20. Planes

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Viernes por la noche.

Cristina estaba asustada, la "gran tragedia" que El Fantasma había sentenciado estaba en boca de todos, desde cuchicheos a descarados gritos. Algunos le temían, a otros tantos les era solo material para parlotear y algunos admiradores incondicionales de La Carlota sostenían que todo era un ardid en su contra favoreciendo a la Daaé. Pero Cristina sabía que Erik era completamente capaz de cualquier atrocidad por ella.

-¿Porqué yo?- preguntó en un suspiro mientras se miraba al espejo, inmóvil recibiendo el maquillaje del papel del paje mudo que presagiaba lo peor.

Felipe de Chagny llevaba a rastras a su hermano al Palacio de la Ópera, bajo el argumento de que como patrocinador debía estar presente en la función a la que tantos problemas le habían augurado para intentar averiguar la verdad sobre las notas misteriosas. Obviamente, Raúl no tenía ánimos de ver a esa ligera corista que recibía protección de un hombre que se hacía llamar "Fantasma de la Ópera" y tenía amenazado a medio Palacio. Suspiró resignado al mirar la fachada del majestuoso edificio desde la ventanilla del carruaje. No podía dejar de amar a aquella corista, por más ligera que fuera su moral.

El Capitán Carbon de Casteljeaux mantenía a sus cadetes vigilados en el cuartel, últimamente sus subordinados se habían adjudicado más permisos de ausencia de lo habitual y decidió recordarles algunas lecciones de disciplina. Molesto sin duda por no haber sido requerido en el ya conocido sitio de Arras, pero no lo suficiente para matarles las esperanzas a sus muchachos que esperaban con entusiasmo que les pidieran partir en cualquier momento. Y el joven Christian de Neuvillete se mordía las uñas cada vez que veía a Cyrano bromeando con el humor de siempre. ¿Acaso no le preocupaba el reencuentro con Roxana esa noche? ¿Porqué aún no le explicaba lo que tenía planeado? ¿Realmente tenía un plan? ¿Por eso estaba tan tranquilo?

Por supuesto que lo tenían, Canelle y Cyrano habían fraguado la más romántica reconciliación de la historia, algo a lo que Roxana no podría resistirse. Y Canelle, por supuesto, sabía que sería suficiente para resistir cualquier movimiento que el Conde de Guiche haya planeado por su parte.

La tramoyista saboreaba con toda la calma del mundo una galleta dulce, trepada sobre el paso de gato esperando que el azúcar le borrara el mal humor. José Buquet la había regañado por llegar tarde, había ido a cada de Roxana para concretar con Ragueneau que la doncella no debía salir de casa aquella noche y que se debía evitar al De Guiche a toda costa, sin darse cuenta se le había pasado el tiempo conversando con él.

Y es que una conversación amistosa era lo menos que el hombre merecía, dos días atrás la chica se había llevado el susto de su vida cuando entró con Cyrano a la pastelería de San Honorato y encontrarla casi vacía... casi porque el único ocupante era el mismo Ragueneau, trepado en una silla acomodándose una soga al regordete cuello previamente atada a la viga principal de la cocina. Cyrano lo bajó de ahí sin pedirle permiso ni disculpas e inmediatamente lo metió como cocinero en casa de su prima. El pobre Ragueneau pensaba en nada más que quitarse la vida tras la fuga de su esposa Lisa con un militar y la consecuente e inevitable caída de su negocio en un tris que no tuvo tiempo ni de convertirse en tras.

-Pobre Ragueneau.- musitó Canelle recordando la escena, acomodada en las alturas, donde el movimiento empezaba.

Decidió no vagar por el Palacio porque era de todos conocido que esa noche todos los admiradores de la Carlota habían consentido apoyar a su diva contra aquellas conspiraciones.

Pero nadie sabía cual era exactamente el plan de el Fantasma para esa noche.

Fleur Blanche lucía más furtiva que nunca, buscaba cualquier señal de la presencia del Fantasma, de los Directores que habían decidido desobedecerlo y del club de fans de La Carlota que no paraban de conversar en voz demasiado alta sobre lo extraordinaria que era su idolatrada cantante. Además, nadie debía darse cuenta de que Gabriel usaba una capa exageradamente grande para ocultar un gato de una raza dificilísima de ver en Paris que sin duda atraería miradas inmediatamente.

-Quieta, Ayesha.- susurró el niño cuando una vez más la gata intentó asomarse entre los pliegues, comprensiblemente ansiosa por estar de nuevo en casa –Cuando empiece la función y todo esté oscuro tendrás más espacio.

No le había dirigido la palabra a su tutora, estaba demasiado nerviosa y podría tener una reacción violenta, sólo le sonreía cuando volteaba a asegurarse de que siguiera junto a ella. No volvería a perderse.

La joven periodista mordisqueó la pluma. Le iba a ser muy difícil cortar su crónica de esa noche con el final de la función, sin poder mencionar que tenía una cita con El Fantasma de la Ópera.

Se dio la segunda llamada y la mayoría de quienes esperaban en el vestíbulo entraron a ocupar sus lugares. La orquesta afinaba y los instrumentos mitigaban el sonido de los movimientos tras el telón cerrado.

Una oleada de vítores acompañó la tercera llamada. Mientras La Carlota y Piangi aparecían en escena una joven tramoyista se concentraba en todos los objetos a su alrededor para que sus oídos no sufrieran demasiado y una gatita persa se acomodaba coquetamente en los hombros de una periodista que se había sentado en el suelo junto a la entrada a la sala con un pequeño niño al lado. Un joven vizconde se cruzaba de brazos y cerraba los ojos susurrando para sí mismo "será muda hoy", ante una mirada reprobatoria de su hermano mayor.

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Sip, es un capítulo malvado para crear suspenso.
Muajajaja....

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