Chocan los puños y el doctor le da un abrazo y unas cuantas palmadas en la espalda. Evidentemente eran amigos.
–Y también veo que has mejorado. Supongo que Evan ha estado cuidando muy bien de ti.
Se acerca a mí para examinarme detenidamente.
–Tuvo mucha suerte de que él la haya traído tan rápido. Se desmayó a causa del golpe en la cabeza, la pérdida de sangre la debilitó bastante. Por suerte no fue algo grave como para preocuparse. Debo decir que usted es muy fuerte.
Miro la identificación del doctor.
–Gracias, Doctor Anderson.
– ¿Siente algún dolor, náuseas o mareo?
Niego con la cabeza.
–Solo una punzada.
–Supe en el instante que no era nada grave, se lo confirmé a Evan. Ahora, déjame ver la herida.
Ah, ahora me daba cuenta de porqué la broma despreocupada de Evan.
Después de examinar la herida y cambiar la pequeña bandita que colocaron, ya que al parecer era solo un rasguño casi imperceptible, me dieron el visto bueno para irme a casa; no sin antes prometer que volvería si sentía mareos o cualquier otro síntoma. Me cambié en la habitación contigua que era un baño; el hospital era privado y por lo tanto todo era moderno, me puse mi leggins y noté que mi camisa blanca estaba manchada de sangre en la parte de atrás, lo deseché inmediatamente.
Entreabrí la puerta y me dio vergüenza pedirle el favor.
–Oye. –Volteó la cabeza a mirarme, tenía la vista fija en la cama. Me pongo tímida. –¿Me puedes conseguir una remera?
Sonrió.
–No.
Sabía que diría eso.
–Pero podría prestarte mi sudadera. –Lo dice como si tuviera la mejor idea del mundo.
Acepté a regañadientes, subiendo el cierre hasta mi cuello. Llevar solo sujetador debajo era excitante cuando solo tú lo sabías.
Me miré en el espejo observándome meticulosamente. Mi cabello rubio estaba suelto en mis hombros, me habían cortado un poco de cabello alrededor de la herida y por suerte ni siquiera se notaba. Me di cuenta de lo desaliñada que estaba, necesitaba maquillaje y un poco de rubor para apagar la palidez en la que me encontraba. Me até de nuevo en una coleta floja, y pellizqué mis mejillas para que vuelva el color. Cuando estaba presentable salí.
No sé cómo salí del hospital en las manos de Evan. Pero de que lo hice estoy segura, todo tenía que ver con lo débil que de pronto me sentía. Al parecer todo el mundo lo conocía y todas las enfermeras jóvenes estaban locas por él, las vi mientras salíamos, unas que otras no disimulaban el recorrido que le daban con la mirada a su cuerpo. Quién no le apreciaba así estaba loca o ciega. Lo que más me molestaba era que todo ese tiempo, donde yo estaba con la cara en su cuello; estaba inconsciente, y tan solo me quedaba la imagen mental de Evan corriendo con mi cuerpo en sus fuertes brazos. Solté un suspiro, lo odiaba y ahora estaba imaginándome algo absurdo.
Todo se vuelve tan tranquilo que el silencio anuncia el ruido que ocurre en mi mente. De repente siento que no puedo respirar. Estaba en un hospital, en el estacionamiento, y todo por culpa del idiota que estaba a mi lado. Aunque si no me hubiese traído estaría en condiciones pésimas, en cierto modo le debía un agradecimiento. No sé cómo salí sin pagar pero cuando le pregunté al doctor sobre la cuenta, que supuse era enorme, solo se rió y me dijo que no me preocupara; que Evan lo tenía resuelto. La mirada que compartieron entre ellos era un secreto privado que yo no tenía ni idea. Al parecer pasaron un par de horas desde que llegué al hospital, por lo que ya era bastante tarde.
La broma que me hizo fue tan cruel y ahora estaba tan débil para hacer algo al respecto.
Sin pensar suelto su mano y lo empujo. Lo fulmino con la mirada.
– ¿Y ahora qué? –No me detengo cuando él lo hace.
–Todavía lo preguntas, idiota.
Pone los ojos en blanco.
– ¿Siempre eres así tan...tan fría?
Boom. Fue como pisar una mina y ser convertida en pedacitos. Me detuve abruptamente, una patada en la entrepierna se sentiría mejor que las palabras que fluyeron libremente de su boca.
El estacionamiento se sentía frío, yo no era fría. Me retorcí un poco advirtiendo el dolor que cruzó mi herida en la cabeza.
Mi ex novio me había dicho lo mismo justo antes de irse, solo que con más sentimiento y sin parecer una broma. El amor de muchos se enfriaría con tal trato. El motivo de mi gélida relación hacia el sexo masculino era demasiando evidente.
Negué con la cabeza sin decir una palabra y solo caminé en la dirección que me llevaría a casa.
El hospital se encontraba a unas cuantas cuadras, y la evitaba todas las veces que pudiera. Las calles estaban bien iluminadas por farolas, por lo que mi trayecto era un poco seguro. Unos que otros autos pasaban y nadie se encontraba caminando a estas horas.
Evan me seguía sin decir una palabra. Se puso en el modo guardaespaldas después de que decidí no hablar con él. Me convertí en lo más fría que pude ser mientras caminábamos en la fresca noche.
Llegué al pórtico de mi casa, atravesando el césped que hasta ahora no tenía flores. Me di la vuelta intuyendo que él estaría justo detrás de mí.
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Prometo Fingir Amarte
RomanceTodo lo que puedo decir es que Evan Black es alguien con muchos misterios, a parte de ser un chico malo, con tatuajes en el pecho y la espalda; que lo dejan caliente, peligroso y prohibido. Pero no todo es perfecto, él tiene un pasado que ni su somb...