CAPÍTULO 15 | Perder ante el dolor

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MAIA

Sé que Zayn ha entrado a su habitación porque está literalmente al lado de la mía y oigo cómo la puerta se abre. Estoy acostada en la cama, mirando el techo, sin saber qué pensar. O qué sentir. No quiero darle tantas vueltas a lo que me ha dicho, pero veo imposible no hacerlo. Sus dos palabras se repiten una y otra y otra vez, pero no les veo el sentido.

¿Cómo va a quererme?

Me gustaría dejar de pensar. O de darle tantas vueltas. Amaría ser como Heather y ser capaz de pasar de ello. De que no me importe tanto si yo siento o no lo mismo, o si es posible que el otro diga la verdad. Pero existe la posibilidad de que mienta. Existen miles de otras posibilidades. ¿Cómo puedo estar tranquila siendo consciente de ello?

El televisor está encendido, pero en silencio. Por alguna razón el noticiero no tiene color. Veo imágenes que no distingo, personas hablando que no oigo, y hechos que me dan igual. Creo que algún día estaré allí. Algo me dice que, de salir 00:00 a la luz, será esa clase de noticias de las que todo el mundo habla por al menos una semana, y luego se olvidan.

Yo no lo olvidaré.

Por más que lo quiera.

El tiempo pasa y se hace medianoche. Debería estar aterrada, buscando la forma de resolver algo, de evitar morir, pero estoy aquí. En un hotel. A salvo. A punto de bajar con Daniel para llamar a un desconocido que parece querer ayudarnos. Y eso no me aterra, aunque quizás debería.

Me levanto. Camino. Salgo de mi habitación intentando no hacer demasiado ruido. Atravieso el pasillo y llamo al ascensor. Una vez que llego a la recepción, por más que no haya nadie, me acerco a la mujer que está atendiendo y le pido el número de Chase. Me ofrece el teléfono fijo del hotel, marco el número y oigo los pitidos.

Daniel aún no ha bajado. Supongo que me tocará esperarlo, pero puedo adelantarme a los hechos.

—¿Hola?—atiende Chase.

—Hola, sí, eh... soy Maia. Nos trajiste a mí y a mis amigos a un hotel hace unas horas. Y, si todavía se puede...

—¿Maia? Ah, qué maravilla—responde con evidente alegría, interrumpiéndome—. No creí que llamarías. ¿Necesitan algo? ¿Quieren ir al parque de diversiones? Creo que estará abierto toda la noche.

—Daniel y yo estamos interesados, si no es mucha molestia.

—¡Por supuesto que no! Ya mismo estoy en camino. Será una buena noche para ustedes, y en especial para ti, Maia.

El pitido siguiente me indica que ha cortado.

Tengo que sentarme en el sofá a esperar. No pasa demasiado tiempo hasta que, por las escaleras, aparece Daniel. Se acerca a mí y le digo que ya llamé a Chase y está en camino. Sin responderme nada, él asiente y permanece de pie. Es extraño que se haya ofrecido a acompañarme, aceptando de antemano ocultarle esto a Zayn, pero creo que por ese lado estamos de acuerdo. Eso me hace sentirme menos estúpida cada vez que pienso en que Chase sabe algo. O puede ayudarnos. O ambas a la vez.

—¿A dónde van?—escuchamos que pregunta alguien, de la nada.

Es una voz femenina.

En cuanto Daniel voltea, yo también puedo verla. Perrie acaba de bajar, con evidente prisa, y se acerca a nosotros con paso decidido. Y, como si todo estuviese confabulado en nuestra contra, justo en ese exacto instante, la puerta del hotel se abre y entra Chase con una sonrisa de oreja a oreja, diciendo:

—¿Me extrañaron?

La sorpresa en la cara de Perrie es evidente, pero al instante su expresión se transforma a una que no puedo descifrar.

AlevosíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora