Una Mentira Dulce (#41)

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Esas palabras, esa forma de expresarlo, esa voz gruesa que rasga mis oídos de una forma placentera ¿Esto puede ser mar largo? Espero que sí. Esto era como una droga, me llamaba, aunque no la pedía. En realidad quería rechazarla, quería quitármelo de encima y dejar de bailar, pero había algo dentro de mí que no me dejaba que lo dejara ir.

-Promete que no te iras – me dijo sobando mi cabello

-¿A dónde me voy a ir? – me miro triste

-El día en que tenga que pelear, hazlo con todas tus fuerzas – eso que dijo Matthew me trajo un mal sentimiento, un asco. Tenía miedo de hacer algo malo, y era peor si iba hacia Ann

-No quiero saber nada de eso

-Yo tampoco, pero hay que ver la realidad – lo quite de mi cuerpo

-Si quieres ver la realidad, mira esto. Estamos besándonos y abrazándonos como si estuviéramos enamorados

-Te amo

-Me acabas de conocer – espete – y no quiero herirte, porque no te amo

-Es absurdo

-Esto es absurdo

-Dímelo – me atrapo en sus brazos – dime que no quieres besarme, dime que no quieres abrazarme – quería decir que no, pero estaría mintiendo. Nunca me había sentido tan conectada con alguien – dímelo – solo miraba. Tenía en el pecho esa preocupación y ese dolor de estar en sus brazos

-No me hagas esto

-Dime – acerco su cabeza a la mía y cerró los ojos. Ahí fue donde mis lágrimas cayeron, mis lágrimas de bebe llorón – no llores tara – puso mi cabeza en su pecho y me sentí tan protegida y consolada

-Vamos a sentarnos por favor.

Me llevo hacia la mesa, mientras las personas aplaudían y mostraban sus caras felices. Llegamos hasta la mesa y nos sentamos en nuestros puestos, Ann y Marcus hicieron lo mismo.

-¿Por qué lloras?

-Llorar es bueno para salud

-Dime, por favor

-Por todo esto, por ti, por la pelea, por estar aquí

-¿Por este lugar? Este palacio es genial

-No lo es. Sabes, debería estar en mi casa, pero ya no existe una casa para mí

-¿Por qué dices eso?

-Mi mamá murió, ella no está, y jamás estará. Mi hermana puede estar traumada y tengo que pelear con mi mejor amiga. Mi vida apesta.

No dijo nada. Ya sabía que tenía la razón, mi vida estaba hecha en una caja de muñecos. Era lo que ellos decían y lo que yo decía se podía perder en sus malditos alientos.

-Me quiero ir

-Puedes irte.

Me iba a retirar, pero escuche el horrible sonido del fondo.

-Hola comunidad de Catania otra vez. Estoy aquí hablándoles para informarles sobre la toma de la bastilla

-¿Qué es eso? – le pregunte a Matthew

-No tengo idea

-La toma de la bastilla es una celebración que cada prometido hace con su prometida en las cabañas donde nace la famosa rosa de la bastilla; la rosa del amor. Es ahí donde se conocerán más a fondo y podrán hacer lo que toda pareja hace – No entendí ¿Lo que toda pareja hace?

-Matthew explícame eso

-Tara te juro que no sé qué es

-Mañana los comprometidos serán recogidos para ser batiñados. Que pasen linda noche comunidad de Catania.

Me sentía confundida y rara, necesitaba una explicación a todo eso que estaba escuchando.

-Ahora si me quiero ir – me pare y Matthew me detuvo

-Tengo que ir contigo

-¿Para qué?

-porque si te ven sola, te persiguieran y mi papá se enojara, conmigo no

-Solo quiero salir de aquí.

La ElegidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora