Capítulo 47: "El dolor de la conciencia"

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– ¡Soren! ¡Por favor responde! – Exclamaba Marck, sosteniendo el peso del cuerpo de Soren entre sus brazos mientras lo sacudía con desespero reflejado en el temblar de cada parte de su cuerpo. Sin embargo, por más que intentase regresar a Soren de la conciencia, este se hallaba más allá del alcance de Marck.

– ¿Y si no despierta nunca? ¿Qué vas a hacer? - La voz de Sarabeth, burlona y sardónica se escuchó al otro extremo de la habitación. No había necesidad de mirarla para saber que una enorme sonrisa se posaba en sus labios. Misma sonrisa que fue apoyada por el amor incondicional de su esposo, quien, aunque mantenía su temple, no podía aceptar que estuviese realmente preocupado por lo que estaba sucediendo.

Marck, escuchando aquellas palabras no fue capaz de sostenerlas por mucho tiempo, pues el peso que reposaba sobre sus brazos en ese instante no sólo era el cuerpo de Soren. Marck sostenía entre sus brazos el sentimiento de culpa que acarreaba el estado de inconsciencia del menor, por lo que no pudo permitir que Sarabeth siguiese anunciando las tragedias como si de una presentación pintoresca de un carnaval se tratase.

– ¡Cállate de una vez maldita bruja! - Exclamó Marck, afianzando el cuerpo de Soren contra su pecho. Lo único que le impedía levantarse y soltarle una bofetada a aquella malévola mujer, era aquel ser que sostenía.

Adalia no tardó en arribar al lugar en cuanto escuchó el golpe sordo que provocó el desvanecimiento de Soren. – ¿Q-qué sucede...? – Adalia se llevó ambas manos a la boca al precisar la horrida escena, donde la sangre del menor bajaba lentamente por sus labios que comenzaban a perder el color que tanto le caracterizaba. – ¿¡Qué le ha pasado a Soren!?- Vociferó la mujer, adentrándose de inmediato a la habitación para colocarse de rodillas y ayudar a Marck a sostener el cuerpo del menor.

– Manda a llamar al médico Adalia, no tenemos tiempo para explicaciones. Contestó Marck, terminando por ahorrar fuerzas y levantar a Soren para transportarlo a la enfermería. Adalia simplemente asintió, sabía que las prisas apremiaban y no se detendría a preguntar si el tiempo era lo que les faltaba.

La tarea se dividió entre ambos. Marck se encargó de colocar a Soren en aquella camilla de la mejor manera posible; limpió su rostro de cualquier rastro de sangre y apoyó su cuerpo en una posición en la que la hemorragia no regresase por sus fosas nasales para evitar que se ahogase con la misma. Una vez terminado el trabajo, Marck se llevó ambas manos a la curva formada por sus ojos y su nariz, sintiendo un fuerte dolor de cabeza comenzando a apoderarse de él.

Se mordió el labio inferior con fuerza, al contemplar el siguiente paso para verificar signos vitales. Pero no quería hacerlo, le aterraba la sola idea de pensar que estos no estuviesen funcionando correctamente en el interior de Soren.

Tuvo que sostener entre sus manos el coraje y aferrarlo a su ser para acercarse al cuerpo de Soren, y posar suavemente su oído sobre su pecho en busca de los latidos de su corazón. Se llevó otra dolorosa punzada al interior de su cabeza, cuando percibió que el pulso que optaba el corazón de Soren era tan rápido, que casi pudo sentir el órgano golpear su oído. Se separó al instante y se llevó ambas manos a la cabeza, enredando los dedos entre sus cabellos sin poder aterrizar sus pensamientos.

En una parte recóndita de su ser nació el profundo y sobrehumano deseo de regresar en el tiempo. No quería volver hacía unos momentos donde provocó el estado actual de Soren, quería volver hasta unos meses, donde se le ocurrió seguir buscando a Eloise. Marck en ese instante admitía que estaba mejor con la santa inconsciencia, estaba mejor sin aterrizar el ente de Eloise en Soren.

"El arte de la mentira"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora