Pasamos Llorando (#6)

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Ya estaba en casa, pensado en cama todo lo que había pasado.

En este capítulo de mi vida, era mejor ponerle un título, para reflejar todo lo que ha sucedido. Podría llamarse Las horas de la muerte. Para mi dolorosa convicción el titulo iba de acuerdo a todo.

Tenía reflejada en mi mente, como sería cuando pase por esa puerta a pedirle disculpas a mi madre. Espero que lo que piense y refleje, en realidad pase, tal y como lo pienso. Pero ahora que lo pienso, mejor, ya no debería seguir a mi mente, la cual me ha llevado a delirar en una falsa realidad.

Como me odio.

Mire al reloj en la pared.

-6:20 – dije, Para recordar los minutos faltantes.

Salí de mi cuarto y me quede en la entrada, mirando la puerta de mi madre que yacía en frente. Era café oscura, y muy refinada. Me hacía recordar en mis épocas de miedo, cuando los más ridículos truenos me hacían salir corriendo a sus brazos. Como quisiera volver a revivirlos. Pero ya eso es pasado.

Suspire para lucir relajada, como habitualmente hago y pase a su puerta abriéndola de un solo paso.

-Mama – dije sin mirar al frente. Estaba en ese momento incomoda por aquel echo, y por tener que contarle sobre la noticia. Esperaba que la tomara bien – vengo a pedirte disculpas – cuando alce mi vista para verla, estaba ahí, indefensa, débil y blanca. Estaba ahí colgando del techo con una tela roja. Su cuerpo giraba como una muñeca, y su rostro no tenía ni una expresión.

No reaccione hasta que la observe de pies a cabeza. Entonces fue ahí cuando explote.

-¡Mama! – de un momento a otro estaba llorando. Corriendo hacia a ella, rota y destruida por completo. Le di un abrazo fuerte y me deslice hasta el suelo. Se podía sentir a través de la tela su piel fría y muerta.

-¡Mama! – dije aquello arrancándome la voz de un golpe. El dolor me recorría las cuerdas vocales, pero no comparado por el dolor que sentía por la muerte de mi madre

-¿¡Por qué lo hiciste!? – en aquel frió abrazo, mi corazón se derramo en sangre al saber que sería el último. ¿Por qué lo hizo? Lo hizo por mí. Yo fui la que causo todo. En este momento era causa de muchos martirios, era la causa de muchas lágrimas. Soy causante del suicidio de mi madre, y por eso seré causante de las lágrimas de mi hermana. ¿Qué más puedo destruir?

Entre mis lágrimas y mi abrazo con mi fallecía madre, sentí como me atrapaban y me llevaban a la mesa, en donde estaba la Sra. Gerson con unas gafas negras y un vestido verde de flores rosadas. Tenía una sonrisa.

-Tara. Qué lindo verte – los dos hombres que distinguí al verlos, me sentaron en la silla justo en frente de ella - ¿Cómo estás? – me estiro su mano que tenían guantes negros y me alzo la ceja para que se la estrechara. En un impulso de desprecio le escupí la mano. Sentía un odio hacia ella. Ella retiro su mano y la sacudió, con una expresión de asco – veo que mal

-Puedes irte a donde perteneces... A la mierda – se echó a reír de forma cruel

-Tara. Enserio lamento que tengas que pasar por cosas como estas – se puso la mano en el pecho – en serio. Pero es la única forma de saber quién es la persona esencial para esto. Esto se ha estado realizando hace 150 años y es la única forma de saber quién está más preparado, dispuesto y entregado a este cargo que es gobernar – empuño sus manos y las puso en la mesa – además habrá riquezas, para ti, para tu hermana y madre

-Mi madre está muerta – se sorprendió de golpe

-No tenía idea – espeto – lo lamento. Lamento el grave accidente

-No fue un accidente. Se suicido, Lo hizo por mi culpa – se acomodó las gafas y se paró de la silla

-No quiero divagar más. Párenla chicos, vamos a prepararla.

Aquellos dos hombres, me alzaron de la silla y me sacaron de la casa. En ese momento pensé en April. Ella encontraría a nuestra madre colgando del techo y su reacción podría ser fatal. No quiero pensar, ni imaginar eso.

Me llevaban por todo Catania, las personas murmuraban y se asomaban por las ventanas, pareciera como si fuera un espectáculo. Mis pies descalzos caminaban en el suelo rocoso mientras estaba siendo llevada al palacio de Milos; lugar en donde los fundadores y la gobernadora ejecutan sus leyes y órdenes.

Subimos las escaleras para llegar a la entrada; eran de mármol blanco y brillaban cual estrella. Estaba a punto de entrar pasando las puertas dobles, vigiladas por dos guardias, cuando la Sra. Gerson detuvo a los hombres que me cargaban forzosamente.

-Ven a mí Amiéel – dijo placentera. De algún lado, escuche ruidos de zapatos caminando. Doble mi vista a la izquierda y mire a un hombre, refinado, con traje negro, una bufanda en su cuello y gafas con un peculiar tono rosado. Llego a mí como una mariposa y me observo de punto a punto.

-Es jugosa – me olfateo y me miro fijo. Su acento francés era extravagante – es hermosa

-Tara, te presento a Amiéel, del plantel Armonía – tenía que sospecharlo. Una persona asi, tan elegante, sutil y refinado, no podía venir de Catania – el diseñara el vestido que usaras cuando ganes

-Si es que llega a ganar – dijo Amiéel riendo junto a la Sra. Gerson

-Hay que precaver – dijo la Sra. Gerson. No sé, pero últimamente todo lo que las personas dicen me hace acordar a mi madre, y lo mucho que siento culpa

-Señores llévenla adentro y prepárenla para tomar sus medidas – los hombre me llevaron hasta la puerta que abrieron como el rayo.

Este lugar era tan hermoso y elegante, nunca había visto algo así en mi vida, nunca en Catania. El suelo era de baldosas blancas con manchas de negro, en el techo había un candelabro dorado, y al fondo una escalera enorme en forma de espiral. El color de las paredes era blanco y llevaba decoraciones de flores y arte de personas en diferentes posiciones y estados. Era algo hermoso. Por ese momento olvide todo.

Los hombres me llevaron a la izquierda hacia una puerta doble con ventanillas. Me metieron en un cuarto blanco, con un espejo triple en una esquina. El suelo era de madera café, brillante y suave. En el techo las decoraciones de flores y las artísticas mujeres, estaban siendo acompañadas con luces circulares. Los hombres en todo la maravilla me soltaron y me empujaron hacia una puerta morada. Era sencilla.

-Entra ahí – gire mi cara hacia tras para verlos - ¿qué nos ves? ¡Entra, ahora!

Mi mente me decía que no entrara, pero mi miedo me decía lo contrario. Podía ser que lo estuviera del otro lado fuera peligroso o no fuera nada, pero simplemente estaba paralizada.

-¡Ahora!– un impulso me hizo pasar por esa puerta a gran velocidad. Cerré los ojos para no mirar lo que me esperaba. Escuche como la puerta se cerraba en mi espalda. No hay ruido, no hay sonido, no hay nada. 

La ElegidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora