Eso me preocupa, quizás decidió matarme él mismo. Maldita sea, estoy demasiado nerviosa para pensar, me refriego los ojos e intento calmarme. Me pongo el cinturón de seguridad cuando al fin arranca.

—¿A dónde vamos? —me atrevo a preguntar, viendo que no estamos yendo en dirección a su casa.

—Voy a matar a Stella —me responde, pero creo que lo dice más para sí mismo.

Cierto, él piensa que todo esto es su culpa porque ella fue en primer lugar quién nombró a "esa persona".

—No deberías hacer esto —le advierto.

Sonríe.

—Yo hago lo que quiero.

—Puede que Stella sea una idiota, pero no puedes decidir matar a alguien en justicia propia, está mal —exclamo sin expresión en mi rostro.

Recuerdo que esto se lo dije a Malya. Creo que empiezo a ser repetitiva y encima no sirve aclarárselo a un loco delincuente. ¿Para qué gasto saliva si no me escucha?

—¡Cállate, señorita policía! —pronuncia molesto—. Voy a matarla y fin de la conversación.

—Vas a matarla a ella y no matas a Guillermo Gallagher, creo que no está bien la ecuación. —Vale, no debí haberlo nombrado. Frena el auto de repente y el vehículo de atrás se queja, pero logra esquivarnos—. ¡¿Estás loco?! —le grito y me agarro el vientre—. ¡¡Vas a lastimar a mi hija con tu estupidez!!

Comienza a reír como el psicópata que es y luego hace una sonrisa retorcida al mirarme.

—Guillermo Gallagher está muerto, Gatita, bien en el fondo con los peces. —Luego frunce el ceño—. Y deja de decirme qué hacer, yo soy el que da las órdenes aquí, ¿entendiste?

Maldito desgraciado, qué bueno que nunca sentí ni sentiré lástima por él.

—¿Lo mataste, entonces? —continúo la conversación, no me importa nada—. Pero... —Me pongo a pensar—. Stella dijo...

Vuelve a sonreír.

—Escuchaste toda la conversación. Por eso dicen que los gatos son traicioneros. Qué mentirosa eres. —Aunque está sonriendo, se demuestra molesto con su tono de voz—. Okey, te diré. El pederasta ese, yo no lo asesiné, me hizo el favor alguien hace unos meses. Todos creen que está vivo, claramente, porque el señor del camuflaje hace su trabajo a la perfección. Por eso es tan anónimo, ¿no? —se burla.

¿De qué habla?

—¿Quién...?

Me interrumpe.

—Tengo una deuda con el Señor S, supongo que iré al infierno muy pronto.

Señor S. Otra vez oigo de él, el Supremo Señor Letra. Algo me dice que si logro salir de este infierno y seguir con mi investigación, ese hombre me traerá más problemas que el propio Clow. Pero no me importa, a ese también lo voy a meter tras las rejas, cueste lo que me cueste, todos van a pagar.

Perversa Oscuridad: Infiltrada (y Encuéntrame)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora