37. Agradezco tenerlo a él.

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Mi ultima clase de hoy es biología y técnicamente había sobrevivido a mi primera semana de estudios. Fue algo complicado e incomodo acomodarme con los demás sin saber si eran mis amigos u otros del montón. Habían personas muy comprensibles, que entendía que no estaba loca sino que perdí por completo la memoria, sabían como preguntar o cuando quedarse callados. Mientras que otros, como Cruella de Vil —Que según Sam, yo la llamaba así —, no sabia el significado de prudencia y sensatez.  

Camino hacia mi casillero hasta que mis ojos se cruzan con una terrible escena. Matt se encuentra con una rubia oxigenada, o mejor dicho, la rubia lo tiene aprisionado a él contra su pobre casillero. No entiendo si esta abusando de él o simplemente lo esta besando. Las ganas de ir y separarlos son muchas, porque es una imagen asquerosa y aterradora. 

—Déjalo pequeña Hale. —La voz de aquella persona me tranquiliza y descontrola mi interior al mismo tiempo. Siento como aspira con su nariz y deja botar un calor, que hace que me contagie de el al instante. —Cada quien se destruye a su manera.

Pero él solo vive de recuerdos. 

—Aaron, él es mi mejor amigo y... —No puedo quitarle la mirada a esos dos y no sentirme mal. Esta es la tercera vez en la semana que lo veo en aquellas escenas con un chica diferente. 

—Sí, pero él no perdió la memoria. Sabe perfectamente que si se mete con Saray, la rubia lo dejara en cualquier momento. No es algo serio. 

—Esta lastimado y en busca de algo que le calme el dolor. 

—Alisha esas son las consecuencia de estar enamorado. 

¿El sabia lo de Maddison?

—¿Tu como lo sabes? —Volteo hacia Aaron y frunzo el ceño.

—Yo iba a visitarte todos los días a el hospital y lo encontraba a él a tu lado, lo escuche hablando sobre tu mejor amiga. Después vino la noticia de que ella desapareció, él dejo de visitarte hasta unas semanas antes de que despertaras.  

—¿Maddison desapareció como si nada?

—Es algo difícil de explicar, ni yo lo entiendo. —Hace una pausa. —Nunca dudes que ella te quiere.

Gran duda. Había decidido estar junto con Matt, olvidar a aquella chica y hacer como si nada. Pero la verdad es que la curiosidad es algo que revivía cada vez que observaba a Matt distraído en sus pensamientos, con la mirada triste o en momentos como este. Me gustaría escribirle una carta a ella y exigirle explicaciones, pero creo que eso es algo imposible, ya que si de verdad eramos su amigos por lo menos volvería; ya van cinco meses y ni rastros.

Quizas ella ya nos olvido. 

Es triste, porque se nota que la chica era importante para Matt, que la amaba de verdad y que su partida lo dejo con una gran vació. Un vació que pesa demasiado. Aunque estoy en desacuerdo que se este comiendo con rubias, pelinegras o simplemente con chicas a la mitad de los pasillos, cuando ya casi una semana antes me estaba diciendo que hará lo mejor para su futuro.

—Pequeña. —Mi vista estaba totalmente concentrada en una esquina del suelo, hasta que Aaron me sube mi rostro con su dedo indice y con tan solo ese tacto, ya tengo una estúpida sonrisa en mi cara. —Vamos a un lugar, ahora.

—No creo. —Mi risa nerviosamente sarcástica sale a frote. —Por sí no recuerdas, nos toca Biología, a los dos y vamos tarde. 

—Confía en mi, no te vas a arrepentir.

Sin poder decir una sola palabra, Aaron me toma de la mano y me guía por los pasillos del instituto. Poco a poco van desapareciendo la cantidad de estudiantes en los pasillos, mientras que nosotros nos escondemos y corremos hacia una salida. Al pasar la puerta, logro respirar tranquilamente cosa que mi corazón no hace, ya que estoy tan nerviosa, pero no es por el lugar donde me lleva sino por como me lleva. 

Parecemos dos locos, fugándonos de una cárcel o manicomio. Nuestras manos siempre permanece unidas y de vez en cuando él la aprieta haciendo que los miles de nervios se despierten y me hagan temblar. Mis ojos dejan de mirar el punto donde mi piel siente la suya y subo mi cabeza, enfocando el lugar donde me encuentro y como unas góticas de agua cae en mis hombros.

—Vamos, ya casi llegamos. —Aaron aprieta mi mano y arruga su perfecta nariz. 

Corremos a través del campus, la lluvia cada vez se hace mas fuerte y las nubes grises van apareciendo en el paisaje. Paramos al frente de un edificio tan conocido y a la vez no. Aaron no pronuncia ni una sola palabra, solo me lleva por el pasillo oscuro y esperamos que las puertas del ascensor se abran. Ahora todo tiene sentido, se que conozco este lugar, ya que aquí es donde vivía y por ende Aaron también.

—Creo que no podremos ir, la lluvia esta mucho mas fuerte. —Justo en este momento se escucha un trueno que hace que salta en mi puesto. Pego mi cuerpo mas al de él, inconscientemente su calor hace que la piel se me vuelva de gallina y volteo a mirarlo. Sus ojos oscuros caen en mi y juro que mi corazón se detuvo cuando conectaron con los míos. —Me encanta sentirme así de cerca, claro, si sintiera mi mano también.

—Lo siento. —Suelto su mano mientras sonrió apenada. Llegamos a el ultimo piso donde caminamos hacia la puerta de su apartamento, él busca algo en su chaqueta gris y saca sus llaves para abrir su puerta. —Sigue. 

Mis ojos observan el apartamento tan organizado y limpio, todo se siente acogedor y totalmente tranquilo. Aaron prende las luces, mientras camino por la pequeña sala. Su apartamento debe ser igual al mio, aunque este tiene un toque masculino. 

—¿Que se te antoja para almorzar?

—¿Ah? —Había entendido su pregunta, pero no sabia exactamente que responder. —¿Vas a cocinar? 

—Pequeña Hale. —Su alto tono de risa invade el pequeño cuarto y es tan contagiosa que me le uno. —¿Yo cocinando? Eso son bastantes riesgos en un solo, mejor pedimos algo.

—No se...

—Ya se que te puede gustar. 

Después de que Aaron se quedara en la cocina hablando por teléfono con el restaurante misterioso —ya que no me dijo que iba a pedir —, yo me quede sentada admirando como la lluvia cae desde el nublado cielo y como ya comienza hacer frió. Me retiro del gran ventanal y camino hacia una pequeño sillon, observo de que Aaron sigue en la parte de la cocina y me detengo a admirar el único porta-retrato de la mesa que llamo mi atención desde que llegue. 

—Es mi mamá. —No se cuanto tiempo había estado mirando el porta-retrato de la señora junto al niño, que obviamente era Aaron. Quizas mi cara reflejaba la gran curiosidad de saber quien es la mujer tan hermosa. Tomo la foto y la observo mas detenidamente. 

—Es hermosa y...

—Murió. —Por primera vez quito mi mirada de la foto y la fijo en Aaron, quien se ha sentado al lado mio en el otro pequeño sillón, con la mirada fija en la mesa vacía y con el labio fruncido. —No es algo de lo que me guste hablar. 

—Lo siento por preguntar. —Susurro, mientra vuelvo a dejar el porta-retrato en la mesa. Ya me sentía demasiado mal y no sabia muy bien que decir. Quizas él no quería que hablara de eso, que mirara la foto o que simplemente la tocara. 

—No te pongas así. —El tono de su voz es mas bajo, pero esboza una pequeña sonrisa me tranquiliza. —Soy muy cerrado, tengo la manía de guardarme todo para mi. Me cuesta mucho compartir mis problemas con alguien. Prefiero callármelo y sufrir en silencio, esperar que todo se soluciones o por lo menos, el dolor disminuya. 

—No tienes que hablar de eso...

—Yo no quiero guardarme nada. No quiero contigo. Quiero que me conozcas totalmente y me gusta que trates de entenderme, que trates de conocerme, que te esfuerces por que esto funcione. Me gusta que estés conmigo y me hagas sentir que puedo confiar en ti. Me encantas tu.  —No podía y no quería dejar de mirarlo, porque en ese preciso momento comprendí que él también me encantaba. Comprendí que tenia que mirarlo como si fuera la ultima vez. No por el temor de perderle o por no recordar, sino por la felicidad de tenerlo y sonreír. 

Agradezco tenerlo a él. 


Enamorada de mi peor enemigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora