CAPÍTULO 32 | En tu contra

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Quería dedicarle este capítulo a AlwaysSameMistake para darle las gracias por los edits que me estuvo enviando para la historia. A mí me gustaron porque son mis bebitos y cualquier cosa que tenga que ver con ellos se me hace hermOSA Y FNSDFHNSahfj así que si a alguien le parece que uno es feo, tiene mi desaprobación. Es broma, pero igual, Mía, sos genial, ya sabes que te amo ♥

Adivinen quién volvió.


ESTHER

La puerta se abre y una mano invisible me empuja para que pase por ella. Sin tener tiempo a recobrar el equilibrio, caigo al suelo con fuerza, estampando mi cara contra él antes de poder detenerme. Comienzo a gritar sin querer hacerlo mientras me incorporo en busca del cuchillo, aunque no alcanzo a encontrarlo, así que recurro al segundo plan: abrazarme a mí misma e intentar desaparecer.

Todo funciona a la perfección hasta que un ruido llama mi atención. Son pasos, lentos y seguros, que cada vez se acercan un poco más a mí. Al alzar la mirada tengo frente a mí, en un pasillo, tres pares de ojos fijos en la situación. Una chica rubia me observa como si no pudiese creérselo y a la vez con pena, a su lado hay un chico de ojos bastante lindos sentado en el suelo junto a una chica de cabellos blancos bastante desnutrida.

La primera en reaccionar es la rubia.

—¡Esther!—chilla, y comienza a abrirse paso hasta mí.

Justo en ese momento se abre una de las puertas y la chica rubia choca contra un chico de piel morena que justo salía de la que al parecer es su habitación. No reconozco a ninguno de estos chicos que tengo justo delante de mí y eso es lo que, en primer lugar, más me aterra. En segundo lugar se encuentra esta inexplicable sensación que nace en mi pecho y me dice que ya los vi antes, que algo me está alterando.

Sin embargo, cuando todos vuelven a observarme la primera razón toma el poder y me empuja a volver a buscar el cuchillo con rapidez. Lo encuentro casi a mi lado y lo tomo mientras me incorporo.

La chica rubia hace a un lado al chico moreno, pero en cuanto intenta acercarse a mí, alzo el cuchillo en su dirección. Se detiene y alza ambas manos en señal de rendimiento.

No me hará daño.

¿Verdad?

Oigo una maldición proveniente del pasillo. Segundos más tarde, una mano rodea la cintura de la rubia y el chico de ojos lindos se sitúa a su lado, como si quisiese protegerla. Este me observa, clava sus ojos en el cuchillo lleno de sangre, y luego vuelve a subir la mirada hasta mis ojos. Parece querer decirme que no me ve siendo capaz de dañar a alguien con esto. Mis dedos, de manera involuntaria, lo toman con más fuerza, cuando él extiende uno de sus dedos e intenta sacarme el cuchillo de la manera más ridícula posible.

—Es inútil, Zayn—dice el de piel morena desde el pasillo—. Te conviene no alterarla. Podría matarte de la manera más brutal e inesperada.

Sintiéndome, en parte, halagada por las palabras de ese desconocido, consigo hacer que mi mirada se vuelva un poco más cruda.

—¿Recuerdas a Daniel?—pregunta el de lindos ojos, que al parecer se llama Zayn, ignorando al otro. Niego con la cabeza y, al hacerlo, noto en su mirada cierta decepción—. ¿Recuerdas a alguien, Esther?

Mi corazón comienza a latir de manera veloz cuando entiendo la pregunta. ¿Recordar? ¿Se supone que olvidé algo? ¿Se supone que la segunda opción en verdad me está diciendo lo que me ocurre? ¿Es que ahora estoy loca?

Sé quién soy, sé qué hago cubierta de sangre, pero no sé qué hago aquí.

No doy respuesta alguna. Al notarlo, la chica rubia intercambia una mirada rápida con Zayn.

—Creo que ya es momento de hacer que Aarón vuelva a casa—vuelve a decir el chico de piel morena, quien ya comienza a fastidiarme un poco.

Sin darme tiempo a reaccionar, Zayn se acerca a mis espaldas y rodea con fuerza mi cintura, elevándome. Estoy a punto de utilizar el cuchillo cuando la chica rubia me lo quita de la mano y se aleja, dejándolo fuera de mí alcance. Lanzo un resoplido a modo de queja, dándome cuenta de lo patética que soy.

Lo que ocurre ahora es confuso. Distingo movimientos rápidos, todo gira a mí alrededor y una luz verde se vuelve roja. Mis rodillas intentan golpear a Zayn con brusquedad, sin ningún resultado. Antes de que pueda darme cuenta, mis pies tocan de nuevo el suelo, aunque ahora me tambaleo, sin poder recobrar el equilibrio hasta que mis manos se apoyan en la pared y cierro mis ojos.

Oigo un click y luego siento que hay alguien justo a mi lado, aunque aún no me siento capaz de abrir los ojos. Espero a que mi estómago deje de pedir ayuda para permitirme hacerlo.

Sin que pueda impedirlo, mi mirada se alza en dirección a la persona que tengo justo frente a mí. Antes de que pueda negarlo o prepararme para volver a sentirlo, mi mente parece conectarse, las cosas comienzan a aclararse. Veo la casa. Veo al único chico que estaba a mi lado apoyándome. Veo sus ojos, distingo la manera especial que tenían de observarme. Recuerdo cómo sus labios no sabían a nada en especial y, al volver el tiempo atrás, hago memoria de haber pensado que lo que teníamos no era nada, que cada vez que sus ojos bajaban de manera involuntaria hacia mis labios en realidad daba igual, cuando no era así.

Sé que uno puede sentir algo pero la mente es poderosa, tanto que puede hacerte creer que no pasa nada. Hacer de un universo de emociones un mundo vacío y desapegado.

Recuerdo que tuvo que morir y no fui yo quien lo salvó. Recuerdo que intentó evitar que una bala me lastime y quien terminó herido fue él. Recuerdo estar a su lado tanto tiempo que me sorprendía no aburrirme nunca de él, del chico que en realidad dormía, de quien aun estando inconsciente formaba parte de casi todos mis pensamientos.

Hago memoria de la preocupación que generó en mí, de la camioneta que intentó protegernos, de la vez en la que despertó y lo primero que hizo fue observarme. Sé que en una noche ocurrió algo, que intentó salvarme y se lo impedí, pero a partir de ese punto todo se vuelve borroso, tanto que vuelvo a sentir que olvido quién es él.

Ahora vuelve a mirarme. Comienzo a ver imágenes de un lugar blanco, personas con artefactos que sólo me lastimaban. Veo a un hombre en silla de ruedas cacheteando a otro hombre más debilucho, y luego llorando abrazado a una imagen que parecía ser de una niña. Recuerdo la inestabilidad de mi consciencia. Recuerdo los «no» que ambos gritamos a todo pulmón al ver todo lo que les ocurría a nuestros amigos. Sé que luego Richard nos explicó el plan, pero la imagen acaba allí. Luego de eso, no hay nada, más que los ojos azules del chico que aún sigue observándome, expectante.

Ahora es diferente, porque ahora mi corazón late con fuerza por otra razón.

Es él, es Aarón.

Y lo recuerdo a la perfección.


Dejo esta cosita hecha por mi beba Mía, y me despido ♥

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