30. Movimientos inesperados

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Gabriel cabeceaba de sueño en la barca, había sido un día largo y pesado y aún debían regresar a Ayesha a su casa, a Fleur le sorprendía que para el niño todo hubiera sido diversión aquella noche, todo aquello ya se había vuelto su estilo de vida.

La barca atravesó el lago en silencio. Demasiado silencio, en realidad.

-La sirena no ha cantado.- dijo Fleur sin pensarlo, no había tenido que sacar la campanilla de plata y la casa ya se veía muy cerca, totalmente extrañados de desembarcar sin haber tenido que usar el artefacto tocaron a la puerta y esperaron.

Más silencio.

-No está en casa.- observó Gabriel tallándose los ojos enfurruñado por el sueño.

-Entonces Ayesha dormirá con nosotros hoy.- afirmó la periodista, era muy tarde y no quería que el niño se desvelara aún más.

Subieron a la barca y regresaron, la sirena de nuevo no cantó. No cantaba cuando volvían de la Casa del Lago, pero al no haberlo hecho de ida esperaron que tal vez...

Fleur sintió un escalofrío al comprender la verdad sobre "la sirena".


Cyrano volvió a su casa sin pensar, sin sentir, nada más que rabia oprimiéndole el pecho, ni siquiera se dio cuenta de que la luz interior estaba encendida hasta que cruzó la puerta y una figura que no pudo reconocer se lanzó sobre él.

-¡Primo!

La voz de Roxana lo hizo regresar a la realidad violentamente, ¿dónde estaba? ¿Había caminado a casa de su prima? No, estaba en su casa. ¿Qué hacía ella ahí? ¿Cómo había entrado?

Sentado a unos metros Ragueneau lo miró de una manera en que nunca lo había hecho antes, con demasiada seriedad para el pastelero bonachón al que estaba acostumbrado. Le sostuvo la mirada un segundo antes de levantarse y dejarlos solos.

-¿Qué pasa?- preguntó Cyrano alarmado, Roxana se aferraba a él como una náufraga recién rescatada mientras lloraba escandalosamente.

-¿Porqué no me lo dijiste?- alcanzó a decir -¿Porqué no me lo dijeron?

El Cadete te puso tan pálido como un albino. No podía ser, no podía saberlo, ¿cómo podría?

-¿De qué hablas?- preguntó fingiendo no entender, tal vez realmente era otra cosa, cualquier otra cosa, todo menos eso, por piedad.

-¡No finjas!- reclamó Roxana soltándolo al fin, dando una patada en el suelo y mirándolo con furia -¡Ya me viste la cara de tonta demasiado tiempo!

-Roxana, prima, yo... nosotros...- balbuceó tratando de acomodar sus ideas, demasiadas cosas para una sola noche, se sintió mareado y débil.

¿Cómo podía luchar cien a uno y dos mujeres en menos de dos horas lo hacían sentir de esa manera?

No podía contra eso, no podía contra esa cabecita rubia, contra esos ojos ante los que había cedido todo desde niño.


-Escúchame.- comenzó a explicar -Christian y yo pensamos que era lo mejor para ti.

-¿Engañarme?- atajó Roxana.

-Darte lo que tú querías.- respondió Cyrano con seriedad -Toda mi vida, era lo único que de verdad había deseado, darte todo lo que quisieras.

-¿Habías?- preguntó Roxana tratando de comprender.

"¿Había?" se repitió él para sus adentros, ¿porqué no estaba hablando en presente? ¿No es lo que siempre ha querido?

Una mariposa morada cruzó volando sus pensamientos.

CONVERGENCIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora