Capítulo 24: El testigo del diablo

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♦ Capítulo 24 

EL TESTIGO DEL DIABLO



El día en el que dejaran de citarme personas que apenas conozco o incluso desconozco completamente, sería para marcarlo con un enorme círculo rojo en el calendario. ¿Se puede saber que quería ese hombre de mí? Aquello no tenía ni pies ni cabeza, y sin embargo allí estaba, pegada al reloj del salón, mirando fijamente sus enormes agujas negras y contando los minutos que quedaban para anunciar medianoche.

Me mordí el labio. Eran las doce menos cinco.

Tanto los invitados como mi familia y los sirvientes ya dormían en sus respectivos dormitorios. No estuve muy segura de que Drell también durmiera, pues él ya me había explicado en alguna ocasión que los descendientes de Månen eran animales nocturnos más que nada, y tendían a dormir durante el día para mantenerse bien despiertos durante la noche. Sin embargo, sus horas de sueño se habían alterado a causa de su nuevo trabajo en palacio. Drell se encargaba de las labores obedientemente, y aprovechaba al completo sus horas de trabajo (o al menos eso me había asegurado tía Sidste). Sin embargo, durante el resto del día y cuando no estaba hablando conmigo, prefería no saber lo que hacía. Gracias al libro que Hedrid me había traído aquella vez durante mi estancia en el clan Lysstyrke, tras nuestro extraño pacto, había descubierto que los híbridos (nombre con el que me refería a los descendientes de los lobos, y supongo que en el que también me incluía a mí misma) solían dejar salir su lado más salvaje y animal durante las horas nocturnas (sobre todo las noches de luna llena, cuando su energía lunar se recargaba al máximo).

Sacudí la cabeza. Quedaban aproximadamente dos minutos y yo ya estaba jugueteando nerviosamente con los dedos.

Abandoné el salón y caminé silenciosamente por el pasillo, como un fantasma andando de puntillas entre las sombras. Abrí la puerta del comedor lo más suavemente que pude, tratando de no producir ningún ruido que pudiera alarmar a los que disfrutaban de sus horas de sueño. Me pregunté por qué yo no podría ser tan ignorante como ellos, meterme entre las sábanas calientes y olvidarme de aquella invitación inesperada.

Respiré hondo. La larga mesa del comedor dispuesta para recibir a los huéspedes con los que un palacio real debe tratar, se extendía delante de mí. Avancé hasta el fondo de la estancia, con cuidado de no tropezarme con los muebles. Cuando me encontré con la pared en la que colgaba el escudo de Kvarts, me detuve. Apoyé la espalda y la cabeza en la pared, y abracé a mi vieja amiga que guardaba en el bolsillo de mi vestido. ¡Ni loca se me hubiera ocurrido entrar allí sin la compañía de ningún arma! .Quizás fuera una pistola pequeña y de gran simpleza, pero era perfecta para pasar desapercibida y cumplir su objetivo en el momento adecuado.

Un nuevo olor chocó contra mi nariz. Mis sentidos se pusieron alerta. Drell me había enseñado a escudriñar en las características de los olores, a fiarme de mi instinto de lobo y a confiar en mi criterio.

Olfateé el aire, y suspiré levemente, aliviada. Conocía aquella fragancia de aquella misma noche, durante la cena, y daba gracias porque el individuo fuera Éderick Dette y no Seneth o alguno de sus secuaces.

El hombre caminó hacia mí lentamente, con el sonido de sus caros zapatos chocando contra el suelo con solemnidad. Paró. Tan solo podía apreciar ciertos rasgos de su cara, cortesía de la luz que entraba por los ventanales.

—Llegáis pronto—comentó dando comienzo a la conversación. Pude apreciar un levísimo deje de nerviosismo en su voz.

—Siéndole sincera, suelo carecer de puntualidad en la mayoría de las ocasiones...—respondí con naturalidad. El hecho de que estuviera ligeramente intranquilo me había dado cierta seguridad—, pero digamos que la situación la requería... ¿o acaso me equivocó?

Captura a la reina #WeareWorldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora