¿Morir? Cap. 10

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Narra Samuel:

El último día había sido estupendo. Corregí las cosas con Perla sin problema alguno y salí con Guillermo a la piscina de la escuela a bobear un poco. Todo salió impecable, me sentí limpió y contento de que las cosas hayan acabado bien. La sensación de saber que Perla no se interpondría entre mi y Guille era ideal y que él no se alejara de mi volvía todo un rompecabezas completado.

Sin embargo ese día Guille me dejo con la duda sobre sus secretos, que me había mentido y ocultado cosas. Entiendo que la gente lo haga, es sólo que cuando le hice la pregunta y él contestó, su rostro competitivo cambió por completo y se torno asustado, pálido por el recuerdo de algún mal momento. Cuando él me dijo que aun no podía hablar de eso, lo entendí perfectamente, y no lo iba a obligar a decirme, dejaría que se incorporará él sólo. Me había sentido un poco mal por hacerlo pensar en esos problemas, y por eso lo abracé, según sé eso anima a las personas.

Fue el otro día de escuela y al terminar las dos primeras clases comencé a buscar a Guillermo en algunos salones, pero no lo encontré, luego vague por el patio y seguía sin verlo. Comenzaba a pensar que estuviera de nuevo con sus ideas locas de soledad y aquello me mosqueo bastante el pensamiento. No quería eso de nuevo, resultaba decepcionante y estresante. Imaginaba toda otra discusión del mismo tema y temía que si pasaba eso esta vez Guillermo optara por darme la espalda.

Desesperado fui por último atrás de la escuela, estaba asustado de lo que se le pasara en la mente, sin embargo olvide que él amaba la soledad, cosa que no es mala y nos ayuda a encontrar nuestros verdaderos yo, y a parte de amar eso, él parecía soñar fuera de este mundo. Y hoy me di cuenta que no debía olvidar eso de él, porque allí lo encontré, bajo su árbol con los ojos cerrados y su respiración tranquila, con una leve sonrisa en su rostro.

Quien sabe lo que pensaba, lo que veía con los ojos en su mente o incluso lo que recordaba, pero me impresionaba como llegaba a esa paz sin el consuelo de nadie y solo con su imaginación. Lo miraba anonadado de ese pequeño don, de que pudiera ser feliz lejos del mundo, lejos de las personas y lejos de sus problemas. Sin darme cuenta sonreí de forma tonta e involuntaria en todo el rato que llevaba observando, y es que de verdad hasta su cuerpo entero parecía relajado.

De pronto él me miro y salto levemente asustado por mi presencia sigilosa. Salí de mi trance y reí apenado.

-Hola, Jeje- dije mientras caminaba y me sentaba a su lado. Guille devolvió mi sonrisa y recargo de nuevo su cabeza al árbol sin comentario alguno. -Te he buscado un buen rato y vaya que por un momento pensé que habías vuelto a cambiar de opinión- comenté un poco alterado. Él me miro con media sonrisa como si se sintiera complacido ¿Pero de qué? - Y luego recordé lo mucho que amas soñar y estar sólo. Y te encontré- concluí.

-Pues si, me gusta estar aquí. Cada que salgo al patio todos me ven raro y murmuran cosas, al final todo se torna incomodo y no soporto seguir ahí. Ya sabes como vuelan los rumores- contó un poco nostálgico.

-Con suerte yo no creó en ellos- Guille no dijo nada y curve mi ceja. -¿Por qué tan callado?- cuestione entre burlón y curioso.

-Nada, siempre he sido así, Samuel- Alcé las cejar y reí incrédulo.

-¿Tú? Pero si cuando te conocí amabas... - me quede pensando un rato - Si tienes razón, te gustaba ignorarme- recordé y los dos reímos.- Pues mal por ti porque adoro hablar todo el rato- Guille hizo cara de disgusto mientras bromeaba desesperación y al terminar su chiste lanzamos unas cuantas carcajadas. Adoraba reír así con la gente, es solo que su risa me resultaba más bonita que la de otras personas. Todo de él era especial en algún sentido.

¿Morir?-Wigetta-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora