14. Acerca de mi

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Aún no estaba suficientemente obscuro... si era verdad que el Fantasma de la Ópera podía estar en cualquier parte, entonces para estar segura, buscaría el lugar más obscuro, escondido y lúgubre para llamarlo.

La escucharía, ¿no es así? Pensó en cientos de pasillos conectados de alguna manera, por los cuales viajaban todas las voces del Palacio hasta oídos de aquel Espectro... ¿Porqué entonces no había notado que se llevaban a su gata? Fleur miró a Gabriel que caminaba junto a ella, en silencio... preocupado... jamás lo había visto así antes...

-No te preocupes, Gabriel, a juzgar por sus cartas, creo que este Fantasma puede entender razones, no perderás a Ayesha.- dijo con una sonrisa condescendiente y alborotándole un poco el cabello.

-Pero... ¿si es suya?- Gabriel había estado preocupado y triste desde que Fleur había hablado con el maestro de coros, y había comprendido la razón por la que estaban en el Palacio... ni siquiera había podido reírse de aquel relato en que ese señor con quien compartía nombre, había tropezado, rodado por las escaleras, golpeado y sangrado por haber visto un esqueleto en frac... le hubiera causado miedo si el esqueleto lo hubiera perseguido, pero solo había pasado caminando por ahí, eso le convirtió el relato de terrorífico a cómico.

-¿Y si la extraña?- completó la pregunta el angustiado niño –Creo que este Fantasma es real, y debe ser suficientemente triste ser un fantasma para además perder a tu mascota...-


Fleur miró enternecida a Gabriel. Mientras ella estaba preocupada porque se hiciera pública su verdadera identidad, a Gabriel le preocupaba que el mismo Fantasma estuviera preocupado y triste por un gato.

-No te preocupes.- murmuró la joven acariciando el cabello del pequeño –Hablaremos, y lo arreglaremos todo.


Mientras tanto, el Sol ya llenaba de luz las calles de Paris, con la alegría y bullicio habituales.

Llegaban a la calle de San Honorato dos figuras contrastantes que llamaban la atención al pasar: una joven con pantalones y sombrero de hombre, y la imponente figura de Cyrano de Bergerac, perfectamente conocido por esos rumbos. Aunque la novedad de que Cyrano estuviera acompañado por una jovencita, y que éste la mirara de vez en vez con un dejo de tristeza mientras ella mantenía la cabeza baja, resultaba más intrigante aun que una mujer con vestimenta de hombre.

La puerta de la popular pastelería de Ragueneau se abrió con un firme empujón, y la fuerte voz de Cyrano emitió un saludo que hizo que todos los poetas ahí reunidos giraran la cabeza, y con la boca llena de dulces delicias, respondieron con la mayor informalidad y desaliño.
Canelle sonrió mirando el lugar. Nadie le había dedicado una mirada reprobatoria, aunque algunos la miraban con legítima curiosidad.

-¡Ea!- exclamó uno de los poetas, acercándose con un par de bollos calientitos en las manos -¡Esto sí que es singular! ¿Quién es vuestra bella acompañante?-

Canelle bajó la mirada, apenada, Cyrano le presentó sencillamente, y el poeta regresó a su desayuno.

-Encajaras aquí, ¿lo ves?- dijo Cyrano sonriendo, dándole una palmadita en la espalda a la chica –Mientras dure, por supuesto.- se acercó a ella y adoptó un tono mas confidencial –Los pasteles que ves ahora son menos de la mitad de los que hubieras visto hace un mes, todos tenemos por seguro que este lugar no permanecerá abierto ni dos semanas mas, por eso te traje...-


Se llevó el índice a los labios antes de guiñarle un ojo, con lo que Canelle comprendió que debía ser prudente respecto a lo que acababa de escuchar. Echó un vistazo al lugar... se veía bastante miserable y sería sumamente triste sin los bullangueros artistas. Aun así, los pocos pasteles que ocupaban los aparadores lucían irresistiblemente tentadores, y Canelle sintió la vaga sensación de que ya había sentido ese apetito por cosas dulces exactamente igual alguna vez... no... no podía ser... se esforzó entonces en imaginarse el lugar lleno de panes, pasteles y dulces similares... y el recuerdo de un rostro regordete y afable irrumpió en su memoria.

-¡Oh, cielos!- exclamó bajito... tal vez... esa calle... esa pastelería... -Cyrano... creo que no debería estar aquí...-

-¿De qué hablas? A Ragueneau le fascinará conocerte.- Cyrano no podía más que sonreírle -¿En dónde estará?-

Y precisamente en ese momento, el famoso pastelero salía de la cocina, regañando a un muchachito que traía unos pollos ensartados a punto de caerse. Al voltear la mirada y ver a su amigo aun en la puerta, se dirigió hacia él.

Ragueneau entonces reparó en su joven acompañante, que lo miraba con los ojos bien abiertos, como si se esforzara en reconocerlo, pero él nunca la había visto... ¿o sí?


Mientras la distancia se acortaba entre ellos, ambos se miraban intentando reconocer las facciones del otro, y de pronto, a fuerza de observar, Ragueneau descubrió en aquellas facciones ahora juveniles, un rostro infantil... y asustado...

-¡CANELLE!- exclamó atrapándola en un abrazo, del que la joven no pudo alcanzar a escapar (aunque claramente lo intentó).

-¡AAAAAAH! ¡Lo siento, lo siento, no lo he vuelto a hacer, de veras! – gritó la joven aterrada, tratando de zafarse de aquellos brazos con desespero.

CONVERGENCIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora