CAPÍTULO 05 | Fuerza invisible

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DANIEL

El aire... sí, debe ser eso.

Observo la carretera, y de repente, comienzo a sentir que las líneas blancas, que en realidad parecen grises al estar tan desgastadas, se desvanecen en un instante. Mis ojos se abren con rapidez, y las líneas vuelven a aparecer.

Nunca antes lo he hecho, pero llevo demasiado tiempo conduciendo. Zayn sabe hacerlo y, sin embargo, se ve incapaz. ¿Por qué se supone que yo puedo? No me he detenido en quién sabe cuántas horas, a excepción de cuando encontramos a esa chica. Perrie. Y ella... ¿es de fiar? ¿Se supone que es seguro tenerla aquí?

Es imposible. No puedo seguir conduciendo. 

Presiono el freno en seco sin vacilar ningún segundo. Hay demasiadas cosas en mi cabeza, y mi cuerpo se siente cansado en exceso. Apenas distingo las líneas, y hay dos cuestiones más: no está Zayn aquí para mantenerme despierto, y lo único que hago es seguir derecho. No hay curvas, ni siquiera hay camiones que podría adelantar o coches a los que evitar. Esto comienza a resultarme inútil, y ya me sacó demasiado de quicio.

Oigo varias quejas a mis espaldas, pero las ignoro, y abro la puerta del conductor sin hacer demasiado ruido. Bajo de un salto, y me encamino a las puertas traseras de la camioneta. Me da completamente igual dejar el coche en medio de la carretera: nadie pasa nunca. Abro ambas puertas, la luz entra en la oscuridad y recibo los abucheos con los brazos abiertos de par en par.

—Bienvenidos a la vida, seres de la oscuridad—exclamo para todos. Al parecer, por primera vez, estaban durmiendo—. Necesitan un poco de aire, al igual que yo.

Recibo miradas cargadas de odio, a las que les dedico una gran sonrisa, y entro a la camioneta sin perder ningún segundo. Observo el ambiente antes de tumbarme justo al lado de Heather. Perrie estaba acostada en una esquina y no tardó nada en incorporarse y bajar del coche. Zayn sigue durmiendo, como si en realidad no hubiese pasado nada, a un lado de Aarón. Este sigue inconsciente. A su lado, Esther observa la nada en los ojos de su gran apegado amigo. Luego estoy yo, y a mi lado, Heather se limita a mirarme de mala gana, bufando cada vez que la observo. Frente a todos nosotros, Maia se restriega ambos ojos, aún con la espalda apoyada en el frío suelo de la camioneta.

—¿Qué tal el sueño, compañeros de viaje?—pregunto intentando permanecer animado. El simple detalle de que Perrie ya no esté presente consigue calmarme un poco más-

Al unísono, todos gruñen como respuesta.

Pongo los ojos en blanco dramáticamente, aunque ninguno lo nota.

—Los amo—suelto, y lanzo un largo y prolongado suspiro, antes de agregar:—. En serio, aligeran esto como nadie podría hacerlo, ¿lo saben, verdad?—arrastro las palabras, destacando la ironía en ellas.

A mi lado, Heather muestra la sombra de una sonrisa y cuando se percata de que la he visto, corre la mirada hacia cualquier otro lado.

—Tú más que nadie, dulce terrón de azúcar—murmuro para ella, a lo que recibo un empujón por su parte.

Entonces, se incorpora, y también abandona el ambiente.

Me giro hacia Esther, aún bastante animado.

—¿Qué me cuentas, amiga?—le pregunto.

No recibo ninguna respuesta. Decido rendirme.

—Son unos amargados—bufo, y sé que nadie me escucha—. Absolutamente todos.

En ese exacto momento, Maia toma una gran bocanada de aire, y lo deja salir junto a algunas palabras.

—Eres insoportable, Daniel.

AlevosíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora