Gennovive Romanov pertenece a una familia de mortifagos Rusa. Toda su vida ha sido planificada, se casará con Jacobbo Smirnof, hijo de uno de los sirvientes del Lord, tendrá hijos y se unirá a la causa cuando el señor Oscuro regrese.
Pero sus plan...
Cuando Severus entró a la enfermería las manos le temblaban de nerviosismo, sus ojos picaban y sentía la adrenalina correr por sus venas... su hijo había nacido.
Nunca había pensado en ello, en ser padre, esa era una de las cosas que el dolor y los años habían evaporado de su alma. Hasta que llegó ella, con su pasado oscuro y su sonrisa de princesa, desafiándolo sin miedo y dándole lo que nunca pensó que tendría.
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Genn estaba acostada en la primera camilla, pálida y ojerosa... sudada del esfuerzo mientras sostenía a una criatura entre sus manos con recelo, como si nunca hubiese tenido a un bebé entre sus brazos antes.
Y de hecho era así, allí Severus pensó que era la mujer más hermosa del universo, que él era probablemente el imbécil más suertudo de la tierra. Ni siquiera recuerda haber caminado hacia ella, su cuerpo se mandaba solo, cuando vino a ver estaba frente a frente con el rostro del bebé.
De su bebé.
Tragó en seco varias veces para recomponer su expresión, pero era inevitable, era tan hermosa... una preciosa niña.
— ¿Quieres sostenerla? — la voz de Genn le saco de su letargo.
—Sí—susurró ronco, con torpeza Genn la puso entre sus brazos, Severus sonrió observando la perfección de su hija, impresionado de que alguien como él hubiese engendrado algo tan bello. Gracias a Merlín te pareces a tu madre, pensó divertido acariciando con miedo la respingona y recta nariz de su bebé.
—Es preciosa—añadió Genn.
—Lo es—concedió Severus impresionado, meciéndola levemente, su hija dormía placida entre sus brazos.
—No había pensado en nombres de niña—susurró divertida—. ¿Qué opinas?
—Cualquier nombre será bello en ella—musticio mirando los ojos cansados de su esposa—. Duerme Genn, yo cuidaré de ella—prometió pero Genn negó nerviosa. —. ¿Qué?
—Tengo miedo.
— ¿De qué?
—De que al despertar ella ya no este... de que me la quiten cómo a...—no pudo terminar de hablar antes de estallar en llanto.
Severus tragó en seco, sintiendo el dolor en las palabras de su esposa.
—Nada va a pasarle a nuestra hija Genn—prometió solemne—. Yo estaré allí para protegerla—añadió—. Para protegerlas a ambas, Siempre.
Genn sonrió al sentir una de las manos de su esposo enlazarse con la suya, e inevitablemente se quedó dormida, sabiendo que Severus no se movería de su lado
