Abrazando La Muerte (#21)

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Recorrimos todo el pasillo hasta la estancia, ahí podía ver las puertas, mi perfecto escape. Pero algo me decia que tenía que seguir aquí. Llegamos, y nos sentamos en un sofá verde pastel. Yo estaba al lado de la Sra. Gerson muy pegadas, y afrente de nosotras estaban aquellos 5 chicos; cada uno con los ojos azules. Y los 2 ancianos; con los ojos azules, pero marchitos. Ese momento era incomodo, también, no podía dejar de mirar aquellos trajes negros, con corbatas de colores; había uno con una roja, otro con una rosada, otro con una amarilla, otro con una blanca y otro con azul. Los ancianos por su parte, tenían la corbata negra, ambos.

-Bueno – se paró uno de los ancianos - te dejo a mis tres hijos – se sacudió el traje – veo que tienen un diamante al cual admirar – dijo y se fue. No entendía que pasaba

-Yo también – se paró el otro anciano – mis hijos tienen en sus manos a una hermosa dama – se paró, dio reverencia y se fue

-¿Hijos? – dije a la Sra. Gerson confundida

-Si Tara, estos son los hijos de los fundadores – la Sra. Gerson se paró, y dio un rápido chasquido con la punta de los dedos – muchachos – los 5 chicos se pararon, y yo estaba más confundida. Uno se acercó a mí, yo incline mi cuerpo hacia atrás

-Hola hermosa dama – estaba asustada, pero no con su rostro. Tenía esos ojos, esos labios, y esa voz. Me derretía por dentro, pero me incomodaba por fuera – soy Marcus, hijo del fundador número 2, Saúl Acdebra – me tomo la mano y la beso; los escalofríos me llenaron. Sus labios eran tersos y suaves a mi tacto y yo enloquecía a su mirar – mucho gusto – mente olvida, mete olvida, ¡Dios! Es tan perfecto, más que las esculturas, más que cualquier vestido de diamantes

-Mu...Mucho gusto – tartamudee como una estúpida, espero y no le haya molestado. Se puso recto y se alejó. Él era el de la corbata amarilla. Se iba acercando el de la corbata azul

-Mucho gusto – hizo lo mismo que el otro, pero su rostro era diferente. Me hacía olvidar todo, y solo pensar en él – soy Matthew, hijo del Fundador número 1, Matt Scrafal – me beso en la mano y se retiró. Así paso con los demás 3, nada original, todo igual. Como si fuera sido planeado.

Los chicos se retiraron y me quede con la Sra. Gerson.

-Tara – se paró – debo buscar algo, espera – y se fue, dejándome con la intriga de aquellos chicos. Volvió de inmediato. Traía consigo una caja. La abrió y saco 5 bolas de colores, algo raro y peculiar si hablamos de esto; tenían los mismos colores que las corbatas de aquellos chicos.

-¿Qué es esto? – le pregunte

-Hay algo que tienes que hacer Tara – me tomo la mano – debes casarte – me sorprendí

-¿Qué? – espete

-Antes de que combatas con Ann, tienes que escoger con quien te casaras 

-No puede ser – dije aturdida

-Tienes que hacerlo, la gobernadora tiene que hacerlo

-Yo aún no lo soy – dije

-Pero tenemos las esperanzas en ti – me toco el brazo masajeandolo. Se lo quite

-No he matado a Ann, y ella no me ha matado a mi – dije con la voz como si estuviera llorando

-Nadie sabe, puedes ganar, eres diferente a Ann. En cambio Ann es débil

-Ann es mi mejor amiga – se impacto

-Tara. No podemos hacer nada en ese caso. Lo lamento – miro al frente – ahora debes escoger un color

-No – dije decidida

-¿No? Tara, tienes que hacerlo, es una orden

-¡No quiero! – me miro con los ojos abiertos hasta el tope

-Tu no decides tu futuro, nosotros sí. Ahora, tomo un maldito color.

La extraña actitud de la Sra. Gerson y mi horrible vida en estos momentos, me dijo al oído: "Corre, donde los gritos no te alcance, donde te sientas segura de todo fuego". De inmediato vino a mi mente, el recuerdo de mi vida. Mi casa.

-¡Tara, ya! – ese fue el grito bomba.

Salí corriendo de aquel lugar. Iba lo más rápido posible para abrir las puertas. Los hombres que estaban protegiéndola, no se percataron de que yo saldría corriendo como un rayo, pero cuando me vieron bajando las escaleras hacia la tierra, me prosiguieron. Las personas de Catania, se alejaban gritando para no tropezar y cada vez estaba más cerca de casa. Aquellas pisadas y cada vez que me acercaba a la casa, un recuerdo doloroso me llenaba, como si se hubieran encerrado y después, ahora, se escaparon haciendo revuelo.

Llegue, y abrí la puerta tan rápido como pude. Entre y la cerré. La fuerza de mil caballos estaba en aquella puerta de madera. Para no dejar que ellos entraran, puse una silla en el picaporte, y me deje descansar viendo como la puerta se agitaba. Un olor pútrido recorrió mi nariz. Volteé para ver de dónde venía aquella peste, y veo a April; en sus brazos estaba mamá. Estaba descompuesta. April estaba llorando, y sus lágrimas caían en su piel podrida.

-April – dije llorando

-Mira Tara. Mira lo que hizo mamá – le quería hacer compañía – por mi culpa

-No. No fue por tu culpa, fue mía – me acerque a ella.

De repente, escucho la puerta partirse y una tonelada de peso en mi espalda. Sentí un piquete en el cuello, el grito de April se pierde en mi oído mientras me desmayo.    

La ElegidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora