CAPÍTULO 08 | Sentimiento de libertad

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PERRIE

Es increíble y, en cierta medida, parece hasta imposible.

No sabría decir en qué momento nos dimos cuenta, pero de repente Daniel estaba alterado. No podía hablar, pero frenó en seco el coche y eso fue suficiente, aunque al principio no entendía qué sucedía... hasta que un sonido agudo me sacó de mi ensimismamiento. Era el claxon de algún coche, y el sonido cada vez se volvía más y más fuerte. Daniel no tardó en reaccionar y salir de la carretera, pero para entonces yo ya lo había entendido.

Encontramos lo que estábamos buscando.

Miré por la ventana, divisando a los lejos las luces de una gran ciudad. Todo mi ser pareció temblar en ese instante. Ahí estaba, y no era un sueño. No podía serlo. Sigo sin creerlo, permaneciendo atónita ante la simple imagen de una ciudad que se alza a lo lejos. No tengo idea de cuál es. Ni siquiera sé si nos conviene adentrarnos en ella, o si es de la que vienen estos chicos, pero por el simple hecho de que sea algo, me parece más que suficiente.

Daniel no pierde ni un segundo. Abre la puerta y baja del coche de un salto, y yo no tardo en seguirlo. Ya es de noche, y ahora puedo ver algún que otro vehículo circulando por la carretera. ¿Entonces ya es seguro todo? ¿Y real? Es posible. Claro que sí.

¿Pero por qué me siento tan extraña?

Escucho que las puertas traseras se abren y el resto de los chicos no tardan en acercarse, emocionados. Zayn abraza a Daniel con emoción. Heather y Maia también lo hacen, pero un poco más tranquilas. Y veo, además, que Esther está ayudando a bajar al chico herido, que si mal no recuerdo se llamaba Aarón. Es muy extraño, pero esos dos no se acercan en ningún momento a nosotros. Al contrario, permanecen algo alejados, aunque supongo que de querer tampoco podrían moverse mucho.

Estoy segura de que su herida sigue doliéndole como mil infiernos.

Vuelvo a observar las luces parpadeantes. En la oscuridad total que nos presenta la noche, parece ser aún más mágico. E irreal. No tengo idea de porqué lo hago, pero de repente estoy acercándome de nuevo al coche. Lo analizo por unos segundos, y luego consigo maniobrar para apoyarme en la puerta y subir sobre el techo sin demasiada dificultad. Una vez que lo consigo, me arrastro sin miedo hasta poder sentarme.

Desde en donde me encuentro se ve todo incluso mejor. Hasta una suave corriente de aire acaricia mi cara, aunque es difícil percibirlo. Acabo de caer en la cuenta de los nervios que traía encima porque, de a poco, parecen abandonarme, aunque no del todo.

Sigo inquieta, sin llegar a ver del todo el lado bueno de estar aquí, sentada, observando una ciudad, la cual podría significar mi salvación. Un escape.

¿Pero exactamente de qué estoy huyendo?

Cierro mis ojos por un momento para intentar concentrarme. Noto que, debajo de mí, la camioneta se sacude un poco. El resto de los chicos están subiendo. A pesar de esto, permanezco tan quieta como puedo. Quiero recordar. Lo necesito, aunque me veo incapaz. ¿Quién soy? ¿Por qué todo lo que sé es que mi nombre es Perrie y tengo que salvar a estas personas? La poca memoria que consigo recordar llega en el momento justo, cuando alguien me pregunta algo o cuando siento que las cosas no encajan del todo.

Tenía razón. Noto que cuatro personas se sientan a mi lado, de repente. Sigo sin moverme.

Oigo cómo canta un grillo. ¿Y si termino haciéndoles daño? No los conozco, pero siento la necesidad de guiarlos. Puedo ser una trampa. No tengo idea de quién, o qué, me está mandando. Tampoco entiendo por qué ellos confían en mí, aunque no tengan una verdadera razón para hacerlo.

AlevosíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora