ETHAN FOSTER.

134 27 2
                                    

Nos apartamos y apago rápidamente la laptop. Luego en silencio terminamos de pintar.

Exhaustos, nos limpiamos en el baño. Me tuve que cambiar de ropa y darle su sudadera para que pueda ponerse sobre la remera manchada, admito que no quise darle pero si este iba ser el final, no venía al caso quedarme con una parte de él. Por suerte sus pantalones no se mancharon. Luego, nos sentamos a admirar nuestra obra de arte. Firmamos una de las esquinas con nuestras iniciales. Mi madre trajo galletas y jugo de naranja y se fue.

Todo estaba tan malditamente bien. En la parte más alta, donde ni el rodillo alcanzaba, tuve que subirme al cuello de Evan; fue divertido estar por una vez en control. Logramos borrar los rayones con el rodillo. Ocultando nuestra divertida acción de hace una hora.

–Está bien. ¿De qué quieres hablar? –rompe el silencio.

–No entiendo por qué le dijiste a mi madre que yo era tu novia.

Se encoge de hombros–Me pareció divertido.

–Para mí no. –Digo con la voz carente de emoción.

Suspira.

–Quiero pedirte algo. – ¿Este gigante adonis pidiéndome algo? Vaya, quisiera tener mi cámara para grabar esto.

–Siempre y cuando no sea sexo.

–No. –Me sorprende que no haya tomado ese momento para comenzar a bromear, parece realmente importante. –Es algo embarazoso.

Se rasca la nuca. Permanezco callada esperando a que lo suelte.

–Necesito que seas mi novia por unos días.

¿Qué? De todas las chicas que hay por ahí me lo pide a mí. Puede que todo esto sea un juego y que yo sea el juguete, pero lo miro y se mantiene serio.

–Dejaré de molestarte cuando termine, te lo prometo. –Parecería que le costó decir esas palabras. Imposible.

Sacudo la cabeza borrando ese pensamiento.

– ¿Por qué?

–Tengo un problema con mis padres, mi madre cree que soy un mujeriego de la última generación. –En su rostro hay rasgos de cansancio.

– ¿Lo eres? –La respuesta colgaba en el aire. Contengo el aire en mis pulmones.

Que diga no. Que diga no. Por favor.

–Sí.

Exhalo decepcionada.

–Oh.

–El punto es que quiero demostrarle que he cambiado.

– ¿Y has cambiado?

Que diga sí. Que diga sí. Por favor.

–Sí.

–Oh.

Mierda deja de decir oh.

Cállate conciencia, tú no me mandas.

En realidad sí.

Oh.

Maldita sea, cómprate otra conciencia.

–¿Me vas a ayudar? –No puedo creer que él esté haciendo pucheros. Me mira con cara de cachorrito hambriento.

Suspiro, no puedo con esa cara. Dios me ayude en lo que voy a decir.

–Está bien.

Espera...Cachorrito hambriento.

Maldición, Ethan.

Me paro bruscamente y corro en dirección de la casa.

Entro dejando abierta la puerta.

–Ethan. Ven cachorrito, cachorrito.

Lo busco por toda la casa, hasta que lo encuentro en mi cama.

Me salta y me lame la cara.

–Ethan, ven, ven. Vamos a darte de comer.

– ¿Me llamabas? –Veo a Evan recostado en el marco de la puerta de mi habitación.

–No a ti, dije Ethan no Evan, Mi pe...

–¿Foster?

Vaciló.

–Foster.

Afirmó.

Le hablaba a mi perro. Y mi perro corrió a él, saltándolo y lamiéndolo.

Me quedé boquiabierta. Raras veces Ethan se llevaba bien con las personas y le daba cariños, a decir verdad solo se llevaba bien conmigo y con Laurence. A mi madre lo ignoraba, así como ella a él. Cuando lo sacaba a pasear siempre le ladraba a los desconocidos o les ignoraba.

Aunque nunca recibió así a otras personas más que a mí.

– ¿Lo conoces?

–Es mi perro.

Prometo Fingir AmarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora