CAPÍTULO 21 | El día de ayer

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CAPÍTULO DEDICADO A yuyigab127 ♥ (Es bueno saber que Richard es tu personaje favorito 7u7)


CHASE

Observo con detenimiento una sombra deslizarse desde la mesita hasta el suelo, con suma delicadeza. Me estiro hasta poder ver qué es, encontrándome así con un papel pequeño, de color blanco sin ninguna arruga. Esto es de mi padre, pienso mientras lo tomo y lo pliego ya sentado de manera decente.

Ante mí tengo un dibujo de dos manos que no alcanzan a tocarse, pero de alguna forma, están próximas. Toco con la yema de los dedos las finas líneas trazadas a lápiz que forman los dedos de la mano de una mujer que se extienden en dirección a los de un hombre que los aleja, o al menos, eso es lo que alcanzo a entender. Nunca me he interesado demasiado por el arte a diferencia de mi padre, el cual suele utilizarlo bastante seguido—o eso tengo entendido—para enviar mensajes a sus concursantes. Ya sabes, una pasada.

Pero ahora entiendo que este papel, este pedazo de hoja procesada, tiene plasmado un mensaje para mí. Y no sólo eso, también es para alguien más, la persona que como yo no llevaba sangre entre los dedos. Vuelvo a observar el dibujo, justo cuando una palabra se hace visible entre el espacio que hay entre ambas manos.

«TRAICIÓN».

Frunzo el ceño de manera inconsciente mientras muevo la hoja, a la espera de que algo nuevo ocurra. Quizás espero que la palabra cambie o las manos se muevan por arte de magia, pero nada de eso ocurre. Más bien, oigo a mis espaldas un gran estruendo, seguido de los agudos gritos de Perrie a los cuales ya me vengo acostumbrando.

Ésta atraviesa una de las paredes con rapidez y cae al suelo. La supuesta puerta que ella había abierto se cierra justo cuando Perrie se gira, horrorizada, sin dejar de chillar, gemir y patalear. La puerta desaparece, como si se hubiera fundido en la pared.

Observo a la muchacha de cabello blanco tirada en el suelo sin dejar de gritar mientras señala la puerta. Minutos más tarde, tal y como me lo esperaba, en el pasillo se amontonan los demás, quienes observan sin reaccionar la escena. No parecen comprender por qué grita y muestra la pared, en la cual no hay nada, y Perrie no parece poder explicarlo.

Vuelvo a observar mis manos al sentir un cosquilleo. El papel ha desaparecido, tan rápido como apareció. Mis labios forman una línea blanca al instante mientras me incorporo, dispuesto a hacer algo para ayudar o tranquilizar a Perrie.

Girándome les hecho, otra vez, una mirada lenta a todos. Maia encabeza la fila con su amiga pelirroja, Heather, la cual me analiza con detenimiento, como si dudase de mí. Sus labios forman una sola palabra, y es entonces cuando entiendo qué es lo que todos ellos creen que acaba de pasar.

—Hijo de puta.

Zayn y Daniel fruncen el ceño, detrás de ambas, aunque tampoco intentan hacer nada. Ahora, plantado justo frente a tal grupo, lo único que puedo hacer es sentirme un completo idiota por intentar ayudarlos cuando, es obvio, jamás alcanzarían a creerlo, tratándose de mí, el hijo del hombre que los metió en todo esto, el hijo de Richard, el hijo del asesino.

Lo único que pueden pensar de mí es que soy como él. Y, de hecho, no los culpo, porque incluso yo creía eso hace un tiempo.

Recuerdo la primera vez que vi lo que hacía. Fue con Jade, mi hermana. Ambos estábamos aburridos sin saber qué hacer y papá no estaba en casa. Tendríamos unos nueve años, yo casi diez. En aquel entonces éramos como mugre y uña, sol y luna, lluvia y nube. Nos necesitábamos, nos complementábamos, y éramos la clara muestra de que esa regla que asegura que los hermanos están predestinados a odiarse de alguna forma, es falsa. A pesar de la poca diferencia de edad que teníamos, éramos hermanos en el verdadero sentido de la frase. Sin embargo, éramos opuestos. Jade era más atrevida que yo y prefería meterse en líos la mayoría de las veces. Sin embargo yo siempre fui el hijo preferido, predilecto y perfecto para Richard porque nunca intenté ni quise contradecirlo.

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