22. Si regresa, es tuyo

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Cyrano había parado de reír de golpe, no tardaron la miradas extrañadas ante la expresión de extrema preocupación que tenía su compañero un segundo antes tan divertido.

-¿Qué sucede?- preguntó Le Bret, incluso a él le pareció extraño.

-Algo pasó.- masculló Cyrano dándoles la espalda y alejándose apresuradamente.

-¿Qué dices? ¿Ahora eres adivino?- lo siguió LeBret regañándolo -Solo faltan cinco minutos para que nos permitan salir, inventarte una excusa tan exagerada solamente para retar al Capitán saliendo antes de tiempo ya es demasiado.

-¡No es un pretexto!- le riñó enfadado Cyrano después de tomar su capa, le dio la espalda una vez más mientras se la vestía -Algo le pasó a Canelle, puedo sentirlo.


LeBret tragó saliva, si en realidad algo malo le había pasado a la chica y entre ella y Cyrano ya se había creado ese tipo de conexión, el asunto ya era más complicado de lo debido.

-Voy contigo.

-Olvídalo, la última vez que pasó algo algo en la Ópera terminé acusado de asesinato, no quiero involucrarte.- indicó imperativamente dirigiéndose a la puerta.

-¡Yo también le prometí a Canelle protegerla!- replicó el Cadete siguiéndolo.

-¿Y cómo nos ayudaras si nos atoramos los tres juntos? Porfavor dile a Christian que nuestra cita queda igual.

LeBret no tuvo nada que decir, ya había malacostumbrado a su amigo a sacarlo de líos. Soltó un suspiro de resignación y fue a buscar al muchacho rubio.


En el Palacio de la Ópera, Gabriel miraba acurrucado en un rincón a la multitud apanicada y a su tutora tratando de controlar el tráfico de gente en la esquina del pasillo, sumando sus esfuerzos de controlar a la multitud a los del personal del edificio. En cuanto el cuerpo de José Buquet había caído sobre el escenario, Fleur le había soltado un fuerte golpe en la cabeza al niño que se había quedado paralizado del susto y le ordenó que saliera a esconderse, lo cual se le facilitó al estar tan cerca de la puerta. Aguantándose su propio miedo abrazaba a una Ayesha muy asustada, en el primer rincón que había encontrado al salir corriendo. Finalmente prefirió cerrar los ojos y pensar en la ya desaparecida pastelería de San Honorato toda llena de los dulces que le gustaban.


Mientras tanto, en la azotea del edificio, cobijados bajo la Lira de Apolo, Raúl trataba de consolar a una perturbada Cristina que no paraba de afirmar que todo era culpa de El Fantasma de la Ópera y que no era más que un hombre terriblemente malvado que la quería encadenada a él, a su triste vida y su deforme rostro.


Sales minerales consiguieron devolverle la conciencia a la joven tramoyista que fue encontrada desmayada en su puesto, Canelle sintió un escalofrío al reconocer frente a ella a los directores y el comisario Mifroid, y que era sostenida por dos policías. Miró alarmada hacia arriba y soltó un suspiro de alivio al ver el candelabro firme en su lugar.

-Nos vemos de nuevo.- dijo el comisario, aunque esta vez Canelle no lo sintió amenazante.

-¿Qué sucedió?- preguntó la chica con algo de dificultad, sentía la boca pastosa y un ardor en el pecho.

Andre y Firmin se miraron preocupados.

-Eso debería decirnos usted.- preguntó el comisario -¿Qué es lo que pudo ver?

-Nada.- respondió la joven -Estaba preparando el ballet y no puse atención a nada más, no sé como me desmayé y no vi nada.- al menos esta vez no mentía.

CONVERGENCIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora