Final

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La puerta se abría en cámara lenta.

–¿Katherine?

La voz de Dante me hizo soltar el aire contenido.

–Dante. ¿Está...

La puerta se abrió completamente revelando todo el apartamento.

Mis ojos se desviaron de Dante y fueron hacia la persona que se detuvo abruptamente cuando me vio. Aquellos ojos grises estaban abiertos de par en par.

Noté sólo dos cosas:

Uno, dos chicas estaban en un sofá con el pelo revuelto.

Dos, Evan sin camisa.

Di un paso atrás. ¿En qué estaba pensando cuando decidí venir?

Evan dio un paso adelante, yo negué frenéticamente. Luego me eché a correr.

Pude haber sido madura y quedarme a hablar con Evan. Pero no quería quedarme a ver cómo una chica se lanzaba a él y la atrapaba con besos. No quería ser testigo de lo que él sentía por ella.

Doblé la esquina con lágrimas en mis ojos. Las personas se detenían a verme. Seguí andando más rápido.

Llegué al estacionamiento y era incapaz de encontrar mis llaves. Mis manos temblaban y mi vista se nublaba. Cuando sentí el metal con manos temblorosas lo metí en la cerradura.

Escuché un revuelo cerca del edificio, pero no me detuve a mirar. La puerta se abrió y entré.

Metí la llave en la ignición.

Lo giré.

Lo intenté una vez más, y otra vez, pero el auto no arrancaba.

La gasolina estaba acabada, al igual que yo. Eché mi cabeza en el volante y me dispuse a soltar un torrente de palabrotas hacia Adam y el mundo. ¿Por qué a mí?

Noté movimiento en la esquina de mi ojo y escuché como la puerta de mi lado era abierta completamente.

–Kat, baja del auto –dijo Evan.

Mi corazón latió aceleradamente. No hice un movimiento.

–Baja, Katherine– su voz severa.

Obligué a mis ojos a mirarle. Dolía. Verlo con esa expresión entristecida hacía que lo obedeciera.

Estuve de pie y él estaba en un segundo frente a mí. Sostuvo mi cara con sus dos manos. –No soy digno de tu confianza, Kat. Pero te pido que ésta vez confíes en mí.

No miraría sus ojos. No debía sucumbir ante aquella melódica voz. Sus manos transmitían un estremecimiento a mi cuerpo.

Él mentiría, lo sabía.

No miraría. Las lágrimas caían incontrolablemente. Siempre quise que sostuviera mi rostro, pero ahora no, por las imágenes que se formaban en mi cabeza de lo que hizo con aquellas manos, con esas chicas.

–Te dejé ir, Katherine.

Dio un paso atrás soltando mi rostro. Pasó esas manos por su cabello y se tiró un poco. Ahora que lo observaba de cerca, podía ver lo diferente en él; el cabello más largo, la barba de días sin afeitar y las sombras oscuras bajo sus hermosos ojos.

–Creí que eras mi hermano...

Él se quedó sorprendido con mis palabras, miraba con incredulidad. – ¿Por qué pensarías eso?

–¡Mi padre estaba con tu madre!, ¿Qué piensas que creería? – medio grité y medio susurré. Implorando a Evan con la mirada. Me odiaba a mí misma, nada salía de una buena manera.

Prometo Fingir AmarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora