Capítulo Nº 38

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   Bajé al coche, cogiendo antes las llaves de la chupa de Zayn, como me había dicho. Era un deportivo negro no muy grande, de cinco plazas, y estaba aparcado justo frente a la puerta de su casa. Esperé un poco, hasta que al rato llegó. 

   —Eh, oye, Noah... 

   —¿Pasa algo? 

   —Sí... Es que me acabo de dar cuenta de que no te puedo llevar hasta tu casa, aún no tengo el permiso para conducir en zonas fuera de la ciudad, ya sabes, es la ley. 

   —Pero... ¿Tú no eras un chico malo que sigue sus propias reglas y tiene lo que quiere, cuando quiere? —dije retándole. 

   —Lo soy. Pero la ley es la ley, y con eso sí que no me la juego. 

   —Te entiendo. Bueno, pues me cogeré un autobús. 

   —Vale, ¿te acerco a la parada? 

   —No, no te molestes, creo que queda bastante ceca. 

   —Como quieras. 

   —Vale, pues adiós. 

   Estaba a punto de irme, cuando Zayn me tocó el hombro para que me detuviera. Me dí media vuelta, pero para cuando quise darme cuenta, me tenía sujeta del cuello y de los hombros, a menos de un centímetro de sus labios. Yo, en el intento de apartarme, situé mi mano entre su boca y la mía, para que no pudiera hacer nada más que besarme la mano. Y eso que intentó hacerlo con lengua. Argh. 

   —Zayn, ¿pero qué haces? 

   —Tenía que intentarlo. Pero 

recuerda, algún día serás mía, Stevenson —dijo alejándose hacia su puerta—. Algún día...

   Vaya un pedazo de idiota. ¿Yo, suya? No se lo cree ni él. 

   Volví a sacar el Google Maps de mi móvil, para conseguir localizar la parada del autobús. Me condujo por una gran avenida llena de edificios altísimos, y tiendas por todos lados. Londres, ah. 

   Iba pasando por en frente de una especie de bliblioteca universitaria, cuando mi hombro chocó fuertemente con el de otra persona que pasaba por allí, haciendo que se me cayera el móvil al suelo, y se hiciera pedazos. 

   —Oops, lo siento, tengo prisa... —dijo la voz carraspeada de un chico jóven, sin detenerse. 

   Espera, espera. ¿Carraspeada? ¿Jóven? 

   —¡Mi móv...! —dije deteniéndome yo también.

   ¿Harry? 

   Me agaché a recoger los pedazos de mi móvil mientras él pasaba a toda prisa entre la gente. Iba vestido con uma camisa blanca abierta, a rayas verticales muy finas, con una camiseta básica del mismo color por debajo, que dejaba ver un colgante con forma de cruz eclesiástica. Llevaba sus pantalones negros pitillos de siempre, y un sombrero gris. 

   Se limitó a mirarme de reojo para comprobar que estaba bien, aunque con una expresión de cara algo impresionada. De pronto, la masa de gente que iba y venía sin cesar por la calle, hizo que desapareciera entre la multitud.    ¿Harry? Era él. Pero, ¿había sido una casualidad? ¿O habría estado todo planeado? 

   Devolví la mirada a mis manos, ¿y qué había? Mi precioso iPhone blanco de casi 600€, por el que estuve ahorrando casi dos años para poder comprarme, estaba completamente despedazado. La pantalla se había roto en mil pedazos, y la carcasa estaba partida en dos, dejando la batería y la tarjeta al aire, y mi funda de cristal dorado de Justin Bieber se había hecho añicos. Volví a alzar la mirada, y ni rastro de Harry.

   Me senté en un banco a intentar arreglar mi móvil, pero fue como intentar revivir un cadáver. Nada. 

   Aquello me entristeció bastante, porque ya no iba a poder hablar más con las chicas y Liam por WhatsApp en un tiempo, y lo que es peor... ¿Cómo iba a volver a casa? 

   Yo era una chica procediente de un pequeño pueblo Irlandés, y no estaba acostumbrada a tantos edificios, tanto ruido y tanta contaminación. 

   Empecé a preguntar a todo el mundo por dónde quedaba la parada del autobús para la urbanización del Sur, pero nadie tenía ni idea. Hasta que un señora muy simpática, que me vio desesperada y se acercó a mí, se ofreció a conducirme hasta la parada. Parecía una mujer muy amable, así que me dejé guiar.    Cuando al fin llegué, di las gracias a la mujer y subí al autobús. Me senté en la parte trasera, contemplando a mi pobre móvil, destrozado. Pero... No podía echarle la culpa a Harry. Había sido un accidente, no creo que hubiera sido tan capullo de chocarse contra mí solo para romperme el móvil... O eso espero. 

   Llegué a mi destino, y caminé hacia mi casa no sabiendo hacia dónde mirar. En condiciones normales, estaría poniéndome al día sobre Justin en Twitter o escuchando música, pero no podía. Iba con la mirada perdida. A los pies, al cielo. A los pies, al cielo. Al los pies, al cielo... Qué estrés. El sol ya se había ocultado, y era prácticamente de noche. No se veía la Luna, pero sí las estrellas. 

   Cuando al fin topé mi casa, metí la llave en la cerradura y entré sigilosamente. No había nadie, probablemente Evan se habría ido a casa de Niall a jugar a los videojuegos y habría acabado cenando allí, así que estaba sola. 

   Fuí a la cocina a por algo de beber, estaba sedienta. Bebí un poco de agua, y después subí a mi cuarto. Tenía intenciones de ducharme, había sido un día duro. Entre lo de Crystal, mi gorro, la cita (que no había sido una cita, ni de lejos) con Zayn, y la muerte de mi querido móvil, necesitaba relajarme, así que pensé en darme un baño caliente con aromas. Me vendría bien para relajarme un poco. 

   Por desgracia, tengo la mala costumbre de ir quitándome la ropa mientras subo las escaleras, para ir ganando tiempo, pero aquella vez no fue muy buena idea. 

   Cuando entré a mi habitación, encontré a Zayn de espaldas, husmeando en mis cosas. Me tapé la boca con la mano, para no soltar un gritito del susto. Estaba en sujetador, y él aún no se había dado cuenta de que yo estaba allí. No supe cómo reaccionar, ¿qué hacía Zayn allí? ¿Se había teletransportado? Por que licencia no tenía, que yo sepa... ¿O sí...? 

   Presa del pánico, caminé hacia atrás, hasta toparme de espaldas con la puerta del cuarto de mi hermano. Comprobé que no había nadie, así que entré. De repente, empecé a escuchar unos pasos lentos que venían desde mi cuarto, tenía que ser él. 

   No sabía qué hacer, así que me escondí bajo la cama, sigilosamente. Ví por debajo de la puerta las botas negras de Zayn. Cerré los ojos y crucé todos los dedos de mi cuerpo, pies incluidos, para rezarle a Dios, a Alá, al Budda, al Dios de las albóndigas y a todos los Dioses rezables. Se acercó hacia el armario, y lo abrió, pero al ver que no había nadie, volvió unos pasos hacia atrás, de nuevo hacia mo cuarto. 

   Yo permanecí inmóvil, bajo la cama, hasta que lo oí bajar las escaleras. ¿LAS ESCALERAS? MIERDA. MI ROPA. 

   —Noah... Sé que estás por aquí... Tengo tu ropa... —dijo con un tono de voz vacilón— vamos, sal... No voy a hacerte nada. 

   ¿En serio? No sabía si confiar en él o no. 

   Volvió a entrar al cuarto, y merodeó hasta llegar a la ventana, situada en paralelo a la puerta. Yo seguía rezando, pero de pronto, su fuerte y fría mano agarró mi pie por debajo de la cama. 

   Mierda. 

Just Hug Me ♥ (One Direction)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora