ESTAS ES LA VERSIÓN ANTIGUA
Un nuevo día comienza. El despertador, que está junto a mi mesa de noche, está sonando sin parar. Me levanto de la cama con la pereza más grande de este mundo, me adentro en el baño y me doy una ducha de unos cuantos minutos. Lavo mis dientes y seco mi cabello con la secadora. Regreso a mi cuarto por algo que ponerme y salir a desayunar.
Mi casa está habitada por mis dos padres y mi hermano mayor, Jackson. Bajo hasta la cocina donde se pueden escuchar murmullos.
— Buenos días, familia — entró a la cocina y saludó a mi hermano con un golpe y a mi padre con un beso en la mejilla.
— Hola, princesa. ¿Cómo amaneciste? — mi madre se encuentra también en la cocina haciendo panqueques para todos.
— Muy bien, gracias — tomo mi teléfono para verificar qué hora es y cuánto me falta para el nuevo año de escuela.
— Amber, hoy no puedo llevarte. Me voy con unos amigos - dice mi hermano tecleando su teléfono. Mi hermano es uno de los titulares del equipo de fútbol americano. Él y yo no socializamos en el colegio porque, según él, su imagen debe permanecer en alto. Pero cuando es necesario, él me defiende a capa y espada.
— Está bien, podré tomar el autobús.
— Aquí están tus panqueques — mamá coloca dos panqueques en cada uno de los platos que se encuentran en la mesa. Tomo algo de miel y lo echo encima de estos. Con un tenedor y un cuchillo, parto un trozo y lo meto en mi boca, saboreando con deleite.
Los platos de la mesa ya están totalmente vacíos. Afuera se escucha la bocina de un auto. Jackson toma su mochila y sale de la casa. Al cabo de unos minutos, tomo mi mochila con destino a la parada de autobuses. El autobús no tardó en llegar. Subo a este y me siento en el último puesto.
El trayecto fue totalmente tranquilo. Todo iba en silencio, era muy obvio ya que las vacaciones ya habían acabado. El chofer del bus se estaciona en la zona de buses y abre las puertas para que todos salgan. Yo espero a que todos salgan por inseguridad.
Camino hasta la entrada de la escuela con la cabeza hacia abajo. Me dirijo hasta mi casillero, que se encuentra junto al baño de hombres. Guardo todos mis útiles y solo tomo la materia que me toca a primera hora.
— Pero miren a quién tenemos aquí — detrás de mí se escucha la voz de Mandy Stand, la chica más popular de toda la escuela. Es famosamente conocida por su novio, el capitán de fútbol americano y amigo de mi hermano, Adam Raymond. — A la ballena Willy — cierro la puerta de mi casillero y me largo sin prestarle atención a aquella chica. Siento cómo mi cuerpo es tirado contra los casilleros.
— ¿No la escuchaste, Willy? — me encuentro en el piso mirando a Stan, cómplice de Mandy. Toda la escuela está en silencio. Escucho un "con permiso" varias veces. Aquella voz se va acercando. Al estar frente a mí, me mira y luego mira a Stan. Jackson le da un gran golpe a Stan.
— ¡Deja a Amber en paz! Si te vuelvo a ver junto a él, te juro que la paliza que recibirás será grande — mi hermano tiene a Stan en el piso. — ¡Y ustedes qué ven, vayan a clases! Mi hermano tiene ese efecto de miedo en las personas, ocasionado que lo obedezcan. Jackson se acerca a mí y me da su mano. Puede que en la escuela no quiera verme, pero cuando se trata de mi seguridad es el más sobreprotector.
— Deja a tu hermana la gorda ahí tirada - la mano de Mandy golpea la de mi hermano con tanta brusquedad que Jackson me suelta y yo vuelvo a caer.
— Mira, Mandy, tú puedes ser novia de mi amigo — lo señala con el dedo. — Pero tú no me mandas — Jackson vuelve a darme la mano y yo la vuelvo a tomar y él con tanta fuerza me levanta. — Vamos a clases — me coloco delante de él. Me sigue como si fuera un escolta. — Amber, debes aprender a defenderte. Yo no voy a estar todo el tiempo junto a ti.
— Tú sabes que no soy una persona violenta.
— Sí, lo sé, pero te tienes que defender. Ellos pueden llegar a ser muy duros y no voy a estar ahí todo el tiempo. Entiende que debes tomar algunas clases de defensa personal o algo por el estilo – me detengo en la puerta de mi aula. Aún no ha llegado el profesor. Miro a mi hermano y este me mira con cara de preocupado.
— Gracias — le doy un abrazo y este lo acepta. — Nos vemos en casa.
— Mmm... Con respecto a eso, no voy a estar toda la tarde — responde rascando su nuca.
— Está bien, no te preocupes — me despido de Jack y entro a mi aula. Al entrar, todos me quedan mirando como el bicho raro que todos dicen que soy. Bajo mi cabeza y me siento en el último puesto. Saco una libreta, lápiz y empiezo a dibujar mandalas. En menos de dos minutos, el salón se encuentra totalmente lleno.
— ¡Buenos días, alumnos! — el profesor de matemáticas entra y todos ponen mala cara. — Espero que sus vacaciones hayan sido muy buenas, pero desde hoy vamos a comenzar con la clase — todos hacen sus berrinches de primer día. — ¡Ya cállen! Ya vamos a comenzar.
— ¿Puedo pasar? — todos voltean a la puerta reconociendo aquella voz.
— Señor Raymond, llega tarde — el profesor le reclama, pero es para fingir, porque ese hombre es fan de Adam Raymond y el equipo. Se acerca a Adam y le da la mano. — ¿Cómo está para el partido de inicio? — coloca los ojos en blanco y mira por la ventana.
— Muy bien, señor — este le recibe la mano con mucho gusto. Delante de mí puedo escuchar los murmullos
de aquellas chicas con las hormonas por los aires. Adam mira a todos lados buscando un puesto. Un grupo de chicas delante de mí deja un puesto en medio.
— Adam, puedes sentarte aquí — este asiente coqueto. Se acerca y antes de sentarse, me mira. Voltea los ojos y se sienta.
La clase del profesor Warren sigue durante dos horas. Unos les prestan atención, otros no se dedican a prestar atención y, por último, los que se encuentran durmiendo. Llevo por lo menos dos hojas con el dibujo que hago. Pintar hace que me relaje y me pierda del mundo real.
— Miren nada más, la ballena dibuja — escucho la voz de Adam y las risillas de aquellas chicas. No les presto atención y sigo trazando mi dibujo. De un tirón, retiran mi libreta de mi escritorio. Por reflejo, me levanto para poder tomarla.
— De... devuél... devuélveme el cuaderno — digo con la mirada baja.
— No — Adam cierra el cuaderno y se lo coloca debajo de su trasero. Indignada, tomo mi bolso y salgo del salón sin pedir permiso.
Mis lágrimas están a punto de salir. Odiaba enojarme y llorar. Voy al baño y me encierro en este. Las gotas de agua salen de mis ojos una tras otra. Salgo del cubículo para lavarme la cara, pero se me es impedido por un cuerpo que está enfrente.
— Pobre ballenita, no se sabe defender sin su hermanito.
— Este baño es de mujeres.
— Ya lo conozco, ya entré con Mandy — alza sus hombros sin importancia. — Desearía no hacer esto, pero como eres nuestro títere, lo voy a hacer — Adam se acerca a mí lentamente, intimidándome con su estatura y su gran cuerpo. Me encuentro recostada en la pared del baño, tiritando de miedo. Las luces del baño se apagan y se prenden y titilan. De los demás cubículos salen más personas con máscaras. En mi cabeza se van formulando preguntas: ¿Cómo llegaron sin que yo los notara? ¿Por qué yo? Estas personas se encuentran alrededor de Adam. Me voy haciendo bolita por lo que va a pasar. El primer golpe lo recibo en las piernas. Chillo de dolor. Luego de eso, llovieron más golpes.
— ¡Oigan! ¿Qué hacen, par de brutos? — la voz de una chica me hace levantar la cabeza para mirarla con mis ojos empapados de lágrimas. — Aléjense de ella. Aquellas personas, incluyendo a Adam, se van como si no hubieran hecho nada. Sé que no estás bien, pero igual ¿te encuentras bien para ir a la enfermería?
— Me voy a casa.
— Te acompaño. Mucho gusto, soy Rebeca Gutiérrez - la chica extiende su brazo y yo lo tomo con un poco de duda.
— Amber Weys - le digo al estar completamente de pie.
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La gorditas también se enamoran
Teen FictionAmber Weys es una chica de 17 años con curvas prominentes y es por bien sabido que durante la etapa de la adolescencia los chicos suelen ser muy duros, el acoso escolar cada día es más grave llevando a Amber casi que a la locura, uno de los principa...