Otón se retiró y Soren volvió a su lectura; la tarde estaba relativamente en paz. Aunque dentro de él sentía un hormigueo incómodo y esa sensación de vértigo que le provocaba el no saber que demonios le había dicho Angelo a Marck.
Era como si un hoyo negro succionara todo su interior y que dentro de poco su existencia se reduciría a nada. Suspiró cerrando el libro y recargó su cabeza en ambas manos que apoyaban los codos en la mesa... Odiaba esa horrible sensación de no saber ni siquiera donde tenía los pies, era terrible y la ley de la relatividad le alargaba considerablemente.
Sacudió la cabeza de un lado a otro, esa sensación podía ser un prólogo para el siguiente libro de un nuevo ataque y era lo que más quería evitar en ese momento, hacía ya mucho tiempo que no tenía uno y así era mucho mejor ya que sabía que era uno de los dolores más terribles en el mundo.
Podía lastimarse con cualquier cosa, podía haber sentido todo el dolor de los azotes de Emil, el dolor de caerse por las escaleras una vez que sus primos lo empujaron o inclusive la sensación sofocante y dolorosa de atar el corset con la fuerza con la que lo hacía Sarabeth... Pero nada, absolutamente ningún dolor externo por más fuerte que fuera; se comparaba con el dolor que le provocaba su propio cuerpo.
Para su buena suerte, Cassie la sirvienta llegó para avisar que Marck había llegado.
Marck por su parte estaba realmente emocionado, se lo diría en ese mismo instante; era parte de sus impulsos, seguramente no lo haría tan precipitadamente si no estuviese tan emocionado.Se encontró con Soren, quien se encontraba tratando de reanudar su lectura. Se veía tan hermoso, con aquel arbusto de Adelfa detrás de él y sus ojos verdes moviéndose hábilmente al retratar todas las líneas de su viejo libro.
— ¿Interrumpo?- Preguntó Marck sonriente, llamando así la atención de Soren, quien esbozó una cálida sonrisa cerrando el libro e invitando a Marck a sentarse.
— Bienvenido.- Dijo alegremente acomodando sus brazos cruzados sobre la mesa.— ¿Cómo estás?- Preguntó Marck quitándose los guantes dedo por dedo dejándolos sobre la mesa.
— Bien.- Contestó Soren.Marck estiró ligeramente la mano, alcanzando la de Soren en un roce bastante desapercibido; pero su corazón le estaba matando, estaba tan emocionado que no podría esperar... Era ahora o nunca; después se arrepentiría.
— Soren, tengo algo que decirte.- Comentó Marck con el pecho subiendo y bajando conforme a su agitada respiración y su corazón latiendo al mil por hora.
Sin embargo, no era ni el ambiente ni la situación, realmente no lo era. Y eso orillaba a que Soren no se tomase a mucha profundidad la frase de Marck, había elegido un momento demasiado vacío.
— ¡Oh! Es cierto, yo también debo decirte algo, tu padre vino.- Comentó Soren antes de que pudiese olvidarlo.
Sin embargo, aquella pequeña frase fue suficiente para dejar caer por completo todas las emocionantes sensaciones que tenía para declararse. Toda esa pared se derrumbó sabiendo así que no podía confesarle en ese momento; creando un potente agujero de frustración en lo más profundo de su pecho.
Exhaló con el ceño fruncido, lo cual percibió Soren, quien se desconcertó un poco al ver aquello. — T-tu padre dijo que mañana vendrán de visita, pero se irían un poco tarde...- Comentó el rubio intentando fingir que no sentía la energía negativa del contrario.
— ¿Cómo a que hora?- Preguntó el pelirrojo tomando un respiro y peinando su cabello entre sus dedos para que se acomodase hacia atrás.
— Otón dijo que probablemente entre 8:30 a las 9:00 de la noche...- Comentó Soren tratando de no alterar más a Marck. Pero no funcionó el absoluto.
— ¿¡Tan tarde!?- Preguntó Marck alterado, ya que eso significaba que no tendría oportunidad de declararse tampoco al siguiente día.
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"El arte de la mentira"
RomanceSoren Thomas es un chico de 18 años que vive en Inglaterra del siglo XIX Con trastornos serios de memoria y un cuerpo seriamente deformado con un corset. Vive una vida monótona a lado de sus padres los cuales no tienen sentimientos de cariño por su...