41. Don Juan Triunfante

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-Nada sale de aquí.- ordenó Raúl a un par de filas de policías comandados por el Comisario Mifroid. –Ni siquiera una paloma, ni siquiera un insecto, y mucho menos un supuesto Fantasma.

-¿Han escuchado?- reiteró el Comisario con voz firme –A mi orden la primera fila se replegará a la puerta que le ha sido asignada, la cerrará y vigilará. La segunda fila se replegará a sus puestos de vigilancia dentro de la sala.

-¿Está seguro de esto?- preguntó Richard nervioso, acercándose al muchacho.

-El ratón caerá en la ratonera y no podrá salir.- respondió el joven sonriendo, saboreando la segura victoria –Observe a todos los gatos que lo vigilarán.

-¿Acaba de decirle "gatos" al cuerpo de policía?- susurró Moncharmin acercándose a su codirector.

Richard asintió con la cabeza, preocupado. Raúl no le parecía más que un niño demasiado seguro de si mismo.


Fleur Blanche sonrió. Sentada en segunda fila, había sido requerida para escribir la crónica acerca de la caída de El Fantasma de la Ópera, una enorme oportunidad para una reportera.

"Claro, Raulito, soy El Fantasma de la Ópera y saldré por la puerta. Mírame salir por la puerta." Pensó mirando al muchachito, pavoneándose por la sala creyéndose dueño de la situación.

-¿Recuerdas que hacer, Gabriel?- preguntó bajito después de burlarse mentalmente del otrora Vizconde, moviendo a su pequeño acompañante por el hombro al ver que se estaba quedando dormido.

-Sí, Fleur. ¿Me puedo dormir? Cuando empiece Don Juan el ruido no me va a dejar dormir.- refunfuñó el niño acomodándose en la butaca.

-¿No quieres ver Don Juan?- preguntó la joven.

-No quiero ver la Ópera que hará infelices a todos.- replicó Gabriel.

Sin duda estaba enojado por toda esa locura, Fleur lo había escuchado llorar bajito casi toda la noche y la falta de sueño aumentaba su molestia.

La joven suspiró, no culpaba al niño de estar emberrinchado. Su vida estaba a punto de dar un gran giro. O como Gabriel lo veía: un gran salto hacia atrás. Otra vez estarían solos, seguramente el señor Le Bret y los demás se olvidarían también y estarían como al principio, teniendo nada más que uno al otro.

-¡Silencio!- exclamó el Comisario, al recibir la indicación del muchacho de empezar la operación.

Un silbato policial sonó por toda la sala, seguido por los pares de pies marchando al unísono, todos guardaron silencio hasta que el único sonido perceptible era el lápiz de la periodista sobre su libreta.

-Lo siento.- dijo apenada al notar todas las miradas sobre ella.


-¡Usted! ¿Tiene visión perfecta sobre ese palco?- preguntó Raúl al policía en el foso de la Orquesta, señalando el palco 5.

-¡Sí, señor!- aseveró el aludido.

-Cuando sea necesario, dispare. Sólo sí de verdad es necesario, pero dispare a matar.- indicó.

-¿Cómo sabré si es nec...-

-¡Lo sabrá!- afirmó el joven.

Fleur fingió un estornudo para evitar reir.

-¿Están aseguradas las puertas?- gritó Mifroid.

-¡Asegurada!- respondieron los vigías uno tras otro desde cada uno de sus puestos.

CONVERGENCIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora