Capítulo 3: Entre sangre y cenizas

83 13 7
                                    

  ♦ ♦CAPÍTULO 3 ♦ ♦

ENTRE SANGRE Y CENIZAS


— ¿A qué se debe tanto ajetreo? —le pregunté a mi tía mientras atacaba con voracidad los churros con chocolate del desayuno. Que el frío te recibiera según asomabas la nariz por la puerta de entrada, también tenía sus ventajas. "Pronto la chimenea también estará encendida, y allí será donde tome la próxima taza" pensé con ansias. Además de que, sorprendentemente, no me había resfriado pese a mi reciente excursión al bosque. El frío no estaba tan mal después de todo.

— ¿Seguro que quieres saberlo?

Levanté la vista hacia ella con el ceño fruncido y la taza de chocolate aún en mis manos. Así que se trataba de algo sobre Dagnýn y el principito... Al menos desde la discusión mi hermana no me hablaba, y Seneth parecía evitarme, así que los dos habían desayunado temprano para no cruzarse conmigo. Punto para mí.

—La verdad, poco me importa los proyectos que esos dos estén planeando, pero los sirvientes corren de un lado para otro como posesos, y parecen gallinas sin cabeza—la contesté con media sonrisa—. Así que prefiero enterarme ahora de lo que ocurre, que más tarde cuando todo esté preparado y no me quede más remedio que aguantar una de esas reuniones sociales.

Mi tía suspiró y apoyó su barbilla sobre su mano derecha. No había sirvientes cerca, así que podía abandonar su perfecta compostura de reina durante algunos minutos.

—Si te soy sincera a mí tampoco me hacen mucha gracia, pero se trata de su fiesta de compromiso, así que no queda más remedio—me contestó tomando su taza del platito—. Ya sabes cómo son estas cosas, Lys. Bastante que la he convencido de invitarte...

— ¡¿Invitarme?! —Exclamé dando un respingo— ¡¿La has convencido para que me invite a su estúpida fiesta?! ¿Y se puede saber que te ha hecho pensar que yo quiero acudir?

Ella suspiró, pero ni siquiera me miró, entretenida removiendo el chocolate con la cuchara, que despedía un calor que parecía poder alamparte la lengua con tan solo mirarlo.

—Así es, y deja de gritar y decir malas palabras, ya estoy cansada de tu mal humor—me dijo con tono maternal.

Esto era realmente frustrante para mí, ya que odiaba cuando se ponía de esa... manera tan desesperante. Ahora, sin embargo, y con el paso de los años, no me importaría volver a escuchar aquellos consejos que me decía con la voz propia de cualquier madre preocupada.

En aquel momento, tan solo suspiré y recliné mi cabeza sobre mi mano derecha.

— ¿Y es obligatorio que asista? —pregunté con aires suplicantes.

Ella alzó una ceja dándome la respuesta en bandeja de plata, y yo gruñí y apoyé la cabeza sobre la mesa para ponerme a jugar con los restos de azúcar que habían caído sobre el mantel, atrapándolos con la yema del dedo índice y recogiéndolos en mi pequeño plato.

—Cuidado con el pelo, acabarás metiéndolo en la taza de chocolate y ensuciándolo—me regañó ella haciendo que yo alzara la cabeza molesta—. ¿Por qué no te haces una trenza? Hace tiempo que no te haces una y...

Puse los ojos en blanco y me levanté de la mesa con un churro en la mano para el camino, sin despedirme si quiera mientras ella seguía parloteando.

Debía una... disculpa a alguien. Gruñí por lo bajo. Odiaba eso de pedir perdón. ¿Por qué no simplemente se ponían ellos en mi lugar, trataban de entenderme y me perdonaban mentalmente por mi brusquedad o mal humor? Era una estupidez tener que hacerlo tú todo. Ellos lo sabían, y yo también. Que lo superaran y ya está ¿no? Maldita sociedad y sus expectativas...

Captura a la reina #WeareWorldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora