33. Más extraño de lo que soñaste

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Canelle miraba a su alrededor, tenía la extraña sensación de estar aún en su hogar, pero nunca había visto una habitación semejante en el Palacio (y se las había ingeniado para fisgonearlas todas): se encontraban sentados sobre una cama de hierro, al lado una lámpara reposando sobre el mármol de una antigua cómoda alumbraba tímidamente la habitación, más allá un sofá y dos puertas despertaron su curiosidad inmediatamente.

Cyrano la tomó por los hombros y la miró con seriedad.

-Escúchame, Canelle...- dijo serio -...no sé a qué precio nuestras vidas fueron salvadas, y no sé qué precio quiera para nuestro silencio por la ubicación de éste lugar, pero de eso me ocuparé después.

La joven sintió un escalofrío al comprender: estaban en la guarida de El Fantasma de la Ópera.

De pronto imaginó lo que sentiría una mosca al caer en el centro de la telaraña.

-Lo importante es que estamos bien y que te protegeré de lo que sea, incluso de El Fantasma.- concluyó el Cadete antes de volver a abrazar a la chica.

-Lo sé.- murmuró Canelle, más preocupada que aliviada. El cansancio le regresó de golpe por la impresión de la noticia, cerró los ojos y se acurrucó instintivamente.


Cyrano la tomó con cuidado y la recostó en la cama, sentado junto a ella acarició su frente.

-¿Me abrazas?- dijo bajito la chica adormilada.

Él se sonrojó y dudó unos segundos, finalmente suspiró y se metió bajo las cobijas, abrazándola con cuidado.

Ella no tardó en dormirse, pero a él le giraban mil pensamientos en la cabeza.


El milésimo primer pensamiento fue interrumpido por un par de golpes en una de las puertas, Cyrano levantó la cabeza y escuchó para asegurarse que no los había imaginado y un par de golpes más corroboraron que alguien llamaba. Se levantó con cuidado para no despertar a Canelle y abrió la puerta despacio.

-¿No creerás que le haré daño a mis huéspedes?- dijo El Fantasma con voz burlona al ver el sigilo con que era recibido.

Cyrano lo miró con desconfianza, pero tras un instante decidió abrir el resto de la puerta.

-¿Tienen hambre?- preguntó El Fantasma con teatral cortesía.

-Está dormida.- indicó Cyrano condescendiente, mirando hacia la cama.

-¿Y usted?- preguntó de nuevo El Fantasma.

Con la simple mención de la comida el estómago del Cadete hizo una incómoda y ruidosa exigencia.

-Creo que ha contestado por mi.- dijo él con una triste sonrisa, mirando ahora su estómago –Pero no creo que sea correcto comer sin ella.

-Canelle comprenderá, venga.- aseguró el enmascarado señalándole el camino.

Cyrano dudó un poco, miró a Canelle una vez más: dormía tranquilamente. Su estómago lo apuró a decidirse por el alimento ofrecido.


Un par de platos servidos con pecado asado y algún tipo de ensalada lo esperaban en una mesa negra, se sentó mientras El Fantasma cubría con la servilleta el otro plato. Cyrano se sorprendió con la elegancia de todos sus movimientos: al servirle una copa de vino blanco, sentarse en la silla junto a él, y pedirle que lo excusara por no compartir alimentos. No sólo no era un Fantasma, era notoriamente un caballero bien vivo.

CONVERGENCIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora