5. El lugar de cada quien

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Extenuante emoción (qué significa "extenuante"?) nos sorprendió ayer en la primera representación a cargo de los directores Richard y Moncharmin en el Palacio de la Ópera.

Sin duda el espectáculo que los nuevos directores ofrecían era digno de admiración, pero fue interrumpido por una serie de singulares acontecimientos que relataré a continuación  (blahblahbla...)

Las actividades en la Opera Populaire no se han interrumpido, si era ese el objetivo del atentado, ha fallado notoriamente (¡no! Solo querían interrumpir a Montfleury), por lo que mañana por la noche se presentará el primer espectáculo de Ópera a cargo d ela primera administración, en una espléndida gala con el siguiente programa (blahblah... ¡conozco el programa! ¡Estoy ahí cada ensayo!)

Después de pasar por las manos de medio Palacio, llegó por fin a las de Canelle, que leía tranquilamente trepada en una torre de escenografía, donde nadie la molestaría ni le pediría leer en voz alta (arte que no conseguía dominar).

"Fleur Blanche" repitió en voz alta, el nombre le parecía interesante, una flor blanca envolviendo un bolígrafo con sus verdes hojas era lo que le venia a la mente, y se preguntaba si era un nombre de origen similar al suyo. Tal vez algún día se lo preguntaría, seguro que esa no había sido la última noche de la reportera en el Palacio.

La noticia que Canelle verdaderamente esperaba era otra: ¿qué había pasado con Cyrano, sus cien hombres y su encuentro con Roxana? Ya era más de medio día, y él no había aparecido.

-¿Dónde esta?

Preguntó, recargando la espalda en la orilla de la torre y mirando al techo con aburrimiento.

-El señor de Bergerac acaba de entrar al Palacio por la puerta de los intérpretes, si tanto le interesa.

La joven estaba tan absorta en sus pensamientos, que esta vez la voz venida de quién sabe dónde solo la hizo correr precipitadamente hasta los camerinos, donde encontró a Cyrano preguntándole por ella a una bailarina.

-¡Aquí estoy!- exclamó ella para llamar su atención, al ver que la única respuesta que Cyrano recibía era una exageradamente curiosa mirada al centro de su cara.

A pesar de todo, él agradeció a la bailarina con una ligera y cortés reverencia antes de dirigirse hacia Canelle.

Lo primero que ella notó fue el semblante de él, totalmente cambiado de la alegría con que se había ido la noche anterior, con una expresión medio melancólica y medio iracunda. Lo siguiente que notó fue un sombreo en su mano.... Aparte del suyo que tenía puesto en la cabeza.

Lo del sombrero se aclaró primero, cuando Cyrano se lo puso descuidadamente a Canelle.

-Toma, un recuerdo.- dijo él, dándole una suave palmada en la cabeza para acomodárselo.

Ella se lo quitó inmediatamente.

-Gracias, pero si es de uno de esos cien que esperaban a tu amigo anoche, seguro que tiene piojos...- dijo con seriedad, aunque un instante después reveló que era fingida, al sonreir maliciosamente -...o más bien pulgas.

-Ácaros, tal vez...- completó Cyrano sin mucho entusiasmo -...esas gallinas salieron huyendo en menos de un minuto.

Canelle miró el sombrero con decepción.

-¿Entonces no fue lo suficientemente bueno?

-No, no, fue fantástico.- respondió Cyrano, sonriendo francamente –Fue demasiado bueno, en realidad.- la decepción volvió de pronto a su mirada -Se suponía que sería una ceremonia precursora con la misma grandeza del acontecimiento que anunciaba.

CONVERGENCIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora