Capítulo 1: Palabras con sabor amargo

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CAPÍTULO 1

PALABRAS CON SABOR AMARGO



-No.

-Lys, por el amor de Dios, tan solo es ir y...

-Mi respuesta seguirá siendo no por mucho que te esfuerces, Veret -le respondí con indiferencia, sin dignarme a mirarlo a los ojos-. No malgastes saliva en algo tan sumamente estúpido.

Entonces fue cuando después de media hora haciendo uso de su paciencia para tratar de convencerme en vano, Veret estalló. Sus ojos desorbitados se clavaron en los míos.

- ¡¿Estúpido?! ¡Natlys, que es tu hermana! -exclamó fuera de sus casillas. Uh, me había llamado por mi nombre completo en vez de utilizar mi apodo, y eso solo podía significar algo: al parecer había conseguido frustrar al paciente y sabio de mi amigo, hecho que era casi imposible. Casi.

-Por mí como si es mi tía-le respondí manteniendo mi postura. Él golpeó furioso la mesa con la mano, en un intento desesperado de llamar mi atención. Saqué la nariz de mi libro por primera vez desde que había nombrado el nombre de mi hermana, mientras una media sonrisa ocupó mi rostro al observar su gesto. Después mi vista volvió a las páginas intentando mostrar la carencia de importancia de aquella discusión. No era propio de Veret actuar así y yo lo sabía, pero mi orgullo siempre estuvo por encima de todo-. Si te apetece descargar tu frustración contra algo, me parece bien, pero evita que sea contra mis muebles.

Vi por el rabillo del ojo como él abrió la boca para replicar, pero finalmente la volvió a cerrar y murmuró algunos insultos hacia mi persona que no se atrevió a decir en alto.

- ¡Este acto tendrá sus consecuencias, Naltys! -exclamó enrabietado y con las manos ya convertidas en puños, mientras salía de la habitación y cerraba la puerta con un fuerte portazo que resonó por toda la recámara.

Enfadar a Veret era de lo más complicado, pero una vez estaba furioso, era mejor apartarse de su camino, ya que parecía un toro a punto de embestir. Era mejor darle espacio y pensar en cómo solucionarlo más tarde.

-Pues aquí te esperaré para descubrirlas-murmuré divertida para mí misma. No tenía miedo del castigo que me impondrían. Al fin y al cabo, era la princesa. Y todo el mundo sabe que no es conveniente meterse con la sangre real, por mucho que tú también pertenezcas a la familia.

Dejé el libro en la mesa que estaba pegada frente a la ventana del cuarto. Al principio, el mueble estaba frente a una de las paredes, pero nada más colocarla, rápidamente le pedí a mi tía que la movieran hacia los cristales que daban al jardín. Me encantaba poder observar a través de ella mientras escribía o dibujaba. Saber que sucedía fuera, lejos de aquellas cuatro paredes. Además de que aquellas vistas siempre me regalaban algo de imaginación para mis pinturas o ideas, y tenía varios garabatos de lo que veía a través de ella guardados en un viejo cajón bajo llave.

Fijé los ojos en el exterior.

Fuera caían algunas gotas que casi se podrían contar si prestabas atención, creando pequeños puntitos oscuros en la piedra gris del camino que conducía a los jardines. Las nubes comenzaban a teñirse de un color tan grisáceo como el cabello de una anciana, y se alzaban victoriosas tras haber atrapado al sol entre sus fantasmales cuerpos. Las ramas de los desnudos árboles bailaban al compás del viento, y me observaban de una manera que a mí casi me pareció recriminatoria.

Suspiré.

Veret tenía razón en cierto modo. Mi hermana se casaba, en vez de abalanzarme sobre ella para abrazarla y darle la enhorabuena al recibir la noticia, había optado por escaparme de allí echando humo por las orejas. Cualquier hermana se tendría que alegrar por una noticia tan especial. Y más cuando tu hermana es Dagnýn, la chica maravillosa de alta cuna que ha nacido para ser una perfecta dama, casarse, y convertirse en una gran soberana. Ella estaría encantada en esos momentos, sin tener en cuenta mi repentina y extraña reacción.

Captura a la reina #WeareWorldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora