Capítulo 19: Era de Esperarse

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    Jack avanzó hasta mi altura en la escalera y sonrió, todavía un poco incómodo al igual que yo.

   —Venía a decirte que no podré ayudarte hoy. Tenemos práctica hasta tarde —dijo apenado, ladeando el labio en una pequeña mueca asemejada a una sonrisa, y tocándose la nuca.

—No te preocupes, de veras —moví mi mano con desdén y le sonreí en grande —. Gracias por ayudarme ayer.

—Ya te dije, era lo menos que podía hacer.

—No nos debes nada.

—En realidad, tu amiga tiene razón —respondió, dejándome confundida.

—¿Amiga? Oh... Poppy. Nosotras no somos... Es decir, me cae bien, pero no la conozco muy bien como para llamarla amiga —decía yo, aunque cuando terminé de pronunciar estas palabras me regañé a mí misma mentalmente. "Como si eso le interesara, tonta. Deja de decir idioteces."

  Para mi sorpresa, esta explicación le pareció cómica y agrandó su sonrisa.

—La otra vez traté de hablar con ella... Dirigirle la palabra fue mi primer error —contó.

  Reí por debajo y volví a hablar.

—A Poppy le gusta dar su opinión de una forma... Tosca... Pero de veras, no nos debes nada y no tienes la obligación de hacer cosas por nosotros... —Concluí.

Él soltó un resoplido en un intento de risa, pero no se veía muy convencido.

—Aún así... —comenzó a decir, pero luego se detuvo y me dirigió otra media sonrisa —. Nos vemos luego Emma... Llego tarde a Historia.

—Adiós, Jack... Gracias. De veras —respondí, aún con un poco de curiosidad por su oración inconclusa.

Él bajó su mirada aún sonriendo, y luego se dio vuelta para irse a clase. Yo hice lo mismo y al entrar al aula, toda la atención se centró en mí, haciéndome sonreír avergonzada y pedir perdón a la profesora en una voz muy poco audible.

Elena tan solo ladeó los labios, dirigiéndome su atención por apenas unos instantes, y luego siguió con la clase.

  Noventa minutos más tarde, fuimos libres y tuvimos el segundo recreo de la mañana, el recreo de media hora. Lo pasé en el patio junto a Flynn y su laptop, donde tenía toda su información astronómica recaudada desde que tenía aproximadamente diez años, cuando le regalaron su primer telescopio.

Pasamos la media hora hablando y leyendo datos científicos acerca del universo, y podía notar la exaltación y el entusiasmo de mi primo al hacerlo. Ésta realmente era su vocación.

  Lamentablemente no puedo repetir nada de lo que me dijo. Eran cosas muy interesantes, pero muy científicas para mí entendimiento.

Finalmente, el timbre sonó, indicando que era hora de volver a clases, al menos por noventa minutos más hasta el almuerzo, que como alma gorda que tenía, era en lo único que podía pensar.

  Llegué a literatura y me senté en uno de los primeros bancos del salón, sumergiéndome en las páginas de uno de mis libros favoritos, y quedándome atrapada en medio de un viaje en submarino junto al capitán Nemo. Porque no importaba cuantas veces leyera "Veinte mil Leguas de Viaje Submarino", nunca me cansaría de él, de Julio Verne y sus tantas obras que abrieron los ojos de muchos hacia nuevos descubrimientos y fantasías que desembocarían en diversos inventos científicos que nos permitieron avanzar hasta el día de hoy.

Fascinada y entusiasmada con cada palabra que leía, no me percaté de las personas que iban entrando, y menos de quienes se iban sentando a mi alrededor. No hasta que la voz de una de ellas me dispersó de la concentración que tenía al leer tan maravillosas páginas.

El Desfile de los Corazones SilenciadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora