El lado oscuro de Evan.

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 Little Rock era una excelente ciudad, pero también tenía sus lugares oscuros y de mala muerte.

Me senté en el sofá. Y cerré mis ojos, tranquilizándome. A primera hora de la mañana saldría a correr y buscarlo. Listo, estaba dicho.

Me quedé dormida en el sofá sin darme cuenta.

El sol me alumbraba en el rostro, y solo quería meterme debajo de mi manta y seguir durmiendo, y el olor a café me despertó y como una sonámbula me levanté y fui hacia la cocina.

Mamá estaba haciendo café y necesitaba una buena dosis para superar las horas de sueño. Cuando recuperé el sentido común me puse frenética por lo que ocurrió con Ethan. Le conté lo sucedido anoche y apoyó mi idea de ir a buscarlo. Bueno, no exactamente; si decir "Si quieres buscarlo, hazlo", era un apoyo en toda regla pues lo tomaba como uno.

Me cambié y me puse una calza y una cómoda blusa ceñida.

Calenté y decidí correr en la dirección que anoche desapareció. El parque estaba desierto como siempre. El enorme campo estaba vacío. Decidí correr por la acera preguntando a las pocas personas si lo habían visto. Nadie vio a un perro del tamaño de un elefante. Increíble.

Pocas horas después volví a buscar en el parque. Decepcionada me senté en la hierba.

Sentí como mis ojos se aguaron. Me limpié con el dorso de la mano, repitiéndome que una basura me entró en el ojo.

Me tumbé en el pasto verde y cubrí mi cara con mi brazo. Todo lo que quería era encontrar a Ethan. No podría vivir sin él, ya era parte de mi vida y ni siquiera es por costumbre sino por el cariño que logré construir por él. Volvía de la escuela aquella tarde que pasé caminando frente al lugar donde se adoptan mascotas, no entendía porque muchas personas regalaban sus mascotas en vez de cuidarlas, supuse que ellos no pudieron darle el amor que se merecen. Miré por el gran ventanal del lugar y un cachorro pequeño como una bola de pelos marrón estaba con sus ojos tristes mirando a la nada. El cachorro me vio y empezó a mover la cola, y a arañar con sus patas la jaula en la que se encontraba. Pensé en lo feliz que estaría mi madre si llevaba compañía a la casa y la distraería de cualquier cosa que le amargaba la mente, como la huida de mi padre. Entré al lugar y una pareja distinguida iba saliendo, hablando preocupadamente sobre una niña, enfermedad y alergia, no logré entender muy bien. Me dirigí al mostrador y lo adopté.

Cuando llegué a casa, a mamá no le importó e ignoró mi intención de distraerla. Ella estaba muy deprimida que ni siquiera notó que su sofá era habitado por un perro. Ni cuando Ethan mordía su pantalón para jugar. Ese triste cachorrito abandonado me recordó a mí y lo abandonada que me sentía por la partida de mi padre. Decidí que no le daría el gusto a la vida y dejarlo sin amor.

....

Siento algo sustancioso por mi cara. Y algo suave y áspero pasar por todo mi rostro, mojándome. Es pegajoso y asqueroso. Aparentemente me quedé dormida porque estaba en una posición fetal con las manos como almohada debajo de mi cabeza. Abro los ojos y me encuentro con una forma rosada.

Me siento con brusquedad. Y ahí estaba Ethan en todo su esplendor, con la lengua afuera y la cola moviéndola de un lado a otro.

Me lanzo a él y lo abrazo. Chillando.

–Ethan nunca me vuelvas a hacer eso. ¿Me Escuchaste? No sabes lo que sufrí. –mi voz sale raposa por el sueño.

Lo abrazo fuertemente sosteniéndolo como si pudiera desaparecer de la nada.

–¿Y para mí no hay un abrazo? –dice Evan.

¿Evan? Si, ahí estaba también en todo su esplendor. Sin camisa.

Prometo Fingir AmarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora