La nueva e insistente vecina.

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Y dicen que la curiosidad mató al gato, esperaba que no fuera así con migo.

Me senté en la suave cama que se hundió bajo mi peso y tomé cuidadosamente el álbum. Cuando lo abrí se deslizó al suelo un papel pequeño, lo recogí y fisgoneé lo que estaba escrito. No decía nada importante, solo una fecha de hace un año atrás que no tenía mucho sentido para mí.

Escudriñé dentro del álbum. En la primera página había una frase.

"Los recuerdos nunca mueren"

Una conveniente frase para un álbum de fotos antigua.

Pasé a la siguientes páginas y vi fotos que nunca en mi vida supe que existían. Había fotos de mi madre y mi padre juntos con una pequeña bebe en brazos, obviamente yo. Las siguientes eran similares a las anteriores. Me detuve en uno que llamó mi atención, era en el parque del frente y mis padres estaban como siempre tan unidos pero no era eso lo que me desconcertó, lo que me pareció tan bueno como encontrar a algún familiar perdido en vivo y directo, fue que en el fondo estaba un pequeño niño de rizos oscuros con una niña rubia jugando en la arena. El niño miraba a la niña mientras ésta hacía un castillo de arena, me reconocí a mí misma en la foto, tenía vagos recuerdos de haber tenido un amigo en la infancia. Éramos inseparables, sin embargo el tiempo destruyó eso junto con mi familia.

El rostro del niño era indescifrable por su postura. Pero podía captar la alegría en su bello rostro, un perfil que describía el inmenso placer de ser una criatura. De repente me entraron las ganas de buscar al niño; ahora de la misma edad que yo, era una lástima que no tenía ni siquiera información de él. Apenas me acuerdo de sus ojos claros y mucho menos de su nombre.

Tal vez mamá sabría.

Pasé las fotos y había más del niño y yo. Ninguna con un rostro visible o reconocible. Yo estaba vestida como una niña normal, con vestidos floreados que amaba usar en esos tiempos. Él con shorts y camisas de marca, que si vendía mi único zapato de diseñador no lograría comprar.

Una foto de una joven pareja estaba al final, no reconocía ninguno de ellos. Pero sentía en mis entrañas que alguna vez los vi. El muchacho con cabello negro de ojos claros y la mujer de cabello negro rizado y ojos de color celestes me resultaba vagamente familiar. Es más, había una foto de cuando mi mamá era adolescente con la misma chica de ojos celestes, abrazadas con una sonrisa de oreja a oreja. Forcé a mi memoria a recordar, pero un muro blanco estaba impuesto en mi camino. Debió de ser su amiga o compañera. Nunca vi a mi madre con una sonrisa tan grande y parecía tan hermosa que me daban ganas de resucitar esa sonrisa. Mamá no tiene amigas a parte de la anciana vecina que raras veces mamá visita

Frustrada, quise una foto del niño y yo. Me conmovía todo aquello e iba averiguar que ocurrió con mi mejor amigo. Tal vez podamos volver a reencontrarnos.

A menos que él se haya olvidado de mí. Eso sería como recibir chocolates vencidos en pascua. Desgarrador.

Tomé la foto que me pareció más hermoso y más revelador, lo pondría en un cuadro en mi cuarto para así forjar un recordatorio sobre mi infancia que mi memoria se empeñó en mantener en algún recóndito lugar que no puedo divisar.

Mi teléfono sonó en mi bolsillo al ritmo de la música de Maroon 5.

Evan.

Sí, se había tomado el tiempo hasta de configurar su tono musical.

Mi ira se había opacado y estaba menos molesta que antes, a veces mi bipolaridad se iba por las nubes.

Contesté la llamada con un lento desliz de mi dedo índice, casi como temiendo contestar a la persona del otro lado que poco conozco.

Prometo Fingir AmarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora