Dante

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Cierra la puerta con la llave y nos dirigimos a su moto que está estacionado en la entrada.

Ahora que confío más en esa cosa me subo tranquilamente.

Me aferro de nuevo a su cintura sin apretarlo.

El viaje transcurre sin inconvenientes. Energía chocando entre nosotros y fuego entre nuestros cuerpos, todo tan malditamente normal.

Vaya, últimamente he estado apegada al sarcasmo.

Llegamos unos quince minutos después al lugar.

Me quito el casco y me doy la vuelta a divisar el lugar en donde llegamos.

Nunca en mi vida había visto este hermoso lugar.

–Estamos en los límites de la ciudad.

Miro alrededor y la naturaleza me envuelve en un cálido abrazo.

Una fuente en medio del enorme lugar le da algo tan natural y a la vez lujoso, el agua cayendo en cascada por el ondulado cemento. El gran restaurant se elevaba por delante del bosque, las paredes de madera barnizado como una enorme cabaña modificada para un restaurant de lujo de varios metros cuadrados. Se leía club Bestguard en grandes letras talladas en la madera.

–¿Al mejor lugar? Esto parece carísimo, Evan.

–No te preocupes por el dinero gatita.

Esto es tan d'javú.

Entramos al lugar, en donde pocas personas se divisaban en las mesas esparcidas por todo el enorme y decorado salón. Unas camareras estaban anotando los pedidos de los clientes. Por suerte me puse algo decente y no una camiseta y shorts para salir.

Evan retira una silla para mí.

–No necesito tu ayuda Evan puedo sentarme sola –Me cruzo de brazos.

–Lo siento, la caballerosidad que llevo dentro. –Levanta las dos palmas hacia arriba y se aparta.

Me siento y el hace lo mismo al otro lado.

En menos de un segundo se acerca una atractiva camarera.

–Bienvenidos al Club Bestguard, soy Madeleine y seré su anfitriona, aquí les traigo sus menús. ¿Se les ofrece algo de entrada?

Miro a Evan.

–Tráenos una botella de agua para ambos.

–Enseguida señor. –la camarera utiliza un tono tan profesional.

Abro la carpeta y por primera vez en mi vida veo platos de otro mundo.

–Se me apetece las tripas de cordero con ensalada de mariscos. ¿Y a ti? –La elección de Evan me provocan arcadas, miro el menú y, de hecho, ese plato existe.

Levanto la vista. Me siento tan descolocada en este sitio. Le doy una cara de asco.

Se ríe de mi mueca.

–Es broma. Mejor pidamos una pizza antes de que termine leyendo este repugnante menú y se me pase el hambre.

Asiento dedicándole una sonrisa.

–Pizza suena bien.

Él chasqueó los dedos haciendo gestos a la camarera para que viniera.

La chica volvió, con una sonrisa en su tierno rostro.

Evan le dijo lo que queríamos y la camarera anotó con total delicadeza, asintiendo a cada cosa.

Un trabajo como camarera no me vendría mal, ayudaría a pagar mis estudios y la comida para Ethan. En este lugar parecía que las propinas sobraban.

Prometo Fingir AmarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora