13. Escribir, por ejemplo.

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Estimado M. Fantasma...

-¡Ay, no es posible!

Se dijo a si misma Fleur Blanche, borroneando el "Estimado". Hizo una bolita compacta con la hoja que terminó en el cesto de basura y tomó otra.

M. Fantasma.


Agradezco lo correcto y caballeroso que ha sido usted con su anterior misiva, y lo menos que podía hacer era corresponderle de la misma manera. Pero me temo que estamos atorados en un predicamento. Gabriel ya se ha encariñado con Ayesha, y es una crueldad quitarle un gato a un niño.

¿Salmón y caviar, dice usted? Por experiencia propia puedo decirle que con hambre lo que sea es bueno, Ayesha ya comerá.

Respecto a la discreción... nos conviene a ambos, ¿cierto? Y si puede usted confiar en mi discreción, me gustaría citarme con usted en algún momento para discutir nuestros asuntos: el destino de Ayesha y como se enteró usted de la identidad de Selene.

La correspondencia sin duda es elegante, pero me gustaría asegurarme de que estoy hablando con El Fantasma de la Ópera y no con alguien que finge serlo.

¿Será posible?

Queda de usted, entonces.
Fleur Blanche



Llevaba ya todo el día escribiendo esa carta, haciendo únicamente una pausa mientras volvía a casa y no dejaba de parecerle una ridiculez. ¿Pero qué más podía hacer? ¿Regresar al gato dejándose chantajear, si era un farsante? Sin duda, la idea de que realmente El Fantasma de la Ópera estuviera en contacto con ella era más que interesante, una oportunidad así no podría desperdiciarse, aunque tuviera que guardar discreción.

Dobló la carta y la metió en un sobre... y se dio cuenta de algo. ¿A dónde tenía que enviarla? Su próxima visita al Palacio de la Ópera resultaba urgente... pero era ya más de media noche, y no era del todo seguro andar por las calles de Paris. Además, quería explicárselo a Gabriel; no explicarle las cosas sería insultar la inteligencia del niño.



El bullicio de los tramoyistas despertó a Canelle, y un par de palabras que pudo entender le informaron que se había perdido el desayuno. Había dormido de más.

Unos minutos después caminaba por los pasillos, había descansado esplendorosamente y la pérdida de la primera comida no le pareció tan terrible, incluso se había sentido de humor para ponerse aquél sombrero que podría tener malas pulgas, y soportar las burlas que una chica con sombrero de hombre levantó entre sus compañeros.

-Ignóralos, se necesita cabeza para llenar un sombrero.

Canelle volteó contenta, el ritual de invocación que había intentado al ponerse aquél sombrero había funcionado. Cyrano la miraba desde el pasillo tangente con su habitual sonrisa de autocomplacencia. Caminó hasta donde él estaba y lo saludó.

-Muchas gracias.- dijo ella, agradeciendo el cumplido -¿Qué te trae por aquí?

-Necesito escapar. ¿Me ayudas?- respondió Cyrano con una mirada cómplice –Mi amigo Ragueneau está hundido en la tristeza porque su esposa lo ha dejado, y Christian me ha pedido hablar conmigo hoy. Necesito estar con alguien que no ruegue por mi ayuda.


-Quedarme callada es mi especialidad.- afirmó Canelle con orgullo –Y tengo entendido que hoy tenemos el día libre, voy contigo.


Canelle salió junto a Cyrano, siendo presa de las miradas de toda la gente que había a su paso.

De alguna manera, se sintió apabullada... como si todas aquellas miradas le reprocharan, o envidiaran, o recriminaran algo... nunca había sido importante para nadie excepto por su fuerza y habilidad para el trabajo, y sabía que todos le tenían cierto rencor por haber sido traída al Palacio por José Buquet. Salir ahora junto a un caballero que no pertenecía a la comunidad del Palacio, sin duda resultaba poco aprobatorio.

Pues bien, ante tal diluvio de miradas, el ánimo de Canelle terminó en el suelo para cuando habían cruzado la puerta del Palacio... caminó en silencio junto a Cyrano, quien no había notado nada, y caminaba por las empedradas calles con su altivez habitual.



-¿Salió? ¿Cómo que salió?

Fleur Blanche no había contemplado la posibilidad de que una tramoyista saliera del Palacio.

No podía pensar en nadie más que pudiera ayudarle a encontrar al Fantasma, todos los demás lo tenían por tema de burla, terror o indiferencia.... Excepto...

Se dirigió a donde el coro ensayaba.


Después de responder una descarada mirada de odio de un adornado caballero que antes caminaba pavoneándose por la calle con una sonrisa, Cyrano volteó a mirar a Canelle con gesto triunfante... y se dio cuenta de que ella estaba más bien ausente...

-¿Qué te sucede?- preguntó confundido, estaba muy animada cuando la encontró.

-Nada.- respondió Canelle tras un sobresalto, se dio cuenta de lo ida que debía verse al mirar la expresión preocupada de su acompañante. Sonrió sin mucha convicción, estaba ahí para acompañarlo y hacerlo olvidar los problemas, no para argumentarle los suyos.

Comenzó a silbar fingiendo despreocupación, adelantándose con un par de brinquitos.

-¿A dónde vamos?- preguntó sonriente, aunque en realidad el destino no le importaba.

Demasiado tarde... a Cyrano le había quedado claro que su amiga no estaba bien.


-A la pastelería de Ragueneau, ¿nunca has ido?- dijo contento, indicándole el camino con un movimiento de cabeza.

-No... nunca...- respondió Canelle después de titubear un rato, siempre le había sonado familiar el nombre del famoso pastelero.

-Tiene los mejores pasteles de Paris, no hay manera de estar triste si los comes.- explicó él con entusiasmo, apresurando el paso y alcanzándola.

-Yo no puedo estar triste si estás conmigo, Cyrano.- dijo Canelle sin mirarlo.

Cyrano no dijo nada, se colocó junto a Canelle y ambos caminaron en silencio.

CONVERGENCIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora