⚽Sette⚽

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Había llegado al piso agotada, con el vello de punta y la frente ardiendo. Para cuando abrí la puerta no podía asegurar si hacía frío o era solo mi impresión; pero lo que sí pude afirmar fue que me costó la misma vida agacharme para saludar a Celeste.

«Lo único bueno es que mañana es sábado».

Lancé mi maleta al sofá, me saqué los zapatos y en cuanto pude me cambié a un pijama fino; a la vez que me abrigaba con una bata color granate. Podría recuperarme si me mantenía descansada, así que decidí pasar el rato viendo la televisión.

[...]

Mala, muy mala idea.
Sentía una fuerte punzada en el cuello, y mi vista; ya borrosa por el cansancio, apenas enfocaba lo que fuera que estaba apareciendo en la pantalla. Me rendí, para luego dirigir la vista a la ventana en lo que me levantaba.

El cristal se veía muy mojado, y tras él una suave llovizna parecía culminar el diluvio que antes había caído. Aún las nubes oscuras viajaban sobre la ciudad, dando la impresión de ser más tarde. Según el reloj eran las siete, pero bien parecía noche cerrada con aquel clima.

Suspiré agotada tras alejarme de aquel paisaje y me fui a buscar el termómetro, seguida en todo momento por mi cálida amiga. Rebusqué por todas las alacenas del baño, hasta que por fin vi el objeto; oculto tras un montón de cajas de aspirinas.

No dudé que las necesitara, así que guardé un paquete en el bolsillo.

Agarré el termómetro con suavidad, y volví a la sala junto a él y una caja ya empezada de pastillas. Me senté, tapé y coloqué el objeto bajo mi brazo; esperando hasta que este emitiera su agudo pitido.

No me sorprendió ver qué tenía 38 °C, así que guardé las cosas en lo que buscaba agua. Tragué la pastilla para luego hacer el último esfuerzo de llegar al sofá.

[...]

Estaba sudando. No paraba de dar vueltas en la cama. Intenté dormirme en más de una ocasión -sobre todo tras ver que eran las cuatro de la madrugada- pero todos los intentos acabaron en fracaso.

Hastiada me incorporé, comprobando que no había sentido el dolor que las veces anteriores. Quise pensar que ya estaba a punto de recuperarme, así que pensé en algo para entretenerme hasta dormir. Un libro podría irme bien.

De forma que acabé yendo a paso lento al dormitorio, para evitar despertar a Celeste; que estaba acurrucada junto al sofá.

-Dijeron que habían dejado todos los libros aquí... Tiene que haber alguno.

Me había acercado al armario empotrado de la habitación, en cuyo estante superior había muchas cajas repletas de todo lo que aún no habíamos guardado o no le encontrábamos sitio. Y entre otras cosas, ahí debía estar nuestra pequeña biblioteca.

Bajé la segunda caja, amagando en caerme por la diferencia en peso con respecto a la primera que había revuelto. La abrí y mi mirada se dirigió al instante a un objeto en concreto. Supe en aquel momento que la idea era muy estúpida, y aunque mi mente trató de todas las maneras posibles que dejara aquel álbum en su sitio; mis brazos lo envolvieron y mis piernas me llevaron de vuelta a la sala.

Para mi buena fortuna las personas que se encargaron de guardar nuestras pertenencias lo habían confundido con uno de mis libros, dejándomelo en bandeja de plata. Gero me había negado el poder verlo la última vez que le pregunté por él, alegando que no sabía su paradero con un comentario poco creíble.

Cara [Inazuma Eleven]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora