4. La maldición me persigue.

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Mi alma esta triste y vacía. Es viernes y muchos dirán que es el mejor día de la semana, porque es cuando comienza el fin de semana lleno de locuras y estúpidas acciones adolescentes. Pero para mi este día era el menos esperado.

Sí, como leyeron. Estoy que me corto una vena y me saco el corazón con mi propia mano.

Quizás soy un tris exagerada.

Hasta hoy hay plazo para organizar nuestras pertenencias y secretaria harían la mudanza para cambiarnos de apartamento, según lo que se escucha los pasillos del instituto es que los edificios serian mixtos, es decir, que cabe la grande y maldita posibilidad de que mi vecino sea del genero masculino. No se a que genio se le ocurrió esa magnifica idea,  —Por magnifica, me refiero a pésima idea. —Que esta haciendo que me quede sin uñas. Lo que mas me preocupa es que en la carta resaltaba y escribieron en mayúscula, que cuando ya se le asignaba el apartamento a el estudiante era completamente obligatorio su estadía ahí y no se podía hacer ningún otro cambio.

¿Que tal que mi vecina sea una loca psicopatía que vende órganos? Por que si mi vecino es hombre, mi mala suerte seria del tamaño de Rusia y seria capaz de ir a vender mis propios órganos.

 —¿Marie me estas escuchando?

—¡Oh! Discúlpeme señor, me repite la orden. —Vuelvo a hundir las misma teclas para que se reinicie la caja registradora. Por la tarde la cafetería no esta muy llena de estudiantes y menos un viernes. Mi trabajo es sencillo, yo soy la que me encargo de las ordenes para llevar. La persona que va a comprar se acerca a la caja, registra su pedido y yo se lo entrego.

¿Esperen Marie? Solo hay una persona que me dice así.

No tengo que alzar la mirada para saber perfectamente quien es. Jake se encuentra otra vez aquí y siento como su mirada me atraviesa. Él siempre pide un ristretto que es una especie de café expreso extraído con la mitad del agua y unas galletas de café. 

A él también le encanta el café.

—Un ristretto y galletas de café.


Hace muchos años no hablábamos. —Con hablar me refiero a tener una conversación de un tema cotidiano. La única relación que tenemos es para que él diga su pedido y yo lo atienda. —Desde que él me dejo a un lado y yo me convirtiera, —Como él lo dijo. —en algo insignificante en su vida, solo nos hemos ignorado en todos los lugares que nos encontrábamos.Así estuviéramos en las mismas clases o en cualquier parte del instituto, nunca hablamos directamente, ni nos miramos, ni siquiera nos damos cuenta de la presencia del otro. Hasta que ahora viene cualquier día de la semana, hace su pedido tan repetitivo y se va.

—Claro, —Me adentro en la cocina para dejar la orden. —Camille, ahí esta la orden. 

—¿Alisha que te pasa?, estas blanca como esa pared. —Camille señala la pared que esta detrás de mi. Ella es la hija de la dueña y ayuda en la cocina con los pedidos, ya que dice que prefiere preparar tazas de café que aguantar a prematuros adolescentes. 

Yo también me sentí mal con el comentario, pero tiene razón, nosotros lo adolescentes nunca estamos contentos y completos con lo que pedimos, siempre cambiamos de opinión.   

—Estoy bien. —Me entrega el café y vuelvo a mi lugar. —Aquí tienes, ristretto y...

—¿Te encuentras bien?  —Jake me interrumpe y yo me quedo totalmente callada. Subo mi mirada a su rostro y es totalmente inexpresivo, pero lo que me llama la atención es como dirige su mano a una de sus orejas y disimuladamente le da un mensaje. Recuerdo que hacia eso cuando estaba nervioso.

Claro, cuando no era un idiota sin sentimientos.

 —Tus galletas de café. —Me agacho al estante de galletas y escojo el paquete. Decido ignorar lo que acaba de preguntar, a él no le importa nadie.

Es mejor así. Antes de que le salga el perro rabioso y me trate como lo hace con todos.

Finalmente le entrego las galletas y él su dinero, la tranquilidad vuelve a mi. 

—Ali, ¿estas enferma?  —Matt deja las tazas de las mesas que acaba de recoger y dirige su mirada a un Jake alejándose de la cafetería.   —¿Él te hizo algo?

Todos en el instituto sabemos que Jake Grier es el idiota que sobrepasa por encima de quien sea, sin importar quien eres, pero si tienes un perfil tan bajo eres mas propenso a sufrir las consecuencias de la arrogancia y superioridad de ese idiota.

Matt sabe muy bien a lo que me refiero, ya que después de unos meses de amistad me contó que el estúpido de Jake Grier y sus amigos lo humillaron en la clase de gimnasia solo porque no tenia los recursos económicos para ir a un viaje por Europa. Desde ese momento Matt fue apartado de la Borsh Society y su excusa fue que él era un pobretón que no merecía estar en el instituto.

¡Estúpidos!

—No, no. — Me recuesto en la pared y cierro los ojos. —Me siento mal, quizás no dormí lo suficiente. Ya sabes, empacar no es lo mio.   

Ni empacar, ni respirar, ni nada.

Estaba extrañándote Pachamama.

Me hubieras avisado, yo estoy a tres edificios del tuyo. 

—No es necesario, secretaria me iba a llevar las cajas a mi nuevo departamento. —Finalmente abro los ojos y continuo mi trabajo. —Según me mandan un mensaje de texto al celular diciendo mi numero de apartamento.   

—Matt, lleva a esa chica a casa.  —Camille aparece por el marco de la puerta. 

—¿Que, porque? —Mis ojos se abren completamente y me pongo totalmente recta. 

—Niña, mírate en un espejo. Tiene más color la harina que tú. —La mirada de Camille me demuestra que no es una opción, sino una orden.

A veces Camille era muy directa.

—Estoy bien, ademas no tengo... 

¡DAM!¡DAM!  

Mi sonido del celular demuestra que llego un mensaje. Mis ojos se pasa una y otra vez por las misma cinco palabras.

"Tu apartamento es el 703."

Por lo menos era el séptimo, el ultimo piso. Pero el numero impar quiere decir que es en un edificio de chicos.

—Ya tienes apartamento y voy a ser el primero en conocerlo. —Matt me distrae de mi pensamiento y mi mirada se fija a su rostro, con la misma sonrisa encantadora y sus grandes gafas. 

Finalmente y después de mucho, Camille nos ordeno a Matt y a mi que fuéramos a mi nuevo apartamento. Según su teoría yo estaba que moría y ella no quería ver mis últimos pasos, así que Matt fue el elegido.

Matt me esta acompañando a el edificio, subimos por el ascensor mientras él me carga con una pareja de recién casados en su luna de miel. A la llegada del instituto me doblé el pie y Matt se ofreció a cargarme ya que según él parecía un zombie. El sonido del ascensor nos avisa que llegamos a nuestro destino pero mi risa no puede parar, ya que los chistes de Matt sobre los zombies son pésimos.

—¡Ese chi-chiste es demasiado malo! —Matt y yo nos miramos a los ojos mientras reímos, pero un carraspeo nos saca de nuestro gran momento y mis ojos azules se dirige al que lo produjo.

¡Oh, oh! La maldición me persigue. 







Enamorada de mi peor enemigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora