21. La maldición del canto del gallo

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Mi amor voy para Inglaterra en viaje oficial, con la criada te dejaré. Aunque encantado me llevaría a la criada conmigo.

Mientras los Directores se jactaban de que esa sería una noche tan normal como cualquiera al ver el desempeño de su compañía tan fluído como siempre, una tramoyista tarareaba las melodías que había memorizado en los ensayos mientras se movía de un lado a otro, inquieta. Esperaba cualquier movimiento o sombra o sonido que delatara la presencia del Fantasma, era seguro que estaba ahí, que los Directores hubieran insistido en ocupar el palco número cinco durante la función omitía cualquier duda. Debía estar rondando tras bambalinas, acechando, esperando, disfrutando de antemano cualquiera que fuera su plan.

¡Serafimo ya no finjamos más! No has de hablar, más besa con pasión mis labios. ¡Qué ingenuo, risa da!

"Cualquiera le sería infiel a esa bola de grasa." Pensó Canelle mirando a la "Condesa" besando a su "paje", aunque tampoco le llamaba mucho la atención besar a alguien cuya figura tuviera la delicadeza de una chica... suspiró, si estuviera tan poco desarrollada como Cristina podría hacerse pasar por un muchacho y salir al mundo y tener más oportunidades de las que tiene una mujer. De todos modos, de nada le servían sus atributos femeninos ya que nadie se fijaba en ellos, sólo era una mula de carga.

Sintió que los músculos de su cuerpo se tensaban al recibir de pronto el claro recuerdo de aquel abrazo que Cyrano le había prodigado en la pastelería de Ragueneau, de alguna forma fue como si algo despertara dentro de ella.

¡Qué ingenuo, no cayó! ¡Si supiera la verdad, más no la vio!

-Me pareció clara la indicación de que el palco cinco debía permanecer vacío.

Canelle dio un salto del susto, justo cuando se había distraído en sus pensamientos la profunda y amenazante voz de trueno que ya conocía bien llenó la sala. Tras un silencio sepulcral que duró un par de segundos, se soltó una bandada de murmullos que revolotearon sobre todos los presentes.

-¡Carlota! ¡Que siga La Carlota!- se aventuró a exclamar alguien en el auditorio, secundado por muchos otros.

La chica en tramoya volvió a mirar nerviosamente a su alrededor y su mirada se encontró con la de José Buquet, quien le dedicó una sonrisa burlona que bien quiso decir "de esta no se me escapa" y ella respondió sonriendo nerviosamente, segura de que no había manera de ver al Fantasma a menos de que él deseara ser visto. Lo miró alejarse unos momentos antes de regresar la vista al escenario.

El elenco recobró la compostura y retomaron la escena desde el principio.

¡Serafimo ya no finjamos más! No has de hablar, más >KI-KI-RI-KIIIIII<

Una exclamación de sorpresa general, doblemente apabullante cuando La Carlota se cubrió la boca, prosiguió a un claro y sonoro canto de gallo. Ni la Diva ni sus admiradores podían dar crédito a que ese bestial sonido hubiera salido de la garganta de la respetada cantante.

Silencio. La Carlota aterrada trató de continuar.

¡Qué ingenuo no cayó! ¡Si supiera la verdad más no la >KI-KI-RI-KIIIIII<

-¡Ahí lo tienen! ¡El canto del gallo anuncia la caída de la gran lumbrera!- se escuchó de nuevo la voz de trueno, aun más amenazante.

Canelle estuvo a punto de gritar, el Candelabro recién estrenado que iluminaba la sala se balanceó violentamente, y fue aun más alarmante cuando notó que José Buquet se dirigía con decisión hacia él.

La Carlota desesperada rogó que le dieran un descanso, Piangi corrió hacia ella, la tomó por los hombros y se la llevó recibiendo sonoros sollozos.

Firmin anunció desde el palco número cinco que la función continuaría en diez minutos, con Cristina Daaé haciendo el papel de la Condesa.

Lo cual no habría estado mal si Andre no hubiera improvisado que en ese tiempo ofrecerían el Ballet del Tercer Acto.

Canelle apretó los dientes, estaba a punto de ir a detener a José Buquet cuando escuchó la orden de cambiar la escenografía completa. Repitió en frenéticos susurros que la función era lo más importante y que ahora que la petición del Fantasma se cumpliría todos estaban fuera de peligro.

Entre los murmullos del público, el movimiento del escenario, la orquesta comenzando a tocar y los pensamientos fatalistas que no dejaban de golpear su cabeza le fue imposible notar el sonido de algo metálico rodando en el suelo junto a ella antes de detenerse con la pared y un olorcillo desconocido que poco a poco fue haciéndose más fuerte.

No notó el olor hasta que se volvió insoportable, como si le quemara las fosas nasales y un escalofrío recorrió su cuerpo al escuchar un grito ahogado de José Buquet a lo lejos. Trató de moverse pero las piernas no le respondían, sintió un terrible mareo mientras todo a su alrededor se ponía borroso y en medio deun montón de manchas pudo distinguir que caía sobre el escenario algo que no pudo reconocer, pero claramente estaba fuera de lugar. Fue lo último que supo antes de caer inconsciente.

El cuerpo de José Buquet con una soga al cuello colgaba en medio de la escena, entre los gritos de las bailarinas aterradas .

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