Capítulo 36: Rojita cineasta y sus seguidores

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   Caminaba de un lado a otro, esperando a que mi hermana volviera de su estúpida cita con ese deportista que seguramente se querría aprovechar de ella.

   Hacía sólo quince minutos que habíamos llegado a mi casa, pero me quedaría toda la estúpida tarde esperándola. Y al parecer, Gabe también, quien estaba sentado en la escalera, tomando un poco de jugo, y tratando de darme alguna que otra charla, pero yo seguía furioso con mi hermana.

   Unos cinco minutos más pasaron hasta que la puerta se abrió, y la chica de pelo marrón entró para toparse con nosotros, y mirarnos con diversión.

   —¿Se puede saber qué hacen parados en frente de la entrada? —Preguntó, haciéndome a un lado para poder pasar y sacarse el sweater rojo que llevaba.

   —¿Tú qué crees? Esperándote para preguntarte ¡¿Qué rayos estabas pensando?! ¿Tienes idea de qué hubiese pasado si mamá o papá se enteraban de esto?

   Estaba que echaba humo de la nariz. Me movía de un lado a otro, parando de vez en cuando para mirarla a los ojos y hacerle entender lo molesto que estaba, luego volvía caminar y repetir el ciclo nuevamente.

   —¿Puedes por favor calmarte? Por si no te diste cuenta, no fui a ver una película con ese idiota... Sólo quería probarles, par de cavernícolas, que puedo cuidarme sola —rió mi hermana, mientras se sentaba junto a Gabe y le quitaba su vaso de jugo para tomar de él.

   —Espera... ¿Entonces eso de salir en una cita con Shawn fue puro teatro? —Le preguntó éste mientras recuperaba su bebida.

   —Bueno... En parte —respondió ella. Luego se quedó en silencio, provocando que ambos nos pusiéramos ansiosos. Ella nos miró desentendida por unos segundos, y luego comprendió —. Oh... Quieren que les explique, lo siento —movió su mano con desdén y prosiguió —. No es muy complicado, simplemente le pedí a Shawn un aventón a casa, pero él me pidió de ir a ver una película. Entonces se me ocurrió que la mejor manera de verlos sufrir, era hacerles pensar que iría con ese mujeriego a una sala oscura. Sin embargo, cuando nos separamos de ustedes, usé la excusa de que la pelea me había sacado las ganas de ir al cine con él, pero no accedió a traerme de vuelta, entonces recurrí al plan B: pincharle dos neumáticos del vehículo con esto, y salir corriendo hacia el subte. Llegar aquí fue tarea fácil, claro.

   Sacó de su mochila una lima de un filo importante y nos las mostró. 

   Oh Dios, Tenía una delincuente cómo hermana...

   —Espera... ¿Juras solemnemente haber hecho algo tan genial? Mira que es pecado mentir sobre algo que merece todo mi respeto —habló Gabe, impresionado por Kate.

   Ella sonrió en grande y asintió. Guardó su lima en la mochila nuevamente, y luego se dirigió escaleras arriba. Antes de desaparecer de nuestra vista, volteó hacia nosotros una vez más.

   —Realmente aprecio cuan tiernos y sobreprotectores son conmigo, pero entiendan que soy capaz de distinguir quiénes valen la pena y quiénes no.

   Dicho eso, se fue a su habitación, dejándonos a mí y a mi amigo boquiabiertos por su hazaña que, siendo sincero, no habíamos previsto de esa chica de quince años recién cumplidos.

   —¿Cómo crees que habrá reaccionado ese imbécil cuando descubrió sus neumáticos? —Codeé a mi amigo.

   Habría sido genial ver su cara...

****

  Emma y yo caminábamos a la clase de gimnasia. Eran las ocho y media de la mañana del jueves, y llegábamos tarde a la clase porque cómo ella no había tenido tiempo de desayunar, la había acompañado a que se comprara algo en la cafetería, pero ahora se sentía culpable por haberme atrasado a mí, a pesar de que yo le repitiera una y otra vez que de veras no pasaba nada.

El Desfile de los Corazones SilenciadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora