Capítulo 20: Esperando

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El timbre sonó, marcando el fin de hora. Yo estaba debatiendo conmigo misma acerca de cómo ayudar a Poppy con la situación de porquería que los deportistas habían provocado nuevamente.

No me animaba a delatarlos por la misma razón que no lo había hecho cuando me sucedió lo de la pelea de comida, y por más que de veras quería hacerlo, nuevamente el miedo me estaba venciendo. Pero, al mismo tiempo, aunque sabía que Poppy se aseguraría de que los directivos supieran la verdad, no me sentía bien dejándole todo el lío a ella y hacerme a un lado cobardemente. Eso simplemente no estaría bien...

Salí de la clase con mi dilema aún presente en mi cabeza, y comencé a caminar por los pasillos ahora congestionados de adolescentes hablando y causando un griterío insoportable mientras dejaban los libros en sus taquillas y se dirigían a la cafetería.

Dejé mis libros también y luego me apoyé contra la pared. Estaba dos pisos arriba de la oficina de la directora y uno abajo de la cafetería. Sabía lo que debía hacer.

Suspiré hondo y corrí escalera abajo para llegar antes de que Poppy entrara a hablar con los directivos y ya no hubiese nada que pudiera hacer.

Cuando llegué, encontré a la pelirroja caminando de un lado a otro y sin poder decidir si dejar los brazos a los costados de su cuerpo o cruzarlos para enfatizar lo enojada que estaba.

La puerta de la oficina estaba cerrada y se escuchaba algún que otro murmullo, dándome a entender que el señor Monroe y la directora estaban hablando, haciendo a Poppy esperar.

Ésta me miró con su ceño fruncido y sus ojos verdes encendidos por la furia de tal manera que convertirían en piedra a cualquier mortal que siquiera se dignara a mirarlos aunque fuese por medio segundo.

Bajé mi vista y comencé a jugar nerviosamente con las puntas de mi pelo.

—V-Vine para... —Quise decir, pero ella me interrumpió apenas comencé a formular la oración.

—Sé perfectamente a qué viniste, y te voy a decir exactamente lo mismo que les dije a nuestras dos compañeras de psicología barata: soy perfectamente capaz de cuidarme sola, y sola voy a lidiar con esta idiotez —decía apenas siendo capaz de mantener el volumen bajo, aún cuando la secretaria la miró severamente desde detrás de su escritorio —. Cuando vea a esos imbéciles, oh, van a desear nunca haber siquiera pensado en joderme de esta manera.

  —Concéntrate ahora en decirles exactamente lo que pasó —le aconsejé, tratando de ayudarla a seguir controlada y no comenzar a gritar y maldecir a los cuatro vientos y meterse aún en más problemas.

—Siento decirte esto Emma, pero eres la última persona a la que escucharía para lidiar con algo así... Mira cómo terminaste tú. Limpiando la suciedad de la escuela entera luego de clases.

Ouch... No voy a negar que ese comentario me molestó un poco, pero no dije nada. Además, era Poppy. Ella no tenía otra manera de decir las cosas.

—Por eso te digo, di la verdad y los directivos sabrán qué hacer.

—No lo entiendes ¿Verdad? Yo no soy como tú. No soy "la inocente y pobrecita Emma que no hace nada malo nunca". ¿Crees siquiera que me creerán cuando les diga que yo no robé nada? En el mejor de los casos me gané una suspensión. —Dejó de moverse de un lado a otro y se sentó en una de las sillas de madera contra la pared de la oficina de la señora Bricks, respaldándose contra ésta y estirando los pies.

Yo me senté en la silla a su lado y traté de que sus palabras no me afectaran, o al menos, que no se notara que lo hacían.

    —Quizá si el profesor Collins interviene —quise animarla, ignorando por completo sus comentarios acerca de mí, que eran más ciertos de lo que yo quería aceptar.

El Desfile de los Corazones SilenciadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora