38. Detalles

29 4 0
                                    

-...y Cenicienta se casó con el príncipe y por siempre fueron felices y comieron perdices.

"Lindo." Pensó Fleur escuchando a dos niñas hablando en la calle.

-¡Qué presumida, nada más porque se sabe el cuento de la Cenicienta!- gritó Gabriel. Las niñas voltearon viéndolo feo -¡Ni siquiera lo cuentas emocionante!

-¡Gabriel!- regaño Fleur aguantándose la risa mientras veía como las niñas le hacían una trompetilla a su protegido y se iban imitando grandes damas ofendidas.

Cuando las niñas se les perdieron de vista por fin se echaron a reír.

-Muy mal, jovencito. Así nunca tendrá una novia.- los interrumpió una voz conocida.

-¡Señor Le Bret!- dijo Gabriel levantándose a abrazarlo -¡Yo nunca tendré una novia, siempre cuidaré a Fleur!

La joven se sonrojó, el niño lo había dicho con tanta seguridad y convicción que no quedaba duda de que realmente lo creía.

-¿De verdad?- preguntó Le Bret -Seguramente ahora las niñas te parezcan odiosas, pero crecerás y cambiarás de opinión.

-Nop.- afirmó el niño soltándose y tomando la mano de su tutora.

-Llega usted retrasado, Cadete, hemos escuchado Cenicienta completo.- saludó Fleur.

-Y fue muy aburrido.- completó el niño -Nadie cuenta las cosas tan bien como el señor Erik.

El pequeño agachó la cabeza, apenado, al recibir una fuerte mirada de reproche de su tutora.

-¿El señor Erik?- preguntó Le Bret un poco molesto, siempre de una manera u otra salía a relucir ese sujeto.

-Bueeeeeeeeeeno, hay que irnos de aquí.- declaró Fleur empezando a caminar y jalando al niño.

Caminaron un par de calles en silencio has que Gabriel volvió a hablar.

-¿Tú te casarías con un príncipe, Fleur? ¿Cómo Cenicienta?- preguntó inocente.
Fleur se sonrojó.

-Claro que no, Gabriel, tú nunca tendrás una novia y me cuidaras, ¿para qué quiero casarme?- respondió mirando al horizonte.

Le Bret rió bajito. -Tal vez un día ambos cambien de opinión.- espetó.

-¿Ahí es donde vamos a comer?- preguntó Gabriel señalando un pequeño restaurante con mesas en la calle.

-Sí.- respondo Fleur echando a correr sin soltar al niño.


Le Bret los miró alejarse y empezó a caminar al ver a la joven pidiendo una mesa, pero a un par de metros fue interceptado por un trío de señoritas vestidas en enaguas, somberos y corséts colores pastel , una rubia, otra peliroja y la tercera castaña.

-Señor Le Bret, ¿es verdad que los Cadetes han vuelto?- preguntó la más jovencita, con una sonrisa enmarcada por sus rizos dorados.

-Así es, estaremos felices de encontrarnos con ustedes a la salida del cuartel.- respondió el moreno tomando su mano y besándola.

Las tres chicas soltaron una aguda expresión de emoción que hizo voltear a Fleur y su pequeño acompañante.

-¿Excepto usted, verdad?- preguntó coquetamente la pelirroja. -Hay que hacer cita lejos del cuartel, en algún lugar privado y cálido.

-Sin estas entrometidas.- agregó la castaña acercando sus enaguas al cadete, que la tomó por la cintura.

-¡Heeeey!- chillaron las otras enfadadas.


-Au...Fleur...- susurró Gabriel -...¡Fleur! ¡Mi mano!

La joven había estado mirando la escena de lejos y cuando el cadete había tomado a la doncella por la cintura había apretado la mano del niño hasta ponerla roja.

-¡Ah, lo siento!- dijo descuidadamente.

Miraron como entre risitas las doncellas se despedían del joven y antes de alejarse la más pequeña estiraba el brazo para acariciar aquella mejilla enmarcada por la bien rasurada barba.
Pasaron frente a Fleur y el niño sin mirarlos, pero la reportera gruñó.

-¿Qué fue eso?- preguntó el niño mirándola sorprendida.

-¡Gruñí!- exclamó Fleur bajito cubriéndose la boca, no entendía su reacción.

-Disculpen.- dijo Le Bret alcanzándolos por fin.

-¡Claro!- respondió Fleur con una sonrisa nerviosa -¿Son amigas tuyas?

-De todo el cuartel, podría decirse.- sonrió él -¿Comemos ya?

Con un Le Bret sonriente y una Fleur raramente callada, Gabriel comió esa tarde preguntándose mil cosas.

CONVERGENCIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora