ESTHER
Cierro mis ojos con fuerza al oír la voz de Perrie. Acabo de oír un estallido y cristales rotos y no tengo idea de qué está ocurriendo allá afuera, pero tampoco pienso dejar a Aarón solo, no siendo tan consciente de que está cerca de morirse por ser tan idiota y no haber dejado que una puta bala se incruste en mí pierna impidiéndome seguir caminando por el resto de mi vida. Sí, vale, es genial y lo agradezco, pero ahora sólo puedo sentir que es mi culpa que él esté en este estado tan penoso. Tomo su mano con fuerza y la acerco a mi cara, específicamente a mi mejilla. Está fría. A parte de eso, pálida.
Todo está demasiado mal.
Por más que uno quiera dejar de oír, dejar de sentir y dejar de ver, el mundo siempre te está rodeando, y nunca dejará de hacerse oír, así que no puedo evitar oír las voces lejanas de todo lo que está ocurriendo afuera porque por más que lo quiera con todas mis fuerzas, allí están, y mis oídos no pueden evitar escucharlo todo, al ser todo lo demás un completo, perturbador y agonizante silencio.
—Miren, haremos las cosas de este modo—puntualiza Perrie, hablando con su voz portentosa—. Creo que soy la más... apta para ir adelante y ver con cuidado cualquier signo de vida que nos rodee.
Puedo imaginarla echándole miradas a Maia o a Zayn. Sé que cree que todos estamos locos, mal de la cabeza de una forma u otra, porque es algo que, al menos para mí, se nota a kilómetros de distancia.
Nadie dice nada más. Oigo el sonido de una puerta al abrirse y un grito masculino, aunque a pesar de él, permanezco inmóvil, con la fría mano de Aarón aún en mi mejilla y los ojos cerrados. También percibo risas y, de un momento a otro, la camioneta se sacude sin demasiadas fuerzas. Oigo pasos a mi lado y el típico sonido que hacen las puertas al cerrarse.
Alguien se deja caer junto a mí. Sigo permaneciendo inmóvil. Comienzo a prestar mucha más atención a los sonidos, y entonces oigo la respiración agitada de quién sea la persona que esté justo a mí.
—Esther...—oigo que murmura. Es una voz femenina, particularmente familiar.
Al abrir los ojos, me encuentro con la mirada perdida de Heather. Intento descubrir a quién está mirando siguiendo sus ojos, y entonces termino por tener que girarme del todo encontrándome así con la mirada de otra persona a la que me gustaría poder visto de esta forma antes. Siento que mis ojos se cristalizan al instante en el que soy consciente de qué está ocurriendo.
Aarón me observa con detenimiento, y luego clava la mirada en su mano, que ahora se encuentra prácticamente pegada a mis labios, aunque no la retira ni intenta moverla. Es difícil verlo de esa forma, tan perdido y a la vez tan inocente.
Todo el mundo comienza a ir lento, tanto para él como para mí. De repente, ya no siento ni percibo ningún sonido que me rodee. Parece que ya no hay absolutamente nada que me importe más que los ojos, abiertos y aterrados, de Aarón, de esa persona tan estúpida que se arriesgó por mí. Detesto odiarlo por haber hecho eso, porque en realidad tendría que estar agradecida, pero de todas formas el sentimiento de culpa carcome cualquier tipo de agradecimiento que pudiese tener hacia él.
La situación parece quemar todo mi cuerpo y consciencia, y es algo imparable e incontrolable que me saca de todas mis casillas. Apenas puedo entenderlo, pero tampoco sé qué otra cosa hacer para mantener la calma entre todo el caos que se ha creado.
No puedo evitar abalanzarme sobre su cuerpo, casi llorando y a la vez conteniéndome sin lograrlo del todo. Lo hago sin demasiada rapidez para no lastimarlo. Él sigue sin emitir sonido alguno, y tampoco se mueve. Sólo, como yo, permanece inmóvil, y ambos cerramos los ojos durante unos segundos.
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Alevosía
Mystery / ThrillerHuir no significa ser libre. ¿Qué pasa a medianoche? Segunda parte de la trilogía MEDIANOCHE. Todos los derechos reservados a Annis Juliet ©